José Luis Guerra: "pescar" y cosa... |
Fue integrante de Los
Olimareños. Su discografía asciende a 44 discos con el dúo y dos en carácter
de solista. Es también autor y actualmente canta solo. Por razones de su
profesión ha viajado principalmente por las tres Américas y Europa. Nació
en Treinta y Tres hace 47 años y actualmente reside en Shangrilá. L.
M. ¿Qué me podes decir de la disolución del dúo? J. L. G. Yo
creo que Braulio ha dicho suficiente, ¿no? El habló por su lado y yo no
quiero agregar más porque creo que se trata de algo extra artístico. Los
Olimareños valen por lo que cantan, por lo que hicieron, por su
trayectoria, por su cosa; ponele por el buen gusto para elegir el
repertorio o porque las voces se amalgamaban bien. En último caso por un
misterio indescifrable, ¿me entendés? Eeeh... yo creo que eso es lo más
importante de la cosa y lo demás me parece que, no sé... explicar cosas
me parece medio chabacano, ¿no? —Vos
no querés hablar de eso. —No, no. —Entonces
hablemos del dúo, de la trayectoria, de vos. ¿Cuáles son los comienzos,
se juntan en "Paisajes del mundo"? —Sí, Braulio
estaba ahí, eso era un grupo. En esa época "33" vivía un
movimiento cultural muy lindo y no solamente en materia de canto, sino
también a nivel teatral, de pintura; fue una especie de renacimiento que
tuvo "33" en ese tiempo. Ahí cayó Víctor Lima, ¿eh? que
removió un poco la gente de allí. —Encendió
una llamita. —Encendió
una llamita. Por ejemplo Rubén Lena es un producto de Víctor Lima. El
mismo lo dice: "Si no hubiera sido por Lima tal vez yo no hubiera
hecho canciones". —Estuvo
influido por Lima del que también fue amigo. —Yo no sé si
influido en la parte literaria o en la parte de "la cosa"; Víctor
Lima removió la cosa y empujaba a la gente, este... a que hiciera eso tan
lindo de la canción popular, ¿no? —Para
mí, él y Osiris Rodríguez Castillo son los padres del Canto Popular. —Sí, gente
importantísima. Y no te olvides que en Treinta y Tres también
Yupanqui... estuvo viviendo en "33", ¿eh? No sé... cerca de un
año estuvo viviendo. La otra vez me encontré con Yupanqui en Berlín en
un festival, y el viejo me hablaba de... me preguntaba por "La vaca
azul", por ejemplo; me hablaba del río; muy conocedor de la gente;
quiere decir que "33" atraía, ¿no? Supongo que hay algo
misterioso... Víctor Lima, por qué se quedó en "33" tanto
tiempo, ¿eh? Porque se podía haber quedado en otro lado, en otro
departamento o en su Salto mismo. —Hablame
de "Paisajes del mundo". —Había un
cuerpo de baile que hacía danzas folklóricas; yo cuando eso cantaba por
mi lado, tenía una audición y me acompañaba Enrique Villar en la
guitarra... este... en la difusora; y me iba muy bien, así. Pero una
vuelta me invitaron a integrar "Paisajes del mundo". Ahí estaba
el "Carau" Peralta, Pimienta, Rubito Aldabe. —¿Sánchez
también? —No, Sánchez
fue después, una integración muy corta que tuvo con el dúo. —Sánchez,
Aldabe, Braulio y vos... —Sí, hubo
algo, no me acuerdo muy bien, pero hubo una época en que estuvieron Sánchez
y Rubito. Bueno, y fue en una fiesta en campaña que se nos dio por cantar juntos y ahí salió el rematador, ¿cómo es? el de bigote, no
recuerdo el nombre, que nos pagaba una audición y salimos cantando en la
radio. En ese tiempo yo también iba al museo, ¿verdad? al de Bellas
Artes. —Estaba
el "Flaco" De Andrés. —De Andrés,
Manuelito Sosa, Ramón Romero, Zulma Lago... todos bajo la dirección del
gran Mancebo Rojas, ese tipo tan especial que era Aramis, ¿no? Una vuelta
yo estaba haciendo un dibujo de unos ojos y Mancebo me dice -Mancebo
hablaba así- (acá Pepe lo imita en su forma de hablar un tanto
ronca)"-... Está -dice- está perfecto". Digo: "-Pero
maestro, cómo va a estar perfecto... entonces no vengo más acá a
aprender a dibujar". -No, no, está
perfecto. -Entonces no
vengo más. -No, no, siga
viniendo. -No, entonces
no vengo más. -No, siga
viniendo, por las dudas. Así que se ve
que lo que yo hacía no estaba tan perfecto, ¿no? Había que corregir y
cosa... (risas). Era un ambiente muy lindo y creativo. —¿Y
la presencia del "Laucha"? —Yo lo conocía
de verlo de gurí chico en los tablados con el "Carau" y con
Marino, que tenían un conjunto, no sé... "Los troperos del
este" o algo así no sé... y sabes que mi escuela y en un todo fue a
través de la guitarra; lo que le copiaba al "Negro" Pimienta,
al "Carau". En aquel tiempo era echarle el ojo a los punteos y a
la cosa, ¿me entendés? y... acompañaba en los quilombos al
"Paco" Larrosa, ¿me entendés? Noches interminables, porque
mientras uno tocara las parejas bailaban. Con el "Carau" tocábamos
en los quilombos a dos guitarras, nomás. Me acuerdo que nos quedaban los
dedos con unas canaletas azules de darle toda la noche, meta guitarra.
Entonces, ahí aprendías algo o no aprendías nada, ¿entendés? De ahí
tal vez viene el "toque" ese que la gente dice del dedo macho,
el recurso de uno... —El
dedazo con el pulgar. —El pulgar,
claro. Una vuelta vinimos a unas clases con Rapat, ¿no? y Rapat decía:
-"Eso yo no se lo puedo tocar a usted" decía, "el punteo,
eso no se lo puedo tocar, -dice- porque eso viene del monte; y eso no se
lo puedo corregir a usté". Era el punteo del "Adiós amargo al
"Carau" Peralta"... —Lo
creía auténtico. —Sí, y eso
hablaba a las claras de la calidad de Rapat para entender la cosa, ¿eh?
Bueno, tuvimos también unas clases de canto con Mibelli; Américo
Mibelli, un gran maestro de vocalización que nos decía que él nos podía
ayudar -sobre todo a Braulio-en mantener la voz firme y a no cansar la
garganta; y eso nos sirvió hasta ahora, ¿entendés? este... a hacer unos
ejercicios y cosa; pero él no quería tocar... no quería que nosotros fuésemos
cantores líricos, este... porque íbamos a perder todo, ¿no? Todo lo que
traíamos. Bueno, y en materia de guitarra, con los guitarreros de allá...
este... y nos juntamos con Braulio en "Paisajes del mundo".
Braulio tocaba el bombo; un bombo que le había hecho el "Negro"
"Bencha" Rodríguez, que era mimbrero; un bombo extrañísimo,
por que no se conocía en la historia de ese instrumento que tuviera el
aro de mimbre (risas) pero el "Bencha" le había puesto una
guarda (risas) y no era un bombo del Altiplano, era de "33", nomás.
Este... y tocó años el bombo; después empezó a "agarrar" la
guitarra y empezamos a hacer cosas, pero las primeras grabaciones fueron
con bombo. —Hablame
de los encuentros con el público, ¿qué actuación emocionante en
aquellos tiempos? —No sabría
decirte; no sé... —Ya
en Montevideo les dio una gran mano Rubén Castillo. —Sí. Y antes
que Castillo, Alejandro Artagaveytia en la 14. —¿En
el programa "Noche adentro"? —En el
programa "Noche adentro" y sabes que nosotros veníamos con una
carta de recomendación del "Rublo" Lena para Infantino, en
"El Espectador", que él era el director de programaciones.
Bueno, y ahí estaba Artagaveytia que tenía sus audiciones y cosa, y nos
hizo grabar en los estudios de la radio, este, y nos consiguió un
auspicio de Alpargatas de quince días y todavía nos preguntaba: "de
dónde van a sacar repertorio, -dice-, porque cuántas canciones tienen
ustedes?" Y él creía que teníamos 10 canciones y resulta que teníamos
como 100, ¿me entendés? zambas de Víctor Lima, carnavalitos, de todo;
recuerdo que se quedó bastante asombrado Artagaveytia: "-¡Pah! ¿tantas
canciones tienen?" "-Y sí..." hechas así, al galope, pero
teníamos. —¿Y
Carlitos Porrini? —A Carlitos
Porrini no lo conocimos nosotros. —Tuvo
un accidente. —Sí. Un tipo
interesante que pintaba ser un escritor bárbaro de canciones y cosas que
tenía... preciosas son, ¿no? El "Tronco de molle" y el
"Paco" Bilbao y otros le habían editado un librito y de ahí
sacamos unas canciones. Ya había entrado a tallar en el repertorio de Los
Olimareños, Víctor Lima y después el "Rubio" Lena. —Eustaquio
Sosa... —Eustaquio, sí.
"Lejos de "33" fue la primer pegadita que hubo acá, ¿eh?
Después grabamos otro disco chico, el segundo disco, que tenía
"Huella en batalla"; "A don José"; "De
cojinillo" y el "Orejano" hay que seguirla cantando porque
si no el público te pega. Este... después vinieron los avatares acá en
Montevideo, nosotros creíamos que con las audiciones tocábamos el cielo
con las manos. Pero vino el bajón porque no dejábamos de ser unos
tristes desconocidos y ahí empezó la lucha, ¿no? Sobre todo andando en
el interior. Hacíamos unas giras en tren; salía un representante que teníamos
que se llamaba Kekligián, que era mecánico dentista. El iba adelante
haciendo pueblos, hablando con la gente, y después íbamos nosotros en
tren. Eran patriadas, ¿no? Porque iba poca gente a los recitales. En
aquel tiempo se usaba poco eso, ¿no? No vayas a creer que... y de a
poquito se fue armando la cosa, ¿no? —El
primera viaje al exterior, ¿fue a la Argentina? —Sí, sí; a
la Argentina. Nos invitó el "Turco" Cafrune. Nosotros cantábamos
en "La Sombrilla" y él vino a cantar y nos invitó. Esa fue una
de las experiencias buenísimas que tuvimos. —¿No
andaba también Chalar con ustedes? —Sí, una
vuelta anduvo con nosotros. Fue una vuelta a Córdoba invitado por el
"Turco". Pero la gira primera que te digo fue en el año 63, por
ahí. Una gira de meses, pueblo por pueblo, una experiencia brutal. —Les
dio una buena mano. —Si, ipah! —El
gusto por cantar ¿venía de tu familia? —En mi casa
había una tía que tocaba la guitarra. Mi padre también, era guitarrero
de estilos, y cosa, este... —¿Esa
fue tu primera guitarra? —No, mi viejo
no tenía guitarra, no era que tocara siempre, yo lo vi pocas veces
guitarrear. A mí la primera guitarra buena me la regalaron por iniciativa
de Blanca Bacelo y ahí colaboraron con dinero el doctor Morales, creo que
Pena López y otra gente. Me regalaron una Menichini que fue la mejor
guitarra que he tenido, con unos bajos profundos que no logré hallar en
otra. Esa guitarra se rompió en un viaje a Canadá por el cambio violento
de temperatura. La tengo guardada, pero... y vos sabes que mi padre siempre me decía:
"-Vos vas a tener cien oficios y mil necesidades". Porque yo hacía
el liceo y a la vez un curso de dibujos animados en la Continental School
que lo terminé y todo; aquel curso de los macaquitos que se hacia por
correspondencia y además iba al museo y también le daba a la guitarra, y
el viejo me veía hacer varias cosas y me decía eso. —¿Terminaste
el liceo? —No,
hice hasta tercero porque después nos vinimos para Montevideo con
Braulio. En aquel momento era una inconciencia porque era largarse al agua
sin saber lo que iba a pasar. Todavía Zitarrosa no empezaba a tallar,
creo que andaba por Perú. —En
el 63 estaba en Perú trabajando como periodista. Pero antes había estado
cantando en Córdoba. —No,
pero te digo cantando acá, que se hiciera conocer, ¿no? —El
grabó para el sello Tonal un disco chiquito a fines del 65 o principios
del 66, año este en que salió su primer larga duración pasada la mitad
del año. —Andaba
Osiris, Viglietti, Amalia de la Vega desde antes. —Anselmo
Grau, Los Carreteros, y desde antes Los Hermanos Gamarra. —Roberto
Rodríguez Luna, venía Rogelio Araya. —Argentino,
me acuerdo, el de la milonga "El último viaje". —Sí,
y los Gamarra iban a "33". —Yo
los vi acá por los años 49-5O en el Teatro de Verano "Tres
Esquinas" en tiempo de carnaval. —Y
por ahí se fue gestando eso que hoy se llama Canto Popular, ¿no? Después
en Melo una vuelta me encuentro con el "Flaco" Tabaré
Etcheverry, él integraba el conjunto "Los Pilareños" y el
conjunto andaba poco, allá, no sé qué, y le digo: "-Flaco, ándate
p'allá, andate a laburar como solista, allá tenés la vinería pa
laburar y cosa..." y el flaco se fue como solista, ahí. —Washington
Carrasco era de los que andaba, también. —Washington
Carrasco, también. —En
la vinería "De cojinillo" fue donde yo vi cantar por primera
vez a Los Zucará, que no se me despintaron más por el contraste: uno muy
alto y el otro bajito. —Como
Simón y Garfunkel (risas) —Benitín
y Eneas... y decime algo de los viajes al exterior. —Eso
siempre a nivel de gente uruguaya que andaba por ahí y llevaba al dúo.
Muy pocas veces hemos salido por contactos que no son uruguayos, ¿no? —Vos
viviste en España y en México. —Primero
en España, en Barcelona, unos tres o cuatro años y después en México más
o menos el mismo tiempo. No me acuerdo muy bien porque no tengo mucha
precisión para las fechas ni los años. Ya en México te sentías más en
tu casa, porque en España estábamos en Barcelona, y el catalán es un
tipo muy especial, ¿no? Muy nacionalista de lo de ellos y cosas de esas,
¿no? eeeh... supongo que si hubieras caído en Andalucía, ¿eh? hubiera
sido otro cantar no sé; trabajábamos más en Europa que en la misma España.
Viajábamos muchísimo. También algo en España. En ese tiempo ya había
muchos uruguayos exilados. —¿Y
en Barcelona vos tenías noticias de Torres García y de Barradas? —Claro,
sí, por supuesto; este... Torres García... las cosas que decía el viejo
no solamente valían para la pintura, me acuerdo de haberlo leído en la
época del museo, en "33", los conceptos sobre arte. Torres decía:
"con la sencillez lograr la belleza" y eso hasta ahora yo lo
aplico cuando voy a hacer un punteo en la guitarra, una letra y cosa... —¿Qué
poeta te importa de los españoles? ,—Casi
todos tienen su, su... —¿Alguno
en especial? —León Felipe
y Antonio Machado. —León
Felipe estuvo en "33". —Sí. Tenía
un poema que hablaba de la silla: "dónde está mi silla, dónde está
mi silla..." y fue el Turco" Helal y le alcanzó una (risas). —Ya
me lo habían contado (risas). Decime, vos cuando muchacho no eras de
andar en el Centro Democrático ni en el Progreso, estabas más cerca de
ambientes más populares, ¿no? —Antes de Los
Olimareños yo integré dos orquestas: una era Los Rumberos, que el
director -no sé si vos te acordás- era Benítez, un saxofonista y después
con Swao un pianista. Y yo cantaba en el Democrático con Los Rumberos y
tocaba las maracas. En ese tiempo hacía cosas increíbles que no me
animaría a hacer ahora, por ejemplo, yo tenía que salir por la pista con
las maracas cuando la gente no bailaba, ¿no? para animarla a bailar;
cosas de esas que ahora no... después hice un dúo con Waldemar Sacía:
Los Cumanaqueños, este... salíamos por los pueblos a cantar con el
Waldemar y cuando iba mal la cosa en el canto, Waldemar desafiaba a algún
parroquiano a jugar al casín. Al Waldemar una vez lo vi hacer 200
carambolas. Entonces este... a veces se ponía a jugar conmigo; yo le
ganaba una mesa que él se dejaba ganar, ¿no? los paisanos observaban.
Siempre "picaba" uno, ¿me entendés? y con eso salvábamos el
hotel, salvábamos los gastos, porque Los Cumanaqueños cantábamos en los
clubes, en los boliches, ¿no? y cosa... y si sabíamos que había billar,
mejor, porque así estaba salvada la cosa (risas). —Pero
vos no eras individuo del centro. —No, no.
Bailes, sí, pero del Comercial, del Club de los Negros, de los quilombos,
¿no? allí iba y guitarreaba. —¿Y
Rubito Díaz Castillo? —Rubito Díaz
fue el primer profesor de guitarra que tuve yo. Resulta que yo estaba en
la escuela -tenía no sé si 12 años- y la maestra Beba Zabala de Baladán
-yo cantaba en el corito- me dijo: "-Pepito, por qué no te animas a
cantar para la fiesta de fin de curso una zamba de Yupanqui (acá Pepe se
pone a cantar: "Yo no le canto a la luna") tú no te animarías
a aprenderla y a cantarla, ¿sabes qué? le podríamos decir a tu primo
Rubito Díaz que te pase unos tonos" y me pasó. La; Dominante La;
Re; Dominante Re; y yo en la fiesta entonces canté "Luna
tucumana". Ese fue mi primer contacto con la guitarra. Mi
"viejo" me compró una guitarra para esa fiesta que le costó 15
pesos, con un sacrificio bárbaro y yo lo primero que hice fue quemarle
todos los bordes para que quedara más linda (risas); bueno, decime, vos
fuiste el que le limaste el brazo porque era muy grueso, ¿no? —No, yo no. —¡Ah!
no, fue Marcos Velázquez que le pasó una escofina. Ahí fue donde yo
agarré la guitarra y a veces mi viejo tocaba algo, cosas que se iban
transmitiendo de la familia... —¿Qué
te dice el apellido Gaudí? —Conocía un
Gaudí en Salto. —No,
no, yo me refiero a Barcelona. —¡Pah!
bueno, un arquitecto de la "gran siete". Vi todo lo de él, que
está desparramado por toda Barcelona, ¿no? Porque su arquitectura además
de que fue totalmente original, -a veces ser original no te sirve de nada
si no tenés belleza, si no tenés armonía en lo que estás haciendo-
Gaudí fue original porque fue totalmente loco para la forma, pero con una
armonía, con una delicadeza brutal, ¿no? Al que conocí allá que me
impactó fue al viejito Miró. —Joan
Miró. —Sí, este... y lo vi trabajar, no sé...
parecía que estaba tirando pintura al garete ahí
y cuando terminaba, aquello era una cosa impresionante. Yo creo que
esos tipos ya vienen de chiquitos, ¿no? con esa cosa. Yo creo que el
poeta, el pintor, pueden estudiar mucho técnicas, ¿eh? Un buen
guitarrista puede estudiar mucho la técnica de la guitarra, pero si no le
baja el alma a los dedos no pasa nada. Yo creo que eso de transmitir lo
que uno siente interiormente, esa capacidad, esa cosa misteriosa, creo que
se nace. Es como un jugador de fútbol, podrá tener un buen técnico,
pero la creación se hace dentro de la cancha. Un buen jugador vos lo ves
entrar a la cancha y sabes que algo va a hacer, por el paso, por el
caminar; tienen un algo, ¿no? Lo que hablamos hoy de lo sencillo, fíjate
Miró que cosa sencilla lo que hace y más grandiosa a la vez, ¿no? Es
igual que un actor, podrá haber estudiado mucho arte dramático, habrá
salido primero en todo, pero si no transmite aquello... —¿Tuviste
oportunidad de conocer a Soledad Bravo? —Sí, en
festivales o en algún recital artístico en Venezuela. En Venezuela me
gustaba ir a los boliches donde cantaban los llaneros, el típico conjunto
de arpa, cuatro y maraca. Me pasaba en esos boliches. Me parece una música
lindísima, originalísima y con grandes letristas. He estado con Serrat,
con Paco Ibáñez, Raymond y otros catalanes que no simpatizaban mucho con
Serrat porque no cantaba en catalán. —Volviendo
en el tiempo, ¿te acordás de algún maestro escolar que haya sido guía? —La directora
de la "Escuela al aire libre" allá en el barrio "La
Floresta", Beba Zabala de Baladán. Lo que sucedía en esa escuela
era muy especial. Los niños estaban todo el día ahí; se sesteaba en el
cobertizo de afuera; una vez por semana se iba al dentista; esa escuela
era para niños débiles, ¿me entendés? y mi vieja era muy amiga de la
directora y como la escuela hacía todos los años un viaje a Piriápolis
a mí me mandó "la vieja" para que fuera yo también adonde van
todas las "Escuelas al aire libre". Ahí fue donde vi por
primera vez el mar que me pareció una cosa impresionante, ¿no? Uno
acostumbrado a la cosa cerquita del río, del arroyito... y el mar es una
cosa impactante. En la escuela se hacía mucho dibujo, te incentivaban de
manera natural hacia el arte y había unos dibujantes bárbaros como
Melgarejo. Los trabajos, al revés de otras escuelas se hacían con mayor
libertad, sin horario. Y vos sabes que yo tenía un problema porque
siempre fui colorau de cara, ¿me entendés? y claro, los niños que iban
eran débiles y yo no parecía muy debilucho con aquellos colores, y
resulta que iban inspectores para ver cómo estaban los alumnos, porque
allí se comía bien y te obligaban. Y venía el inspector a pasar revista
y me acuerdo que yo no sabía cómo hacer para ponerme pálido y como me
daba vergüenza, me ponía más colorau de cara (risas). Estuve varios años
ahí, por la amistad que te dije, pero un día no se aguantó más y me
corrieron para la Escuela 25. Y vos sabes que los niños que se iban de
esa escuela lloraban por que le tomaban un gran cariño. Después yo extrañé
porque la Escuela 25 era distinta, era medio militar la cosa, había más
autoridad. —¿Y
del liceo, qué récordes? —Mi director
era Homero Macedo y el profesor que me impactó fue Cacheiro, profesor de
dibujo; porque ¡ah! la maula, los profesores de dibujo eran todos
blanditos, y vos que sos gurí... como las clases de música con... pobre,
aquel, buenísimo, que había... —¿Rosel? —Ese, Rosel;
me acuerdo que se daba vuelta a escribir en el pizarrón y le llovían las
tizas, y un día se da vuelta y me agarra a mí, pronto con la tiza en la
mano levantada, y me dice: "-Salga
Guerra. -No, profesor. -Salga Guerra. -No, profesor, no salgo". Porque salir
era ir a la dirección y ahí ya te topabas con Homero que te daba un sermón
y te mojaba todo; era bravísimo Homero, tenías que ir con un paraguas, y
este... y me dejó quedar en clase y no me corrió. Pero Cacheiro hacía
respetar su materia y la daba como si fuera matemáticas, física; pa
mejor, con aquellos bigotes y con la presencia, imponía. Se hacía
respetar. —¿Y
Julio Macedo? —Como
profesor no. Pero nos reuníamos con él y con el "Laucha" en lo
que le llamábamos las "sesiones": "-vaya por allá que
tenemos una sesión"; y las "sesiones" era juntarse a
conversar sobre cosas; versos, música, comer un guiso y cosa. Para Los
Olimareños eso fue fundamental. Pasábamos horas. A veces íbamos al río
y nos quedábamos divagando, mirando las estrellas y diciendo poemas.
Después, con el "Laucha" salíamos a escarbar cerritos de
indios buscando piezas. Vivimos un tiempo en que había un ambiente que
formaba gente... —¿Sos
un tipo lector? —Ahora poco,
¿me entendés? —¿Te
gusta el cuento, la novela? —Me gusta, sí.
Un tipo que me impactó a pesar de lo poco que escribió fue Juan Rulfo,
un viejito que conocí en Alemania. —¿Qué
leíste de él? —Todo.
"El llano en llamas", "Pedro Páramo"... —"El
gallo de oro". —También;
hasta los guiones para películas. —Era
un buen fotógrafo, además. —También. Lo
conocí porque los alemanes hacen un festival por año en el que eligen un
continente y llevan todo de ahí. Andaba, Yupanqui, Mercedes Sosa, Rulfo,
García Márquez, Octavio Paz... yo qué sé, estaban todos los leones. —¿Y
de los uruguayos, cuál te importa? —Onetti. —¿Por
qué? —No sé... —Es
un mundo duro el de él. —Sí, pero es
muy original. Me importa el Paco. —¿Y
qué te importa de Onetti? ¿Qué obra? ¿Recordás a Larsen? —Y yo me leí
todas. Tiene un mundo gris, yo no sé si él será así, también. Me han
dicho que es medio así, como los personajes que describe... me gusta García
Márquez, más que el peruano... —¿Que
Vargas Llosa? —Sí, me
gusta más, tiene cosas que... por ejemplo aquella novela corta, "Crónica
de una muerte anunciada", es cortita pero tiene un peso... o esos
deslumbres, esos fogonazos como el cuento aquel del ángel que cayó del
cielo. —"...
con unas alas enormes". —Sí, esos
fogonazos que tienen estos tipos que son como cuando a un jugador le sale
una jugada; qué se yo... —¿A
qué guitarrista admirás? —¿Guitarrista? —Digo
guitarrista en la seguridad de que de diez grandes, podes elegir seis o
siete de acá, sin la más mínima duda. —Admiro mucho
al "Negro" Cáceres. —¿Lo
has visto en París? —Sí, hacía
recitales con Yupanqui. —Y
la guitarra popular en "33", ¿los más viejos? —Dioguito.
Iba a lo de "Piqueno". Yo me crié ahí, ¿no? —"Piqueno"
Noble, varias veces guitarrearnos juntos en reuniones en casa de él o de
los hijos; la señora de "Pelo" Iguini, Zulka, Pocholo, Cacho,
Lilo. —En
"33" hay una forma diferente de tocar la guitarra, es distinto
el guitarrero de "33" al de Paysandú, por ejemplo, llene un
"toque"; será que los guitarreros se han mirado entre ellos. —Cuando
decías Dioguito, ¿hablas de Agustín Diogo? —No
sé; le decían Dioguito, sería; yo era gurí chico y me acuerdo bien
porque él era el que mandaba. "Piqueno" acompañaba; el
"Carau" Peralta estaba allí guitarreando, pero las miradas iban
todas a él. Era el jefe, pero jefe natural. —Vos
tuviste un pasaje por el teatro, en 33", ¿no? —Sí,
con Gertrudis G. de Grauman. Hice dos obras. Me acuerdo que había una que
era de Serafín J. García que se llamaba "Después de la
yerra". Yo era el primer actor, ahí. Después actué en "Las
Ranas", pero ya en el Teatro Vocacional con Homero Cal. —Alejandro
Rado, su seudónimo. —Ahí
está; sabes que en "Después de la yerra" yo me peleaba con el
Fito López que hacía de comisario, ¿no? El "Carau" Peralta
hacía de payador, ¿me entendés? yo era payador, también y me peleaba
por la novia con el Fito, que era Gladys Recuerdo. Ensayábamos y sabes
que el Fito tenía un talero y en plena obra me encajó un talerazo por
las guampas que me largó "voliao" y me borró el parlamento
(risas) y me acuerdo que el "Carau" Peralta quería hacer las
cosas del modo más natural como payador jactancioso, borracho y
pendenciero, ¿eh? y sabes que el "Carau" se había tomado como
media botella de caña antes de subir a escena, y resulta que él tenía
que escupir y cosa, ¿no? y bueno, se lo tomó tan en serio que escupió
pa la sala y los que estaban en la primera fila se tuvieron que cambiar de
lugar (risas). —En
esos tiempos había tres teatros independientes funcionando en forma
simultánea: Teatro del Pueblo; Teatro Experimental y Teatro Vocacional. —Creo
que había otro. —No sé. —Qué
historias, ¿eh? —Homero
era más exigente. —¡Ah!
sí, era otra cosa, más profesional. Con doña Gertrudys la cosa era más
espontánea; con él, no; era en serio. Pero todo eso fue la formación de
uno. Ese bagaje de cosas, quieras que no, siempre está presente en lo que
uno hace. —Y
de esas ciudades que conociste, ¿hay alguna que vos hubieras elegido para
vivir? —No. —Ninguna
aldeana como "33", ¿como para quedarse? —Bueno,
aldeanas hay muchas, pero no. Es tan diferente todo... además yo extrañé
mucho y creo que no me iría de acá. Yo paso un mes afuera del país y ya
empiezo a extrañar. —¿Qué
es lo que más extrañas, la familia? —No
tanto la familia. El monte, eso extrañaba mucho porque yo soy muy salidor
al monte. —Hacías
tus salidas al monte en fija que con "Poncho" Oscar Rodríguez
Izmendi, y con el Serrano... —Sí,
cómo no. Y acá en Montevideo tengo una "barra" con la que
salimos siempre en canoa y recorremos un río por año. Los tenemos casi
todos recorridos. Extrañaba todo, ¿no? yo no concibo irme, porque
seremos un país de viejos como alguien por ahí dice, ¿no? seremos
tristes, pero es nuestro país y somos así, es nuestra característica.
Eso es parte de nosotros. Yo no me imagino en otro país que no sea éste,
donde he vivido y donde el pueblo me abrió las puertas de su corazón y
lograr eso es una cosa importantísima, ¿no? —¿Vos
estabas muy comunicado desde afuera? —Sí,
por medio de cassettes, cartas y por teléfono. Pero era bravísimo. —¿Sintonizabas
radios de acá? —Buscaba
como loco pero no encontraba. —¿Vos
viviste en Cuba? —No.
Las veces que fuimos fue por invitación. Muy lindo, un pueblo que ¿cómo
te diré? Nunca vi tanta gente junta por una misma cosa. Eso te tocaba muy
fuerte. Ahí fue donde conocí a Carlos Puebla que para mí es uno de los
ejemplos que yo pondría como cantor popular de América Latina. No tanto
mirado en el contexto político ni en el marco de la Revolución Cubana,
sino como autor, como ejemplo de forma de encarar la canción popular, ¿me
entendés? El había andado acá e incluso había hecho una gira con Los
Carreteros. Y ahí en Cuba él me enseñó el "toque" de Son y
de la Guajira, que son formas musicales riquísimas porque tienen la síncopa
ésa, la mezcla de la música negra, la cruza, ¿no? que más bien viene
de los negros y que uno intentaba hacer acá pero que no le salía. Y una
vez en un viaje sacó un papelito y me mostró "Hasta siempre" y
me encantó esa canción. Él no la había grabado todavía y recién se
había ido el "Che" de Cuba. Era un homenaje que él le hacía y
sabes que a mí me gustó sobre todo por un pedacito de la letra que decía:
"Aquí se queda la clara/la entrañable transparencia/ de tu querida
presencia/Comandante "Che" Guevara" Porque eso me parecía
un hallazgo poético, eso de "la entrañable transparencia". Eso
de buscar la belleza en las cosas, ¿no? —A
vos te parecía que la canción trascendía por sí misma. —Claro,
más que el propio personaje. Y como en realidad fue, porque fijate que
nosotros grabamos esa canción acá y prendió más allá, que, porque
fuera al "Che". Porque hubo otras canciones al "Che" y
sin embargo... hasta ahora la gente te la pide. Porque hay que encontrar
la belleza en la canción, ¿eh? Con Víctor Lima hablábamos de eso. De
Braulio y yo, él conversaba más conmigo. Me decía a mí, los poemas; me
cantaba a mí, las cosas, ¿no? Tenía un dicho: "Pescá, viejo, pescá".
El decía una frase y preguntaba "¿Pescaste, pescaste?" Y había
que poner atención porque era una frase cortita. Una vuelta fui al Olimar
en bicicleta y Víctor estaba solo a orillas del río con una botellita de
caña. Verano. Un sol imponente. Me bajé y me senté al lado de él. Me
dice: "Pescá, viejo" y yo miraba el agua y no veía nada. —No
se trataba de peces, claro. —No,
no (risas). "Pescá, pescá lo que tiene este río, viste que
tiembla?" Eran cosas que a uno no le... y él le daba una importancia
brutal a eso, ¿no? Y ahí era que estaba haciendo "A orillas del
Olimar", ¿me entendés? "Pero ninguno me dio esa cosa que sólo
tiembla en el Olimar..." Y me repetía la frase: "... que sólo
tiembla en el Olimar". Si ese misterio se logra en dos o tres párrafos
de la canción, ya está salvada la canción. Víctor me enseñó eso, y
después el "Rubio" Lena también te repetía una frase hasta el
cansancio, ¿entendés? Y eso me gustó de la canción del
"Che", ese "toque" que pa mejor se lo puso en el
estribillo. —Y
la gente en Cuba es alegre; no como nosotros. —Nosotros
pecamos de un exceso de sobriedad, ¿no? ¿viste vos los cantores
nuestros? son sobrios, no andan a los saltos. —Más
canto que teatro. —Sí.
En cambio Centroamérica toda es divertidísima; será el clima, el sol
que tiene, qué sé yo, este... —Y
sin embargo no hay muchos motivos para la alegría porque tienen una gran
pobreza. —Y son
alegres igual, nosotros a pesar de los pesares tenemos menos problemas que
otros países como Bolivia o Perú. —Y
tenernos menos tradiciones que ellos, la pérdida del indio nos dejó con
menos raíces. —Tenemos
menos tradiciones, cierto. Eso nos marcó porque la pérdida de las
fuentes hizo que nos miráramos mucho en el europeo, ¿no? Muy influidos.
Francia a los uruguayos nos marcó a nivel intelectual. —Somos
híbridos. —Somos una
mezcla; somos analizadores, reflexivos, reflexivos al máximo, fíjate los
cantores nuestros. —Somos
reflexivos pero no fríos. —No, no, no.
Cantamos y echamos el resto y eso no es ser frío, aunque no andemos a los
saltos ni riéndonos, ¿entendés? Pero somos tremendamente reflexivos en
los textos. Vos fíjate en la Argentina el gran porcentaje que hay de
frivolidad; y al ser como somos, así de reflexivos, más notoria nos
resulta la frivolidad, ¿no? —Claro,
se marca más la diferencia. Ahora que estás cantando solo, ¿extrañas
el dúo? —No.
Curiosamente no lo extraño. Estoy cómodo porque siento que hago otra
experiencia y manejo otras posibilidades desde el punto de vista musical
porque tengo un teclado, un bajo y una batería. Estoy tratando de hacer
otra cosa por ejemplo con una milonga de Víctor Lima. —¿Y
vos no crees que la milonga se desvirtúa, que se desnaturaliza? —No, creo que
no; pero hay que tomar con pinzas la cosa. La milonga con batería hay que
ver cómo queda bien, si utilizando plato, escobilla... quién te diga que
con el tiempo la milonga se toque así, con batería y que de repente
otros grupos de jóvenes que hacen otro tipo de música la adopten. Capaz
que uno está haciendo historia, con eso. Cuando Braulio se fue, la
primera experiencia fue salir a pueblos del interior, de campaña: Cerro
Chato, Santa Clara, Tupambaé. Ahí yo ponía a prueba que vieran a uno sólo
de Los Olimareños que tradicionalmente fue con una guitarra y que lo
vieran con otros instrumentos. Era una experiencia de ver cómo funcionaba
con otro tratamiento de las canciones en el plano instrumental, unas
canciones ya conocidas y con algún cambio y otras más nuevas. Y anduvo bárbaro. —¿Y
tus proyectos de futuro inmediato? —Grabar un
disco del que ni idea tengo porque no tengo canciones. —¿Tenés
algo firmado? —No, no es
tan urgente, no tengo, no. Pero un disco es siempre algo importantísimo.
Voy a hacerlo con la misma propuesta de instrumentos. —¿Y
vos le tenés cariño al dúo? —Sí, sí, ¡imagínate!
Casi 30 años. Pero extrañarlo, no. Además creo que ya zafé, porque los
uruguayos somos conservadores y había una costumbre de Los Olimareños,
con una estructura. Pero por suerte... —¿Y
tenes noticia de lo que hace Braulio en Estados Unidos? —Tengo
porque lo oí por radio y además trajo un video de un recital que hizo
con un conjunto allá. —¿Y
qué te pareció? —Creo
importantísimo que haga cosas por su lado. —¿Y
qué juicio tenés de lo que escuchaste? —El video no
era de buena calidad, no estaba bien el sonido, no sé... —¿Tenés
alguna critica para hacerle? —No, no. Me
parece que es Braulio y nada más, cantando cosas de él. —Vos
también. —Sí, pero yo
tenía más trayectoria de componer. Veo muy positivo que él se
desarrolle individualmente, porque de pronto estaba muy atado al dúo. Él,
y yo también. Yo ya había hecho experiencias así que tengo más
trayectoria que Braulio como solista. —En
qué ritmo te sentís más cómodo. ¿Qué forma musical? —Para decir
cosas hechas por mí, la milonga. También he hecho cosas tipo candombe
como "No te olvides". —¿Hay
algún cantor uruguayo que te importe más que los demás? —Yo a todo el
mundo le encuentro su cosa, y todos tienen importancia en la medida que
los escuchas y de repente en el repertorio le encentras algo y ves que ¡pah!
qué bien le sale, ¿no? —A
nivel de la juventud, ¿has notado muchos cambios en lo que refiere a la música? —Antes, por
ejemplo, desde Tótem hasta aquí me parece que las cosas han ido tomando
un color uruguayo. Creo que se sigue construyendo una cosa. —¿A vos te importa el
rock? —Yo escucho
rock, incluso en el rock pesado que es el que menos me gusta a veces
encuentro cosas positivas. Yo creo que la dinámica musical del pueblo no
se estanca, con mayor o menor difusión se está creando en toda época.
Nosotros estamos invadidos por idiosincrasias ajenas cada vez más. Fíjate
por ejemplo en la T.V. esos programas maratónicos argentinos donde
incluso nos pasan propaganda de allá, cosa con la que no tenemos nada que
ver, porque ni siquiera podemos adquirir los artículos que muestran
porque no se venden acá. Así corremos el riesgo de perder identidad como
país. Pero frente a cosas como esas está el creador haciendo cosas
muchas veces ignoradas por todos los medios de comunicación, aunque lo
que hace es de acá y para acá; incluso a veces se le critica. —Y
extra arte, vos no crees que hay un gran cambio en las relaciones humanas,
entre padres e hijos, ¿por ejemplo? —Es distinto,
sí, por lo menos a cuando yo me crié. La T.V. que se metió en las casas
influyó mucho. —Y
ese trato, ¿crees que es mejor o peor? —Tiene cosas
positivas y negativas. Ahora se tocan cosas que antes eran tabú. La
relación padre-hijo, bueno; ahora las partes se enfrentan. Antes no.
Ahora hay otra libertad, otra forma de diálogo. Ahora lo terrible es la
droga que pega muy fuerte en la familia. Ahora el joven es más
librepensador que antes, está menos atado a cosas estrictas. Ahora salen
y no se sabe a la hora que regresan o si vienen; eso es una libertad
descontrolada, ¿eh? Antes era negativo el freno y ahora también la
libertad desbocada de un joven que no tiene suficiente vida y conocimiento
para decir acá no me meto porque pasa esto. —Y
en el orden politice, ¿alguna vez te afiliaste a algún partido? —No. Nunca. —¿Por
qué? —Porque no
tengo partido, no me gusta tener partido, ser de un partido. —¿Hay
cierta anarquía, ahí? —Posiblemente.
No creo en las cosas quietas. Se puede cambiar de un partido pa otro
totalmente opuesto si el hombre que está ahí tiene una propuesta que es
buena. —¿Te
importa más el hombre que su filosofía política? —Las dos
cosas. —Supongamos
que según vos decís un comunista se vuelve colorado. —"Difícil
que el chancho chifle", pero... al no creer en ningún partido, en no
tener un partido como algo definitivo, entonces soy un librepensador que
puede ir para el lado que se le da la gana.
Si algún día la propuesta de un blanco me convence, por ejemplo... pero
es difícil según la experiencia que un partido tradicional revierta una
situación por las cantidades de intereses que hay. —Pero
vos estás más cerca de la izquierda que de la derecha, ¿o no? —Sí,
sí, siempre. Eso no quiere decir que un día suba la izquierda y yo no
critique por desacuerdo con lo que hace. Yo no estoy atado a una ideología
concreta y creo que de todos los partidos se puede sacar algo bueno. —¿Hay
algún partido que se aproxime a lo que puede ser tu ideal político? —Yo voto al Frente
Amplio porque creo que puede llevar a cabo lo que dice cuando esté en el
gobierno, para no decir poder, que es tan feo. —Se
puede estar en el gobierno y no tener el poder, que es económico. —Hay
dos poderes que son el económico y el militar. —El
militar depende del económico. —Sí,
siempre. Así que, estamos enredaos en la misma manea (risas) es difícil
llegar al gobierno con la mejor intención de distribuir las riquezas sin
herir susceptibilidades. —Seguro,
porque se atacan centros de poder y se quitan privilegios, y los afectados
se vuelven en contra. —Es
muy difícil llevar a cabo un socialismo verdadero cuando hay intereses
creados desde siempre. —¿Y
crées que hay algún país que es ejemplo de lo socializante? —Sí,
de lo socializante Cuba es un intento y es atacada mira por quienes;
ahora, quien tenga un gramo de honestidad y de sensibilidad y haya
visitado Cuba y no hable de sus cosas positivas, es un tipo para tener
entre ojos, porque niega cosas que ha visto o las desvirtúa. Por ejemplo:
la socialización de la medicina quién la puede negar en Cuba, ¿eh?
cuando vemos que acá se pasan haciendo colectas para ir a atenderse allá. —Acá
se cierran hospitales. —Allá
se abren. Pero quién va a negar las dificultades que tiene Cuba, cada vez
más sola y más cercada, jugándose la "parada" solitos. —¿Admirás
a Fidel Castro? —Sí,
desde los comienzos. —¿A
qué personajes históricos admirás? —A
Artigas por sobre todas las cosas. A Sandino, a Bolívar, a Martí. —A
los héroes americanos. —A
los héroes americanos; no a todos, a los que se jugaron la ropa, cosa que
siempre ha hecho la mejor gente. —¿Pensás
que el mundo del futuro también se hace cantando? —También;
de muchas formas. —¿Sentís
cuando cantás que estás haciendo algo para los demás? —Yo
parto de mí para los demás. No parto de los demás. No hago una cosa
porque le puede gustar a la gente. —¿Primero
lo pasás por tu filtro? —Sí,
totalmente. —Pienso
lo mismo, de lo contrario es soberbia y se da cualquier cosa. Hay
que dar, lo que hay que dar. —¡Ahí
sí, y a veces aunque no les guste, también. —Habría
una pregunta más, pero no sé si la vas a contestar... —Deja
quieto (risas; hace mucho frío y se refriega las manos; toma un mate y me
alcanza otro. Hago una pausa. Me mira desconfiado porque intuye de qué
quiero hablar. Lo miro y le sonrío; él también y yo arremeto). —Volviendo
al dúo... —¡Otra
vez! (risas fuertes). —Braulio
hizo declaraciones. En vez de preguntarte algo concreto te dejo libertad
para que hables. ¿No querés manifestar algo? —No.
Sobre eso no. Considero que Los Olimareños son, porque la gente los sigue
escuchando a través de los discos y lo que hay que cuidar es lo que
generaron, lo que aportaron a la música popular, lo que significaron. Lo
mejor es que queden asi. Lo otro no cuenta. —¿Pertenece
a la privacidad? —Pertenece a la privacidad. Eso. Exactamente. Deja quieto... mejor guitarreamos un rato... y cosa.
Shangrilá. 12/6/91 |
entrevista de Lucio Muniz
Treinta y Tres en quince nombres
Ediciones de la crítica
Montevideo, Uruguay, 1992
Ver, además:
Editado por el editor de Letras Uruguay
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