Muestra
de la poesía uruguaya actual (2009). |
Hebert Benítez Pezolano |
hoy
es fecha
de muerte
de mamá: no estás estoy
en
un país distinto
de mamá: no estás veo
una flor junto con otras en
la mesa de un café a la que venía un tal Ginsberg me
acuerdo, mamá, de vos, no está, tu mesa, todo lo
que apronta recordar los
platos, de tu mesa, todo lo
que cubre recordar tu mesa, todo el
mantel de tu mesa, todo aquel
ahora perdido horizonte de tu mesa, toda la
pobreza de la palabra todo para hablar de cantidades, toda la
cantidad de flores que regaste en el jardín
yo fui creciendo y
a veces me alojo en un florero como
poema remojado, agónico, un florero como
el de la mesa a cuatro metros
de mí en
el café al que venía un tal Ginsberg que
dicen que aullaba yo
lo entiendo, mamá, yo estoy de duelo
el
duelo es
el poema que no llega aúlla en
un país distinto en
el florero, mamá: no estás, no estoy, no hay un poema no
hay un café hay
unas flores que
no hace falta
regar yo
lo entiendo, mamá, ellas y yo estamos
de duelo
Boulder, Colorado, USA, 1998.
De Montañas rocosas
( libro inédito). La
milicada adivinó la diagonal, arriesgó un tiro: a
un cardo se le quiebra el cogollo de la tarde, da
en un poste luego cae la bala muerta: semen inútil. Responderás
con degüello, apurando el tajo de
chirrido seco, viendo la risa del cogote del milico temerario,
el que osó, pero ahora la
pana líquida se le va a los pies: "A
cada chancho le toca su refalosa". Dedos
de sangre rasgan el horizonte, es un solo segundo para mirarlo, a
tres metros los tenés, la milicada, los tenés casi en la boca, dedos
de sangre rasgan, la
corrida feroz, ellos atrás, sablazos, suela tuya desesperada, ellos atrás,
con furia de muerte, no de órdenes, la furia paseada en
su autonomía, sin pausa, lo otro es disfraz. Dedos de sangre. Infiel.
Buscá al infiel. A
los montes, te tirás por el zanjón, vos sabés, fuerza en
los dedos para el próximo milico, lo imaginás antes
de hacerlo, lo hacés. Buscá más al infiel. Ya
llegan las ramas espinosas, conocés, el milico queda
lejos. Dedos de sangre seca, pinceladas de arcilla, coagulan
el horizonte. ¿Y el caballo? Los milicos son voces
y puteadas. Vos sos lo
que queda de
vos sos un
solo cuero cuarteado cuarteando cuarteada la
mirada en chispas como las del infiel pero como. Buscalo.
¿Y el caballo? Al
monte, montaraz. Al
monte montaraz. Al
monte montarás. Sos lo
que vendrá de vos, tranco
primero, galopada después. ¿Y el caballo? Como
quien pone nervudo todo el cuerpo silbás
al animal: hay un silencio y un pájaro en el medio, y
un milico que no se come esto de dos pájaros y
el sonido de un tranco sin montura que te busca. El
milico, a paso de puma, de atrás con
tu zaino de carnada, pero vos sabés, vos que
sos lo
que ya va viniendo de vos, matrero,
matrero de vos y de mí que te estampo, finalidad
sin fin. De
carnada con tu zaino, la respiración del milico se revuelca y
se revuelca, se hace el indio, se hace el puma, todo lo que es se
hace. Quiebra despacito las carquejas, pero las quiebra, con
paso de serpiente renga hasta que se
disgrasia en tu puntazo y se ahoga en
el remanso de tu poncho, fiero, como aguas feroces corre
lo suyo hacia fuera, circula entonces para
cualquier lado: borbotones, chijetazos de
lo que ya no está.
De Matrero, 2004 (fragmento). |
Hebert Benítez Pezolano
(Montevideo, 1960)
Muestra de la poesía
uruguaya actual (2009)
Ricardo Pallares - Jorge Arbeleche
Academia Nacional de Letras
Dep. de Lengua y Literatura
Sección Literatura
Autorizado por los co autores
Ir a índice de Ensayo |
Ir a índice de Muestra de la poesía uruguaya actual (2009) |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |