Buenos Aires es un recuerdo vivo |
La ciudad de los porteños es aluvional, como su río. Sabemos que esta parte del planeta se formó durante millones de años con los pedacitos que el Uruguay, el Paraná y otros ríos desprendieron de sus orillas depositándolos debajo del cimiento y del ladrillo para que alimente el césped de los jardines y los árboles de sus calles. De la misma manera, los porteños —los hijos y los adoptados—, arrancaron trocitos de todo el mundo y fueron agregándole piezas, del suelo para arriba, al puzzle cosmopolita que es Buenos Aires. Tal vez lo hicieron para que se pareciera al Buenos Aires de abajo, al de la arena y el limo. ¿Quién no ha notado eso? ¿Acaso hay alguien que al doblar una esquina no haya tenido la experiencia de encontrarse caminando por una calle de París, o frente a una iglesia de Bahía, o en una vereda de una ciudad de provincia, o en un suburbio del cercano Montevideo? Buenos Aires nos asalta la memoria, nos golpea en los recuerdos, y si hace un instante estábamos aquí, un momento después nos dice que estamos allá, en ese otro lugar y en ese otro tiempo. Quizás ahí se encuentre la razón del por qué nos resulta tan grata esta ciudad: nos deja estar acá pero, de tanto en tanto, nos transporta allá, para que no suframos demasiado el desarraigo. |
Julio César Parissi
De "Breves
cuentos porteños"
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