Los barrios |
La nostalgia por las cosas pasadas la llevamos como se lleva la piel y muchas veces respiramos a través de ella. Mi padre me contaba que él vivió en otro barrio que no era ése en que vivíamos —a pesar de ser el mismo— sino otro que ya no estaba más. Otro, que se había ido empujado por éste. Buscaba que yo participara de su nostalgia y la sintiera como mía. Me recitaba, para reforzarla, unos versos que hoy se hallan tan perdidos como ese barrio, que decía: “Viejo barrio que te vas, te doy mi último adiós, ya no te veré más...”. Luego, con los años, empecé a recolectar mis propias nostalgias. Comencé a darme cuenta de qué manera el tiempo se comía lentamente las casas y el paisaje que me rodeaba. La modernidad mordía aquí y allá, árboles viejos, calles pequeñas, paredes de colores bajos, bancos de plaza, jardines perfumados y antiguos faroles, e instalaba en esos lugares otras plantas, otros colores y otras casas que, a su debido tiempo, iban a ser comidos por el insaciable apetito de los hombres modernos. Así, los barrios que crecen y se van, que nacen y se van, que conforman un manera de ser y se van, transforman a la nostalgia en una compañera consecuente de nosotros. Porque, aunque nos duela reconocerlo, los barrios siempre se están yendo. |
Julio César Parissi
De "Breves
cuentos porteños"
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