Si usted lee un libro de cuentos puede encontrar que, aunque ellos sean del mismo autor, cada uno aparece distinto a los demás. Uno lo conmueve, otro simplemente lo entretiene, el siguiente lo hace reír y hasta puede aparecer el que lo aburra.
Con los que aquí encontrará puede ocurrir algo igual o apenas parecido pero, sin embargo, todos tienen algo que los iguala, un "rasgo prominente" como "cada comarca en la tierra" , según el viejo verso. Aunque lo conmuevan. No, no será para tanto pero aunque -ojalá- le llamen a la sonrisa o -¡Dios no lo permita!- alguno lo aburra, todos, sin excepción. tienen la condición, casi mérito, de ser breves. Cortos podríamos decir. Y hasta cortitos.
De aquí salió el título que los agrupa. "Como pata de olla" es el dicho que se emplea popularmente en nuestros pueblos y en la campaña, para referirse a algo corto, breve, para bien o para mal. ¿Quién no sabe?, dirán muchos. Pero nunca falta tampoco el que piense o diga que las ollas no tienen pata y por lo tanto que el dicho no tiene sentido, todo lo cual nos obliga a aclarar, por si hay aquél que necesita luz; la expresión se refiere a aquellas ollas de fierro fundido, las mejores para el pororó y el poroto, de boca de vuelo abierto que se cierra en elegante cintura para luego abombarse en amplia redoma, generoso seno de hervores y frituras. Las había, y las hay aún, de todo tamaño. Desde las para un "guisito carrero", hasta las enormes, llamadas "jaboneras" por ser las mejores para hacer en ellas el jabón casero, zaino oscuro, otrora el más común en nuestro campo.
Y esas tenían, tienen, patas. Y son cortitas. Justamente el "corte de cara" que distingue a los cuentos de este libro como miembros de una misma familia y el que nos hizo elegir o nos dictó el título.
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