Prólogo a "Como pata de olla"

José María Obaldía (Treinta y Tres, 1925) es conocido por sus trabajos en el campo de la literatura infantil, varios de ellos reconocidos en concursos municipales y nacionales. En los últimos años, quizá como natural extensión de su interés por los temas regionales, ha incursionado en ámbitos vinculados a la lengua española y los particulares usos que esta adquiere en el caso uruguayo.
Pero también está el escritor-maestro Obaldía que aún hoy, ya retirado de su condición docente, es requerido por muchas escuelas para disfrutar de su estupenda capacidad de contar. La misma capacidad de contar que numerosos anónimos oyentes conocieron en disfrutables audiciones de radio que aún son recordadas. Un uso magnífico del "tempo" del relato, el respeto inteligente por el oyente y una excepcional utilización de pausas y énfasis, hacen de la narración oral de Obaldía un verdadero deleite. Es capaz de "...contar sabrosamente como a pocos hemos sentido", resume Julio C. da Rosa, hombre sabedor de cuentistas y cuenteros.

 

"...Estos cuentos me acompañan desde mi infancia, mi juventud.., en realidad, desde siempre", nos dice Obaldía, esbozando en su mirada una sonrisa, amplia, generosa. "Mucho tiempo quedaron en el fondo de la memoria, casi olvidados. Pero en la tarea escolar, en el trabajo con los gurises, fueron apareciendo poco a poco". El autor ha vivido. y reído, con los personajes que habitan ese universo de Treinta y Tres: "... él mismo ha sido gozoso viviente del mundo y del paisaje de los cuales extrae su material", dice da Rosa, prologando uno de sus libros. De ese mundo, de ese universo, surgen varios de los libros de Obaldía y, por supuesto, estos cuentos de "Como pata de olla".

Dice Obaldía que en Treinta y Tres abundan los contadores de cuentos que, en ruedas de boliche o cocina de estancia, van recreando, casi mágicamente, historias de albañiles o matreros, guitarreros, caminantes o siete oficios; historias menudas, mínimas, que sin embargo, hablan del hombre y su misterio. Una suerte de encantamiento envuelve estas historias de pago chico, historias donde reviven personajes y anécdotas que son parte del sutil entramado de los pequeños pueblos de campaña; el narrador oral es, entonces, algo así como un cronista, una forma de la memoria popular que preserva esos pequeños acontecimientos, parte fundamental de la propia identidad del pago. Y esto es lo que da la real dimensión de este fenómeno: todo pueblo que se precie de tal, tiene, de una forma u otra, sus propios contadores de cuentos. Pero curiosamente muy pocas veces se emprende la tarea de recoger, de recopilar esa formidable veta de la literatura oral; el propio Obaldía lo ha hecho en su "Habla del pago", cuidadoso repaso de las voces más características de su Treinta y Tres natal, y también en sus "Veinte mentiras de verdad". Ahora continúa con los cuentos que el lector tiene entre manos.

Algunas cosas parecen tener en común estas originales formas de la literatura: a partir de una aguda observación de la realidad, los personajes son definidos con trazos breves y precisos; la naturaleza -no olvidemos que son historias de pequeños pueblos de campaña- está presente como un espacio único e invalorable. Pero, en última instancia, es el humor el que termina de tejer este entramado de cercanías afectivas, de vínculos que conforman el paisaje, la identidad misma del pago.
El humor es simple, claro. A partir de una cálida mirada, que envuelve a sus protagonistas, apenas se exagera una característica (el amarrete, el calentón, el mentiroso) y ella sola construye el relato. No existe maldad, ni rebuscamiento literario, todo transcurre en una atmósfera límpida, clara: cuentos simples que hablan del terruño, de una comarca que la memoria evoca como, supongo, todos acariciamos recuerdos de los tiempos pasados.

La mayor parte de estos textos fueron publicados, ilustrados por Carlos Pierri (1926-1993), en el semanario Brecha. Hemos creído importante incluir los dibujos de Pierri como reconocimiento a un pintor, diseñador gráfico e ilustrador que con trazo expresivo y nítido -incluso con humor deliciosamente ingenuo- enriqueció la fresca propuesta del maestro Obaldía.

Alcides Abella
Como pata de olla
Ediciones de la Banda Oriental
Montevideo - 1998

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