El pecado original, ¿es original? |
Cada
tanto, sobre todo en los últimos tiempos, nos llegan noticias de aquí y
de allá sobre los pecados de la carne cometidos por religiosos. Es bueno
aclarar que si bien todos los delitos son pecados, no todos los pecados
son delito. Y si un religioso que hizo votos de abstinencia sexual no los
cumple, entra en pecado pero sin consecuencias penales, por lo menos si
demuestra que su partenaire tenía más de dieciocho años. Todo viene desde Adán y Eva y su pecado original que consistió en la desobediencia a su creador. Muchos sitúan esta historia clásica en un tiempo más remoto que el de la religión que generó el relato bíblico, incluso la dan como perteneciente a religiones anteriores a la de Moisés. Según la versión que tenemos los del vulgo sobre la Biblia, Eva comió el fruto prohibido arrancado del árbol de la ciencia —la manzana— lo que trajo como consecuencia que, a su influjo, realizara el primer acto sexual que registra la historia. Al menos, la historia que cuenta el pueblo judío. Cuando uno lee esto enseguida piensa que la manzana debe tener algún poder afrodisíaco. Un simple mordisco y los espermatozoides —era obvio que los tenía, aunque fuera al divino botón o por un descuido de Dios— empezaron a ponerse locos. Digo la manzana y no el árbol de la ciencia, porque nadie se va a erotizar por conocer la ley de la relatividad o el teorema de Pitágoras. Como eternos y malos estudiantes que fuimos sabemos que no hay nada menos erótico que los nerds, como le dicen los yanquis a los que nosotros tildamos simplemente de tragas. Y este es un punto que debemos tener en cuenta: si comió del árbol de la ciencia, ¿por qué le dio por el sexo y no por realizar cálculos aritméticos u otra actividad similar? Acá se nota que el creador siempre une a la mujer con el sexo, como une al hombre con la violencia. Sin ir más lejos —o sea, unos años después— Caín mató a Abel, hijos de Adán, la creación de Dios. Jehová jamás hubiera pensado que una cosa semejante pudiera ocurrir entre hermanas. Por otro lado, tampoco entendemos que haya sido la manzana y no la nuez, el apio u otra planta más cercana a encender el deseo y la potencia sexual. Bueno, también hay dudas que haya sido un árbol de manzanas, según varios exegetas de la religión, pero si entreveramos mucho el tema vamos a terminar creyendo que lo que Eva le dio a Adán fue un té de cola de quirquincho. Lo realmente interesante es que lo que hicieron después de la ingesta de manzanas (¿una sola habrá sido suficiente?) se conozca como un pecado y, además, original. Lo de original no hace falta explicarlo: fue, como sus sinónimos lo indican, algo nuevo, interesante, curioso y hasta inaudito (¿?). Lo de pecado ya es bastante más complejo, porque nos remite al yerro o a la imperfección, y esto es algo bastante difícil que Eva lo notara. Si por ser la primera vez no podía comparar —por ejemplo, tamaño y duración de la cosa—, ¿cómo iba a saber si lo que estaba haciendo Adán era imperfecto o falto de técnica? Y si lo sabía, ¿dónde y con quién lo había aprendido? De ser así, podríamos pensar que el pecado original no fue hacer el amor con Adán sino que Eva, supuestamente con anterioridad al hecho, habría engañado a Adán con otro. Pero, también supuestamente, en el Paraíso no había más humanos que ellos dos. Algún viejo frecuentador de teatros diría que si en el Paraíso no había más gente, en la platea o en los palcos podría haber, pero es una humorada demasiado burda para meterla en este texto. Y si esta sospecha es cierta —que Eva tuvo otro lance amoroso a espaldas de Adán y que este fue anterior a la manzana— deberíamos cambiar el texto bíblico y decir que el pecado original no fue el deseo sexual sino el engaño sexual, lo cual acarrearía otro palo más para la mujer que se sumaría a los que ha recibido de la cultura machista a lo largo de los últimos cinco mil años. De todas maneras, el bichito de la duda me ha picado, y no lo hago por desmerecer la moral de Eva, sino porque sus descendientes mujeres tienen en su memoria genética la sospecha de que en realidad fue así: el pecado original, el verdadero, fue la traición de Eva. Si no, ¿cómo me explican que, cada vez que una mujer habla de la buena performance de su pareja, diga: “Mi marido, en la cama, es una fiera”? |
Julio César Parissi
De "Las
Mujeres Son Un Mal Necesario"
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