Memorias de un viaje
Introducción
por
Lucio Muníz

Como breve resumen de un viaje realizado a Europa concluyo en que, no es fácil expresar lo que se siente visitando los museos que guardan joyas realizadas por pintores, escultores, arquitectos, orfebres, dibujantes, grabadores y luthiers, de la época de oro del Renacimiento, y de antes y después. No es fácil aunque se esté en el mundo de la palabra como a mí me sucede. Si el viaje que hice y que estoy registrando me ha importado tanto, es porque ha sido profundamente removedor. Es como si su realización hubiera estado programada desde siempre y se hubiera al fin cumplido.

 

Estuve en la Europa milenaria, en los lugares que fueron invadidos y en los que cada cultura dejó huella de su presencia. Fenicios, cartagineses, romanos, árabes, etc. con sus características culturales, tomaron lo conquistado por la fuerza y dejaron tiras de lo suyo, imponiendo el saqueo pero también aportando en el arte, el idioma, las costumbres y religiones y demás elementos que hacen a la vida de los pueblos. Me ha conmovido estar  en muchos lugares donde al haber vestigios de lo dicho, parecería que se ve y se toca la Historia.

 

Lo que me produjo una sensación de pequeñez fue la naturaleza en su vigor, riqueza, esplendor, admirando sus montañas, hondonadas, valles, cascadas, ríos ofreciendo el espectáculo constante de un paisaje cambiante y siempre hermoso. Esto, junto con la mano del Hombre creando ciudades, puentes, edificios, monumentos, y obra artística de enorme valor, variada y expresiva, me conmovió profundamente, haciendo que tañeran las cuerdas de mi sensibilidad en continuas vibraciones.

 

No me es posible elegir entre lo natural y lo creado por hombres como yo, porque son cosas distintas. En las dos manifestaciones parece estar la mano de Dios como fuente suprema. Lo religioso trasciende el arte y el arte trasciende lo, y por lo religioso. La figura de Cristo es una especie de Bien y de Don, repartido. Cristo es más que la cruz, y la cruz es Cristo hasta sin su  figura. Cristo es el Hombre y más que el Hombre, y el arte lo humaniza.

 

En el arte se expresa pasión, devoción, entrega, admiración, profundidad y belleza, por encima de lo estrictamente religioso, por el símbolo que Cristo significa, que es capacidad de amor y de respeto, de fe y de esperanza, de solidaridad en su máxima expresión. En suma, del misterio de existir con y sin respuesta, pero averiguando en el ejercicio de Ser y de Estar; herederos y portadores de dudas y certezas, palpitando en la condición suprema de VIVIR.

por Lucio Muníz
 

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