Miraba algunas fotos |
He visto algunas fotos de gente que miraba el ojo de la cámara con terror, he visto el registro de lugares de miedo, sendas por las que tantos seres habían caminado hacia el fin de sus vidas entre alambres electrificados que enjaulaban. Rostros de niños y mujeres, de jóvenes y ancianos humillados por la bota de los mandamás absorbidos por el odio, prepotentes y soberbios en sus trajes gamados. He tenido, por una cinta impresa, memoriosa memoria del espanto, acá en una mañana que soleada traía otras propuestas con la luz generosa decorando las paredes de mi casa, oponiendo al paisaje mirado, otro paisaje. Y vi las lejanas estaciones y los trenes en el que tantos seres hicieron sin saber su último viaje, a la vez que, apartando la mirada, veía tan cercanas esas flores que humildes dan al aire la fragancia de pétalos que crecen, ignorando la brevedad y alcance de su aroma, contrastando lo visto en mi mirada con lo que vieron ojos que no existen, congelando visiones de ese tiempo que me llega en un pliego que intenta perdurar el horrendo momento para que el mundo sepa del espanto, para que las generaciones venideras aprendan cómo el hombre puede ser una fiera más fiera que la fiera y hacerle sin dolor a un semejante semejantes vejámenes. Pude ver unas vías que denunciaba el humo esfumándose al aire y confundido con el humo que de altas chimeneas evaporaba el cuerpo, el alma enlutecida y el miedo-pensamiento de unos seres Y me ha dolido el alma y he pensado qué suerte la de haber estado en esta latitud lejana de aquellas latitudes, y recordé que cuando a esos niños el terror los habitaba yo me criaba entre rosas y entre plátanos verdes, bajo el palio de un cielo luminoso que con su azul altura cobijaba, y trascurría a la hora de la siesta casi feliz, y andaban las abejas en el aire revoloteando y succionando flores y elaborando mieles. Miraba algunas fotos y creía que no podía suceder lo que miraba. Impotente en el centro del asombro, superado por tanta cobardía, y por tanta sonrisa cruelmente solapada, pronto a estallar mirando los escombros bordeando el llanto, enmudecidamente estaba. Cómo podía imaginar, que personal y colectiva, entre nosotros, hoy habría parecida otra memoria cimentada en delaciones y en terror; el victimario, como tigre observaba agazapado y camuflado detrás de oscura lente y confundido andando, entre la gente, grupos y nombres registraba. De esa penosa y abultada lista, yo sería también, protagonista. |
poema de Lucio Muniz 26 de abril 2008
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