Pentimento
poema de Lucio Muniz

Reviviendo las cosas familiares

me he puesto a mirar imágenes

y siento que soy un náufrago

andando a tientas como un ciego.

El núcleo familiar no alcanzó a ocho.

A seis llegamos bajo sol y luna

pisando con los pies sobre la tierra.

Ahora, solo quedamos dos;

somos las puntas que se tocan

en la herencia de vida.

Me he puesto a mirar imágenes,

     repito,

y es como si arribara hasta la orilla

sucediendo a un naufragio.

Ahora veo que hay en esa imagen

     tan solo uno

de los hermanos que murieron,

sin que los conociera.

¿Es Wáshington Jesús? ¿Tal vez César  Hilario?

Descubro la sonrisa candorosa;

una sonrisa tierna

     de ese niño

en brazos de mi madre,

cubierto en la blancura de un rebozo

seguramente elaborado por sus manos,

en el amparo de la casa

    donde los seis

       nacimos.

Descubro su sonrisa congelada

en la tercera década de un siglo.

Quizás era una tarde luminosa,

tal vez una mañana,

y había por delante un horizonte

dotado de alegrías.

    Más, que una simple imagen.

    Es más, esto que veo:

algo que el tiempo de poderosas alas

no borró todavía

algo que a seres que la miren

no habrá de producirles

    nada, nada,

pero que para mí

es figura de mi propia persona

y de todos los seres

que nacimos en diferentes tiempos.

     En esa foto

cabe la presencia

    de seis niños

abrigados por la compacta

y pálida estructura de la lana.

Estoy mirando imágenes

que guardan otras respiraciones.

¿Qué será de los árboles del fondo?

¿Adónde fue el aliento de sus hojas

y el perfume de sus flores abiertas?

Estoy mirando imágenes y pienso.

Mientras la tarde acá

viaja en carriles,

yo me sorprendo

cultivando plantas,

y la memoria sopla la ceniza

que distraía cosas verdaderas.

Estoy mirando imágenes y veo

cómo aparecen nítidos relieves,

aunque encandila enero, indiferente,

desplegando su antigua llamarada.

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