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Todos los paisajes


Lucio Muniz
 emmege@vera.com.uy

1

La música y los paisajes se unen en perfecta  armonía. Escucho un rumor de hojas que se entrelazan, algunas luciendo un verde intenso, creciendo vigorosas recorridas por la savia, otras, mostrando señales que semejan cicatrices y ostentando los bordes quemados, tal fueran a secarse. Mirando las hojas viene a mi memoria la oquedad de un monte en el que se aprieta y alza una la arboleda en su sueño maderero y donde todo lo que existe dobla en tamaño muchas veces lo que acá miro. Recuerdo fielmente lo allí visto y lo comparo con estas plantas que pese al parcial abandono igual crecen en un modesto montón de tierra. Simultáneamente me llega el sonido de un teclado en que desfilan notas en un parentesco con el viento que agita el jardín y que huye. Algo rima en el aire que en su temblor familiariza con el sonido y andar de las olas en repetición constante.

2

Creo ver notas colgadas de las ramas, hurgando entre las hojas junto a flores que se abren y ventilan los sedosos pétalos. Pero hay otro aire que me va invadiendo interiormente. Las frases musicales agudizan mi atención y se abre la puerta de otra zona. El sonido actúa como vehículo uniendo el ahora y los ayeres. Eso me enfrenta a rostros y sonrisas que aparecen en un sector de los recuerdos. No es raro que llegado a ese punto comience a ubicar rastros de mi niñez lejana y feliz en  que ando descalzo sobre las arenas de la playa a la vez que escucho cómo las notas de un piano se suben al vuelo de los pájaros y todo parece tocarse. El oleaje rima con el viento que los empuja en su vaivén y continua sonrisa de sal.

Ahora está pleno el mar que sabe de lejanías, de distancias y de temblores bajo cielo de nubes apretadas, oscuras, amenazantes como carcajadas de huracanes donde saltan embarcaciones y vuelven a flotar como menudas cáscaras. En la ventana las hojas tímidas sobreviven humedecidas de luz que se derrama y que ilumina bajo ese cielo que muestra la fragilidad de algunas nubes. Una escala en el teclado domina el momento y rumorea cristales, gotas de luces, cuando  el sol juega estirándose y llega  a todos los rincones. Tomo una hoja imaginándola en otra dimensión, mostrando fibras de final tejido luego de verter la humedad y transformarse. La veo en mi mano y la supongo un resumen de la flora, como un canto a la vida. Ella en su pequeña estatura también guarda secretos como el cielo a veces impecable cuando ostenta azules infinitos, o el campo que en su imponencia sabe la verdura y el galope de la serranía, y para crecer solamente precisa un mínimo espacio en la tierra, colgada de una rama. En la pared, la sombra juega con el movimiento, creando figuras sobre los ladrillos alineados. Desde el receptor aumenta de volumen la libertad de las notas. llegando a zonas en que se estrellan derramando un chorro de cálidas aguas. En el mar el oleaje se repite y sacude vidrios que saltan vigorosos para saciar la sed inagotable de arenas que el soplo del aire seca y cambia de lugar. Y por momentos en la composición musical actúa el sonido grave y equilibrador para que todo transcurra naturalmente como el andar silencioso de los astros en la plenitud del Universo, en el que cada cual graba su página con el impulso de la sangre. En el vasto cielo, grita estridente el azul su canto inagotable y triunfal pregonando el color sobre ciudad y campo y cubriendo silencioso el rumor y la quietud aparente de océanos y mares.

3

El mediodía es un festín en el que surge la vida sobre la tierra en pequeños seres que van y que vienen indiferentes a mis ojos que los miran con asombro, cumpliendo su rol en el ejercicio de la vida, haciendo huella y trepando por las plantas, penetrando en las maderas que se llenan de pájaros siendo el escenario natural en el  que todas las aves gritan y danzan en festejo constante la libertad del vuelo. El teclado enmudece abusando los silencios con holgura de  infinito y entonces más se destaca el piar de los pájaros. Algunas notas parecen retener el dictado del pentagrama y el sonido crece y se impone arrollador en un pasaje sublime y es como si se abriera una gran tela temblando sobre el agua que se vuelve frenética creciendo  como el rodar del oleaje. Vibra un metal que parece hundirse como una espada en el torbellino de las olas. Los acordes y las escalas se suceden desde las manos del artista que muestra el alma del autor que interpreta y pone la suya intercalando sentimientos que se funden y confunden. Esa eclosión ,es  luminosa como la que viene de la altura en la que el silencio azula y se tiende sobre las cosas que suceden.

Todo revienta Vida.  Eso tal sucedía en los años de la niñez en que la luna se prendía a los pretiles, encendiendo al rodar la imaginación, las ganas de trepar por las escalas de la noche hasta tocarla y comenzar la etapa del gran viaje hasta un jardín nevado como una sinfonía alpina. Ese silencio, ése, ya lo he escuchado en toda su dimensión y su misterio, acariciando la soledad infinita de un bosque a medianoche. Vuelvo a encender la mirada en la montaña que asciende y que desciende natural como el murmullo de las sombras. Estoy viviendo una extraña sensación y a la espera de un suceso. Todo pende de la espera y de la hora. En mi mente crecen cosas parecidas a miedo desatado en la gravedad de violoncellos y la delgadez estridente de violines averiguando en la batuta de un reloj desconocido que rueda como la luna llena.

4   

Y se fueron las nubes que  colgaron casi un mes como un presagio. Era mirarlas y sentir depresión, ganas de sentarse junto al fuego y no salir, quedarse solo como un golpe de miedo en el costado que golpeaba lento. Siempre la lluvia colgando de las agujas de relojes ciegos para que no anduvieran, colgando en los grises del espacio solitario, y sintiendo un escozor que distraía y empañaba cualquier entusiasmo mínimo. Y acá en la tierra los árboles como queriendo perforar los grises con las delgadas ramas, sin poder volar y siempre atadas a  la raíz sin aprender las alas. Y el aire surcado por los pájaros que vendrían quién sabe de qué mares atravesando los espacios y los relojes de las estaciones.

5

Una música triste invade el aire desde la caja armónica de las cuerdas y sube desde los violines que pregonan el alma de Vivaldi.

Yo veo a un niño que mira tras los vidrios rectangulares de una ventana, las gotas que recorren la vidriera como un viaje de catarsis.

En la pared arden los leños en la hoguera y revientan súbita estrellas mientras el humo ocurre grismente y danza formando figuras voluptuosas que se deshacen. En los termómetros marca presencia el frío con su barba blanca y la  lluvia suena en verde sobre las hojas.

En un pequeño sector de nubes quiere asomar la luna que desaparece y vuelve a asomar tímidamente perforando charcos en estocada veloz.

6

He hecho esfuerzos por penetrar con la mirada esa imagen boscana en la que es todo placidez. Cierro los ojos y escucho el rumor de las hojas que al soplo del aire suenan con sonido propio, una cuerda que vibra colores y que se entrelaza con otras hasta lograr estridencia y comenzar un diálogo en el que caben sales y dulzores. He paladeado ese paisaje como un fruto que se derrama y sale de la hoja. Mis oídos captan desde lejos la vibración de metales cayendo en los líquenes y en relieves brillando un brillo intenso. En la arboleda como flores silvestres colgaban piedras preciosas y fulgurantes lanzando haces de colores múltiples. Simultáneamente una melodía Iba creciendo y recorría las plantas con pies descalzos y mojados, dejando zumo alrededor de los árboles. Alguien abría la voz y su garganta dibujaba los relieves de un poema escrito con flores de sangre. Qué riqueza acariciaba la mirada, casi diría que el paisaje alcanzaba la adultez para los ojos. Todo el frescor de la tierra saltaba en la pura delgadez de una cascada que al caer alisaba la dureza de las rocas.

7

Llegó la noche en puntas como una bailarina que recorre el escenario sin que su deslizamiento se note. La noche con su misterio en sombras. La noche con sus hilos de sueño por los que entramos en otra dimensión siempre nueva y vieja, novedosa y repetida. La noche que alcanza sus escalas para subir a un cielo de luces subterráneas .

Y antagónicamente, de las sombras nacen luces y manantial de pedrería. Y viajan como duendes altas lunas para encender océanos y mares y penetrar en los arroyos y los ríos y acariciar los témpanos y las zonas  nevadas, y prestar sus rayos para quitar los miedos de alguien que sucumbía a la soledad de la montaña y aprendía las profundas arrugas de la soledad.

Solo en las páginas de un libro se puede encontrar algo que rime el momento con los sentimientos de algún personaje en el que el lector pasional halla el fuego sagrado que consume la noche. Solo en la noche que recibe la voz que nace de la boca de una guitarra pulsada con los haces de la sombra, cuando el silencio es más silencio y se cuelan en la mente los meaculpa que recorren las  horas en blanco, cuando caen migajas de estrellas que roturan el espacio en relativa siembra.

8

Ahora ruge el cielo y la tormenta cubre las arenas que reciben el desembarco de altísimas olas. Es el imperio del sonido que rompe en la estridencia coral de la Novena Sinfonía de Beethoven
[1] o en el desgarro de la Sexta Sinfonía[2] proponiendo el furor del temporal. A cada golpe de timbal la atmósfera crece con el equilibrio de las cuerdas y los metales que semejan truenos en pleno mar embravecido que armonizan bajo la batuta de un cielo rápidamente iluminado por la esgrima de los relámpagos que curiosean hasta el infinito y se confunden con los rayos de un faro atravesando el telón de la noche, desde su redonda soledad de piedra.

9

Agua sobre agua, la lluvia se desgarra y cae en finas agujas sobre el mar y la tierra. Ahora comienza a llover mansamente y sin memoria del temporal cercano. Las notas pegan y ruedan en el vidrio, cerca de los ojos  asombrados de un niño. En su cara parece haber descendido la tersura del alba. Sus miradas trascienden la distancia y viajan por el bosque claro y se elevan en árboles que se agitan suavemente. Al fondo se entrecruzan los colores ocres del otoño, y toda la belleza de la tierra cabe en el espacio reducido de una mínima flor.
                                            28 de mayo 2016

Lucio Muniz
emmege@vera.com.uy

Enviado por el autor el día de hoy, 23 de julio del 2016, inédito en internet. Editado por el editor/propietario de Letras Uruguay https://twitter.com/echinope

[1]Ludwig van Beethoven · Sinfonía n.º 9 "Coral" · Completa.

 
Publicado el 20 dic. 2013

Sinfonía n.º 9 en Re menor, Op. 125, "Coral", de Ludwig van Beethoven, con sus 4 movimientos:

• Allegro ma non troppo, un poco maestoso
• Molto vivace - Presto (17:56)
• Adagio molto e cantabile (29:38)
• Presto: (Presto -- Allegro ma non troppo -- Vivace -- Adagio cantabile -- Allegro assai -- Presto: O Freunde) -- Allegro assai: Freude, schöner Götterfunken -- Alla marcia -- Allegro assai vivace: Froh, wie seine Sonnen -- Andante maestoso: Seid umschlungen, Millionen! -- Adagio ma non troppo, ma divoto: Ihr, stürzt nieder -- Allegro energico, sempre ben marcato: (Freude, schöner Götterfunken -- Seid umschlungen, Millionen!) -- Allegro ma non tanto: Freude, Tochter aus Elysium! -- Prestissimo, Maesteoso, Prestissimo: Seid umschlungen, Millionen! (46:00)


"La Música es una revelación más elevada que toda la sabiduría y la filosofía..." Ludwig van Beethoven.

"Feliz aquel que, habiendo aprendido a triunfar de todas las pasiones, pone su energía en el cumplimiento de los deberes que impone la vida sin inquietarse del resultado. El objetivo de tu esfuerzo debe ser la acción y no lo que esta genera. No seas de aquellos que, para actuar, necesitan de este estímulo: la esperanza de la recompensa. No dejes que tus días transcurran en la ociosidad. Sé laborioso, cumple tu deber, sin preocuparte de las consecuencias, de los resultados, beneficiosos o adversos. Esta indiferencia traerá de vuelta tu atención hacia las consideraciones espirituales. Busca un refugio solamente en la sabiduría, porque aferrarse a los resultados es causa de desgracia y de miseria. El verdadero sabio no se ocupa de lo que es bueno o malo ante el mundo. Razona siempre en este sentido: es el secreto de la vida." Ludwig van Beethoven

[2]Beethoven, Sinfonía Nº 6 ''Pastoral''. Wiener Philharmoniker, Christian Thielemann

 

 

 

 

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