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Coloquio cervantesco


Autor: Fernando Nebel Álvarez

                 QUIJOTE

Quiero salvar al débil que sucumbe,
Abrumada la frente de cadenas.
                  SANCHO

Medite mi señor, que para tanto

En peligro ha de estar vuestra cabeza.
                 QUIJOTE

Tú siempre tiemblas, corazón cobarde.
                  SANCHO
No es mi miedo el que os habla, es mi prudencia.
                  QUIJOTE

Pues sabe que soy sordo a tus razones,
Que a mi ver son del ánimo flaqueza;
Yo sólo aliento por trocar en humo

Las injusticias todas de la tierra.
                  SANCHO
¿Y el mundo en cambio qué os dará, decidme?
                  QUIJOTE

Admirará mi esfuerzo y mi fiereza.
                  SANCHO
¿Y qué os importa que os admire el mundo,
Si no ahuyenta su elogio a la Miseria

Que a vuestras puertas llamará imperiosa

Sin que puedan los lauros detenerla ?
                  QUIJOTE
Yo pienso en que los débiles sucumben,
En que hay viudas, y niños, y doncellas

Sin amparo en la vida, y que sus lágrimas

Deben ser enjugadas por mi diestra.
                  SANCHO

Pero haréis encrespar al poderoso,
Que contra vos dirigirá su fuerza.
                  QUIJOTE
Le venceré.
                  SANCHO

¡Son miles contra uno!

                  QUIJOTE

Pero a ese uno, el derecho le sustenta,
El derecho invencible, sabes Sancho?
                  SANCHO
¡Palabras, mi señor, palabras huecas!
                  QUIJOTE

¿Qué dices, monstruo?                 

 

                  SANCHO
La verdad os digo,
Oponiendo a los sueños la certeza.
                 QUIJOTE
No intentes convencerme, porque nunca

Acallará el discurso á mi conciencia,
Y ella me dice que lo que hago es justo
E inspirado en el bien, que siempre eleva.
                  SANCHO
Un bien que es vuestro mal, no lo concibo;

Volar para caer ¡grande demencia!
                 QUIJOTE

No es eso, no, volar para embriagarse

Con la luz del Ideal, la luz suprema;
Para llegar, del hipogrifo en alas,
Allá, donde se encienden las estrellas.
                  SANCHO

Señor, ya desvariáis.

                 QUIJOTE
No desvarío,
Me levanto del polvo de la tierra,
Y tú a ella te adhieres, cual las rocas

Que al ave ven pasar sin comprenderla.
                  SANCHO

Pero yo vivo alegre, y en la noche

Duermo tranquilo, mientras vos en vela

Estáis, con el caballo de la brida,
Sin saber de descanso ni de tregua.
                 QUIJOTE

Yo tengo que abatir á las legiones

De los soberbios, que alzan su cabeza

Cual víboras henchidas de veneno ;
Yo tengo que velar junto á las puertas

Que defienden al pobre, al desvalido,
Al que llora en la sombra sus tristezas,
Yo debo sostener al que vacila
Y conducirlo por la recta senda;
Es esta mi misión, misión honrosa,
Que ni pide, ni quiere recompensa.
                  SANCHO

No os entiendo, señor.
                 QUIJOTE
Entonces calla
Y no agraves tu ingénita rudeza;
Ahora comprendo que eres barro sólo,
Y á los astros, el barro no refleja.

 

Fernando Nebel Álvarez
Revista "Bohemia" Suplemento del Nº 41

Montevideo, 15 de agosto de 1910

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