| Departamento 20 / La diáspora en España |
| Crónicas Barcelonesas |
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Santa Lucía luntana |
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Perteneció
Nápoles al reino de Aragón allá por el siglo XV. Los catalanes,
asociados a esa casa ibérica,
mantuvieron la defensa marítima de la potestad itálica. Luego hubo otra
dominación española: la borbónica de los siglos XVI y XVII, que dejó
su impronta más patente en la construcción del Barrio Español, en esa
ciudad de volcanes de mal despertar, al pie del Mediterráneo. No se debe
ignorar que la diferencia lingüística de este país con el idioma
toscano oficializado en toda la península es notoria y que tal vez se
deba, entre distintas causas, a la influencia de tan variados grupos
humanos que ostentaron, a veces durante largo tiempo, otras fugazmente, el
gobierno de esta región privilegiada por la naturaleza; tierra dotada de
extrema hermosura natural y de infinidad de bienes artísticos, entre los
que destaca, sin duda, la canción napolitana. A
mediados del siglo XIX, estos territorios se empobrecieron terriblemente,
obligando a sus habitantes más desfavorecidos a emigrar a lugares tan
remotos como el Río de La Plata. Dicen que la mayoría de ellos
embarcaban en el puerto del Borgo
Santa Lucía. Mientras
deambulábamos por ese barrio marino, al atardecer, en mi imaginación se
cruzó, como un espectro, la sombra de mi bisabuelo Giuseppe Ianneo, que
era napolitano y músico, y un día de principios del novecientos partió
hacia América. Me lo figuré muy
joven, de ojos azules y gran
mostacho, con una maleta insignificante, el violín en su estuche marrón
y un colchón arrollado, diciendo adiós en el muelle del Borgo
Santa Lucia a sus familiares más directos. De pronto, desde un balcón
llegó, como un lamento, la
canción “Santa Lucia luntana”.
¡Quanta malincunia! Y, en mi osada traducción, los versos seguían
así: “Se viaja el mundo entero en busca de fortuna… pero cuando
brilla la luna ¡lejos de Nápoles no se puede estar!” Mi bisabuelo murió en Montevideo mucho antes de que yo viniera al mundo y, como tantos emigrantes de entonces, no retornó jamás a la añorada tierra que lo vio nacer. |
Rubén Olveira
rolveira@eresmas.net
100% Interés Público /
Mayo 2009
Barcelona, abril 2009.
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