La corona de olvido

poema de Emilio Oribe

 

                          I
Luz que me olvida.
                     En sombras la adivino.

Su forma coronada por la espuma

es ascua
          del misterio y de la bruma.
Ni el mar, que es muerte,

obstruye su camino.

 

Busco esa luz
               que es luz de mi destino,

donde el amor será belleza suma.
El pensar en su símbolo

me abruma,
               pues fundirá mi oprobio

en lo divino.


¡Oh luz de olvido,
                   luz que espero alerta!
El alma, insomne, en mi pupila abierta

mira en el mar
                   morir tu arcaico mito.

 

La luz que amé.
                    ¿Vendrá a mi abismo interno?
Si vuelve,
             ¿me traerá algún canto eterno?
Si no vuelve
                ¿este canto es sólo un grito?
 

                         II
 

Modula el mar
un bárbaro concierto,
que ahonda en mi olvidar meditabundo.
Canta como una idea
el mar fecundo
y al canto del filósofo
está abierto.

 

La noche,
            en tanto,
                        escúdase en lo muerto

que en mí arroja la creación del mundo:

la tiniebla.
              Se agolpa en lo profundo
del pensar
         como en páramo encubierto.

 

La idea inicia un cántico

que ofrece
               una corona espléndida:
                                            el abismo
del existir.
               La idea alumbra el llanto

 

del mar, como una luz que lo embellece.
Al erguirse
               en la hondura de mí mismo

su luz niega el olvido; he ahí el gran canto!


                         III
 

Busqué el absurdo
                    de apoyar mi frente

sobre una rosa.
                     Y vi que era la Vida.

En su alto imperio
              hallábase escondida

su dualidad de pétalo y serpiente.

 

Busqué el gran riesgo
                 de apoyar mi mente

sobre una llama.
                      Y vi la luz erguida

de la náufraga estrella
                     en noble huida,

la antorcha irguiendo de su canto ardiente.

Busqué la audacia
             de apoyar mi mano

sobre lo muerto.
                      Y fui aquel rey caído

que el gran cetro y la púrpura abandona.

 

Busqué el orgullo
de inventar lo humano como acto eterno.
Y me venció el olvido,

quien me impuso esta espléndida corona.

poema de Emilio Oribe 1956.

 

Publicado, originalmente, en: Entregas de La Licorne 2ª Época - Año IV - Nº 7 Montevideo

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

Link del texto: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/53

 

Ver, además:

            Emilio Oribe en Letras Uruguay

 

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