Cuando se dice que hay una ruptura generacional y que los viejos no entienden a los jóvenes, muchos piensan que se exagera. Pero, debemos reconocerlo, las rupturas existen, y algunas veces estas rupturas son más grandes que otras. Por ejemplo: Internet creo una generación distinta a cualquier otra, incluso a la anterior más próxima. ¿Por qué? Le explico.
Pero antes de explicarle, quisiera que pensemos juntos. ¿Qué dice usted y la mayoría de la gente con respecto a la juventud de hoy? Cualquier cosa que diga en primera instancia será referida a los defectos más que a sus virtudes. “Los jóvenes no leen, ahora que tienen la computadora no agarran un libro no por casualidad.” Que no agarran un libro, se lo acepto —tampoco usted agarró ningún libro a lo largo de su vida y no se lo cuestiona—, pero no le admito que no lean. Si no leyeran, no podrían navegar ni saber qué le están diciendo desde la otra punta de Internet. “¿Vio como escriben los chicos hoy? Es espantoso, ¿no le enseñaron ortografía?” ¿Y lo dice usted que escribe desilusión con c? Además, si le dan una hojilla de cigarrillo para escribir, ¿cómo escribiría usted, con lujo de detalles o abreviando todo? Desgraciadamente, la rapidez de Internet les obliga a escribir como el traste, pero estoy seguro que si les dan tiempo lo pueden hacer bien. No digo que se trabajen un Borges o Neruda, pero zafan.
Estas son las cosas en contra que tienen los jóvenes actuales, pero yo le encontré algo a favor que pone de vuelta y media a nuestra generación. Las relaciones humanas de los jóvenes no se inician ni tienen el contexto de las nuestras. ¿Son inferiores? No, son mejores, muchísimo mejores.
A esta altura se preguntará que los hace mejores que nosotros, que somos tan cultos, tan creativos, tan comprometidos con nuestro tiempo, tan combativos... Y yo le pregunto: ¿por qué, cuando muchachito, usted se acercaba a una chica? Por el físico, claro. Primero le miraba la cara, luego los pechos y por último el trasero. Después, si uno trababa conversación, vería si su manera de ser era lo que nos gustaba. Aquel famoso: “Me gusta tu interior”, era pura retórica, un modo de exorcismo de nuestras acciones. Hoy es distinto: Internet hizo que nuestros jóvenes se conectaran y se sintieran atraídos por lo que el otro le demuestra en palabras. El enamoramiento, la amistad y las relaciones profundas que se dan por Internet se hacen desde adentro hacia afuera. Es decir, uno es conquistado por el interior de la otra persona y, a su vez, uno le brinda al otro su imagen interna, que es la que sale de nuestra escritura. ¡Mírelos a nuestros jóvenes! Lo que para nosotros constituía el último escalón en una relación, el famoso atractivo interior, para los muchachitos —esos tan denigrados— es la primera etapa en su modo de relacionarse.
Estos pendejos que nos están dando la mejor lección jamás aprendida. |