Reconozcamos que los periodistas somos un poco burros |
Antes
de que saliera el primer número de una revista de humor que dirigía,
recibimos una carta de un lector preocupado por las faltas e
incorrecciones en los textos periodísticos. Si bien no soy un dechado de
virtudes en esto de escribir, y debo tener varios errores de los cuales
todavía no me di cuenta, jamás cometí ni cometeré los horrores que
algunos colegas perpetran. No
se trata de un gusto personal en cuanto a los términos empleados en la
redacción periodística, que los tengo. Por ejemplo, odio los neologismos
al cuete y no me desagrada tanto la inclusión de nuestro entrañable
lunfardo en el idioma español académico. No se trata, tampoco, de las
palabras inglesas que terminan siendo verbos en nuestro lenguaje diario
(“seteá todo de nuevo” o “cliqueá en el icono”), que se emplean
por comodidad. Se trata de las barbaridades que se cometen en diarios, en
revistas, en radio y en televisión, en detrimento del idioma,
disparates que en otras épocas estaban reservados para los escolares
vagonetas o para alumnos con coeficiente diferente al normal. Hay errores
que pasaron al lenguaje cotidiano y nadie se siente molesto al
escucharlos; al contrario, cada vez se los usa con más frecuencia. En ese
caso se encuentran los sustantivos que se utilizan como verbos, cuando
nuestra lengua tiene verbos a patadas para indicar cualquier acción.
Lo terrible es que están haciendo escuela de la burrada porque,
como se creía antes y como se cree también hoy, la gente acepta como
bueno lo que sale en los diarios. Una cosa es que se diga o se escriba mal
en el ámbito escolar en donde se supone que uno está ahí para aprender,
a que se escriba en un diario en donde se supone que uno está ahí para
enseñar. Aparte
de las faltas de ortografía, con las cuales se llenarían varias
canastas, hay un error reiterado y cada vez más frecuente debido al
desconocimiento del cambio de género del artículo en algunos sustantivos
para evitar la cacofonía. ¿Me sigue? En el singular, los sustantivos de
género femeninos que comienzan con a acentuada (con o sin tilde)
cambian el artículo femenino al masculino. Ala, águila, arma, agua,
hambre, hacha, etcétera, salvo si se interpone una palabra entre el
articulo y el sustantivo. Tiene sus excepciones, como agria o árida, o si
se quiere designar el sexo (la árabe) o letras (la hache). En el plural,
mantienen su género natural porque la s de los artículos evita el
mal sonido. Pero, encontramos que nuestros periodistas —un número
grande, no se crea— escriben o dicen por radio: los armas, los hachas,
los alas, los águilas o los aguas. ¿Se imagina a la película de Hugo
del Carril con el nombre cambiado: “Los aguas bajan turbios”? Y
el colofón, la perla negra, la vi en un titular catástrofe de hace un
tiempo en nuestro conocido diario “Crónica”, de Buenos Aires. Letras
amarillas sobre fondo negro, cuerpo 240, en dos líneas: “Mucho
hambre”. Y,
si lo dice el diario, se debe escribir así... ¿Sabe porque pasa esto? Porque el periodista, en general, lee poco y nada, y para ejercer la tarea de juntar letras e hilvanar frases con cierto criterio hay que ser un buen lector. A pesar de esto, tengo miedo que me digan: “¿Qué querés que lea? ¿No viste lo mal que escriben...?”. |
Julio César Parissi
De "El Club
de los Ghost Writers"
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