La mujer moderna es más libre pero no más feliz
Julio César Parissi

Desde hace muchas décadas el mundo asiste a una permanente revolución femenina. Según ellas, luego de milenios de sometimiento han comenzado a pelear por su lugar como verdaderos seres pensantes e independientes. La mujer se liberó, es cierto, pero a las obligaciones que tenía cuando era una sometida, se le agregaron las nuevas que son todas aquellas que la misma mujer se impuso.

A esta nueva clase de mujer se la llama la tercera mujer, aunque yo creo que es más real decir que es una mujer que trabaja por tres.

Según Gilles Lipovetsky —aclaro que soy tan poco informado que conozco a este filósofo sólo por las revistas— la primera mujer es la despreciada, la segunda es el objeto de amor y la tercera es la independiente y activa. ¿Este tipo se estará refiriendo a nuestra mujer, a nuestra secretaria y a nuestra jefa de oficina?

Siguiendo con su pensamiento, Gilles —no lo conozco pero ya entré en confianza— dice que una mujer liberada tiende a anular a su pareja —imaginamos que se refiere a una mujer heterosexual y que su pareja es un hombre—, por lo cual el tipo que esté a su lado tendrá la importancia de un poroto. Es obvio que el filósofo, al lanzar esta idea, está indicando que él no se siente anulado para nada. Si el silogismo no me falla, Gilles debe tener la suerte de estar casado con una sometida.

No estoy en contra de la lucha femenina por sus derechos, pero creo que algunas exageran al creer que ellas, hoy en día, son mucho más que la antigua mujer sometida y sumisa. Con tantas partes del cuerpo que la mujer moderna se quita a fuerza de cirugías plásticas, en lugar de ser más es probable que sea menos.

Siguiendo con su línea de pensamiento, el filósofo afirma que la tercera mujer, al ser audaz y nueva, tiene un futuro incierto. Como están las cosas, el futuro incierto es de la tercera mujer, de primera mujer, de la segunda, las demás mujeres y de todos los hombres. A esto se le agrega que si la mujer moderna tiene que ser buena madre y además triunfar en su profesión, nunca va a ser feliz. Con los disgustos de los hijos, los bajos salarios, las jornadas de diez horas y las presiones del jefe eso es imposible. Si te liberas para sufrir, es mejor seguir en cana, ¿no?

Pero, para darle vigor a la idea de ser una tercera mujer y no cualquier cosa, se afirma que la mujer que se queda en la casa se empobrece. Eso es cierto, sobre todo si su marido está desocupado y los hijos no traen un mango a casa.

Yo me enteré hace poco de la teoría de la tercera mujer lanzada por Lipovetsky, pero él asegura que la mujer entró a ser moderna  desde hace sesenta años. ¡Sesenta años es un montón de tiempo! Si es así, ¿de qué mujer moderna me habla este tío?

Al final, esto de ser mujer moderna, sacrificada y menos feliz, es más viejo que mi abuela, que hace sesenta años recién entraba en la primera adolescencia.

Julio César Parissi
De "
Las Mujeres Son Un Mal Necesario"

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