A
mi país |
Me fascina tu forma, tu tamaño, tu contorno, tu aroma, tu tibieza. Me seduce explorarte, descubrirte, disfrutar lo acogedor de tu belleza. Cómo me eriza la luz de tus mañanas, cuando me invita a recorrerte sin descanso, para saberte… porque lo que de tí conozco… nunca alcanza. Me atrapa tu cadencia, así en tu hacer o en tu dejarte estar. Mi ritmo fluye de tu ritmo dando a mi paso la estrechez de tu distancia. Sumergida en lo profundo de tus noches, nada es mejor que saber mi pequeñez protegida en tu grandeza. Tu brisa juguetona me despeina, tu sol entibia mi piel complacida. Envuelta en la espuma de tu mar que me hace libre quiero rendirme, entregarme, ser cautiva de tu arena. Entonces, tu suelo me consiente y me retiene, me domina, me sujeta. Tú limitas el todo, pequeño punto en el planeta, tan grande para mí que nada existe. Nada hay después, nada que importe. Minúscula frontera que custodia mis deseos, todo está en tí, lo que yo quiero. Me desgarra la idea de no tenerte, recordar cómo sufrí cuando no estabas, añorando tu color en el otoño, tu tibia caricia en primavera, tu abrazo ardiente de verano y en el invierno tu pálida tristeza. Jamás me iré de tí. Otra vez lejos ¡no!, ¡ya nunca! Tan profundas en tí están mis raíces que no puedo imaginarme en otra ausencia. Tanto te quiero, que habré de estar contigo hasta agotar el último soplo de mi aliento. Y así feliz, en paz, tranquila... moriré en tí, Uruguay, bajo tu cielo. |
Elizabeth Oliver de
Abalos
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