Buena suerte |
El pibe la ve venir por la vereda y cuando se enfrentan, la saluda. Ella hace como que no lo escucha. Él se le pone a la par y empieza a hablarle, pero ella ni lo mira. Al llegar a la esquina, ella se para. —¿Qué querés? —increpa, seca y distante. —Nada. Acompañarte. —¿Y? —vuelve a preguntar, y luego continúa caminando. Él va detrás y sigue hablándole. En realidad, no sabe bien que le dice, pero larga palabras. Ella se detiene, de nuevo. —¿Vas a seguirme toda la tarde? El pibe le roza el brazo con su mano. —Te invito a tomar un café —le dice. Ella duda, lo mira a los ojos por primera vez y casi se sonríe. —Bueno —responde. Él la toma del codo, con suavidad, y la conduce; ella se deja conducir. —Hoy es mi día de suerte —le dice el pibe a la chica. —Hoy es mi día de suerte —piensa ella. Pero no dice nada. |
Julio César Parissi
De "Breves
cuentos porteños"
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