Folklore y Canto Popular: ¿Nuestra música?
Un canto en muchas voces
Por Hamid Nazabay

Sabido es que todo lo referente a nuestro pasado, a nuestros ancestros, a nuestro devenir histórico y cultural, está basado en cierta “accidentalidad” histórica, y que no fuimos un pueblo “fundado” en el sentido estricto del término, sino que más bien los hechos históricos se fueron dando y llegamos a ser un “País Independiente”, o al menos eso nos han enseñado. Desde el punto de vista cultural e intelectual tampoco escapamos a esta regla y, por tanto, el proceso que en éste terreno se da, bebe de fuentes europeas para consolidarse como tal. Cargamos desde siempre con el estigma de la colonización. Sin embargo nos las hemos “ingeniado” para contar, al día de hoy, con una cultura que nos es propia, basados en un eclecticismo que se fundamenta en las distintas corrientes inmigratorias que a nuestro país han llegado.

En lo que a música se refiere sucede algo similar, aunque el pueblo ofició de filtro con muchas formas musicales, que venidas de Europa, se fueron “folklorizando” y conformando así un panorama musical propio. Por mediados del siglo XIX, distintos ritmos musicales, canciones y danzas, ya se practicaban en nuestro país. Estas se bailaban en los salones de las clases más pudientes y las canciones se cantaban en las “Casas de Comedias” (teatros de entonces) a las que no accedía todo el pueblo.

Los campesinos comenzaron a tomar todas estas manifestaciones musicales y comenzaron a adaptarlas para expresar sus sentimientos, alegrías y tristezas. De aquí nacen diferentes ritmos que con el tiempo, distintos músicos y cantores populares han utilizado para decir sus cosas, como por ejemplo: la milonga, el estilo, la cifra, el cielito, el vals criollo, la vidalita, la polca canaria, etc.

Con este “arsenal” folklórico, más la poesía épica y patriótica que en ese entonces, debido a los aconteceres históricos se producía, surge la arquetípica figura del “payador gaucho”, que con su canto y su guitarra reivindica a la patria y protesta contra la dominación extranjera. Este payador con el tiempo se profesionalizará e irá perdiendo su sentido ancestral y lamentablemente lo perderá para siempre, salvo contadísimas excepciones en el siglo XX y en la actualidad. La línea temática era otra y ya no trataba sobre la reivindicación de una patria libre, el motivo era la diversión, el pasatiempo o el artilugio competitivo. El más famoso en esta etapa es el argentino Gabino Ezeiza (1858-1916), a quien, entre otras cosas, le agradaba agasajar políticos y personalidades de la época con su canto.

En líneas generales, y resumidamente, estas son las bases de nuestra música, la cual es de raíz netamente folklórica y ligada a lo campesino, puesto que el tango viene después y es hijo de la milonga, que es una forma musical vernácula, y el candombe es propiamente africano, aunque en realidad todos estos factores confluyen y no es que se forma éste o aquél ritmo musical aisladamente de los otros.

Ahora bien, después de un largo vacío, todos estos ritmos son retomados en el Uruguay por la década del ’60 (siglo XX), cuando se realiza una explosión de la música de base folklórica  argentina, la que influenció fuertemente a los jóvenes intérpretes uruguayos que sólo cantaban zambas y chacareras. Así surge en nuestro país la figura de Osiris Rodríguez Castillos imponiéndose con una temática propia referida a lo uruguayo en toda su dimensión histórica y social, y genera un “efecto rebote”, pasando los intérpretes argentinos a grabar sus canciones. En esta primera etapa, de consolidación de un Canto Popular Uruguayo, se sumarán a él nombres como Víctor Lima, Aníbal Sampayo, Eustaquio Sosa, Anselmo Grau, entre otros; los que sentarán las bases para que la generación de Daniel Viglietti, Los Olimareños, Alfredo Zitarrosa, Marcos Velásquez, José Carbajal, entre otros, configuren un movimiento de canto popular propio, sustentado en sus ritmos musicales, en su historia y sus costumbres.

Nuestro canto popular sigue aún hoy luchando por su lugar y contra el olvido, y muchas veces debe apelar a un producto comercial que va en detrimento de la calidad poética y musical. De esta manera muchos de los referentes, autores y compositores a los que aludimos, van quedando en el olvido, los ritmos musicales tan bellos y propios de nuestro país van cayendo en desuso, dando paso a una “canción” que apela  tan sólo a lo recreativo dejando de lado, no sólo la poesía y el uso de nuestro lenguaje, sino también la conservación de nuestros elementos de identidad. 

Por Hamid Nazabay
Publicado en:
Semanario del Plata (pág. 11), Año 1, Nº 13 (28 de marzo 2008)
Rosario, Colonia

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