Pensándolo bien poema de Lucio Muniz |
Pensándolo bien (porque es muy necesario que pensemos) hay sobre la tierra tantos muertos de muerte, (de muerte y nada más que muerte) que no podemos aceptar esas noticias gringas que vienen a mentir los noticieros hablando del error, de cálculo mal hecho, de la imprecisión con que unas bombas, unos tanques, y apenas unos "pocos" millones y millones de balas hacen sobre los campos una fiesta de muerte, (de muerte que no importa), fiesta que puede hacer colgar en unos trajes el honor bruto de las condecoraciones, por la hazaña feroz de terminar en un instante con escuelas y hospitales, y con los puestos benignos en los que la Cruz Roja se empecina en levantar en alto su bandera. Pensándolo bien (que es necesario continuar pensando) cómo es que puede hablarse de bondades y mirando a los ojos y con llanto frente a los camarógrafos y flashes camuflarse con la careta del humano para salir triunfal tras los aplausos (y semi-ingenuidades) y luego imitar al pájaro en el vuelo de imponentes aviones, que llevan en sus vientres bucaneros el artero mensaje de cobardes y sucios bombardeos. Pensándolo bien (porque es preciso continuar pensando) en otras zonas las muertes de los hombres jamás han importado (vidas a contraflecha, a contraviento de generosidades, de ese mundo feliz que alguien proclama con corbata desde un informativo dando datos arteros de mercado; vidas a las que las ganancias no llegaron ni llegarán jamás porque hay aviones haciendo pirotecnias -y también piratecnias- en el cielo). Pensándolo bien (no es un secreto) que tras la muerte de los invadidos, los invasores robarán fortunas arrancadas a las entrañas de la tierra y henchidos de soberbia prepotente mostrarán triunfalistas las banderas y la inscripción falaz de sus pancartas. Pensándolo bien (pensemos y pensamos) estupor causa una fotografía en que dos niños se esconden tras el miedo de la madre, -enfrentando la fierametralleta de un soldado- con sus caras de seres sorprendidos por la posible muerte que mira agazapada desde el caño del arma, a la hora en que otros niños se abanican con las altas palmeras de una playa, y alguien predica AMOR y alguien tortura (y la tortura envicia al hombrefiera y lo corroe más que al metal puede oxidar el agua). Pensándolo bien da ganas de llorar todas las cosas feas de la tierra con lágrimas que arrasen con las penas, como húmedo acto de catarsis, como un limbo bajándonos del alma redimida en el llanto, o como flor ondeando al claro viento que nos haga elevar desde la tierra. |
poema de Lucio Muniz
Semanario "Siete sobre Siete".
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