Muestra
de la poesía uruguaya actual (2009). |
Jorge Arbeleche |
Monte
vide eu Ahora en
esta mañana de lunes burbujeante
de agosto cuando
el calendario se estira hacia
septiembre y la semana empieza a
erguirse para desembocar en
ese sábado de ancha hechicería y
luego despeñarse en
el domingo de noche entre el polvo difuminado
de los sueños ahora en
el bosque nevado de esta página empiezo
a rescatar las huellas que acaso con
la tinta al secarse se deslíen así al
norte al sur al oriente y al poniente limitaré
con las palabras un perímetro donde
el hedor de la huesa no penetre en
esa superficie los
cachorros del viento dibujarán el
aire en
sus ladridos y
dándole una vuelta de tuerca al almanaque pienso: -una
tarde- setenta
años o menos hace en
el pliegue secreto de esas horas una
muchacha y un muchacho se
divisan se miran se entretejen (alguna
vez oí: fue
en la calle Sarandí -paseando- que
mis padres hicieron una trenza de
tiempo y de miradas) los
dejo así: en
la fotografía de la memoria y en
el bullente sonido de las letras decreto
entonces: y
vivieron felices destierro las
arrugas el reuma el hospital las
enfermeras el tubo del oxígeno la
mueca del silencio y la mañana aquella
cuando los olores a lana y cobertor se
coagularon en
el pozo de todo el pudridero anuncio: el
amplio espacio de esta hoja los
alberga aquí no
reventará la lluvia en
una agua dormida para siempre no
estallará la flor en sus arterias no
se desatará el azulado nudo de sus venas no
reventará el dique de sus huesos aquí han
de sonar todas
las palabras escondidas debajo
de su lengua. El
aire se hará
-por esta vez- cóncavo
y convexo. Los
fundo
y fijo cuando
por esa calle Sarandí setenta
años después una pareja adolescente
pasee de nuevo su
belleza y vuelvan a ser otra vez Paris
y Helena partiendo
hacia su Troya desde
la bahía de agosto de Monte
vide eu.
De Para hacer una
pradera, 2000
Con
Martha En Florencia Comienza
a hacer oscuro y es el frío. Intemperie. La
tarde entra en el sueño y
toma a su pesebre como cansados
caballos caminan a su establo al
deslizarse la noche por el aire. La
noche cubre el aire. La
noche cubre al durmiente y al insomne. Ella
duerme. Yo velo. Escucho
su respirar acompasado su
batalla de amor contra los días escucho
el palpitar jugoso de sus libros su
espada de palabras y sonidos Los
platos de la cena quedaron
apilados y
en ese rincón de la cocina -como
pájaro durmiendo acurrucado- se
escucha un amplio respirar de vida. Cada
tanto nos vemos en
alguna vuelta imprevisible de las horas. Y
estamos más cansados porque estamos más viejos. Quizá
también más tristes. Y acaso más serenos. Esta
es la cuota que nos tocó en la vida con
vida y muerte y amor y desamor y
amor de nuevo
y gana
y esfuerzo
y la
fatiga. Y
volvemos a hablar yo
le cuento y ella me cuenta y yo le digo de
mi hermano muerto y
juntos recordamos sus
ojos tan azules que azulaban los ojos de los otros. Le
cuento que una mañana de Benares (Varanassi
la llaman hermosamente los hindúes) he
visto a un perro comerse
la oreja de un cadáver y
le cuento que mi hermano tenía ya en
su cuerpo de luz el
tenebroso color de lo podrido porque
toda la muerte es una sola e igual y
es siempre un acto de barbarie y
siempre su sombra va delante,
detrás, o dentro de nosotros. Le
cuento que pienso a veces en
las nubes como pastores blancos que
preparan la mesa roja de la resurrección y
allí estaremos todos sentados y serenos mirándonos
mirar la cabecera donde
nos estará mirando Dios. De Alfa y Omega, 1996 |
Jorge Arbeleche
(Montevideo, 1943)
Muestra de la poesía
uruguaya actual (2009)
Ricardo Pallares - Jorge Arbeleche
Academia Nacional de Letras
Dep. de Lengua y Literatura
Sección Literatura
Autorizado por los co autores
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