Braulio López: cantor con referencias y atrapado |
Fue integrante del dúo
Los Olimareños, con el que grabó 44 discos. Su profesión de cantor le
dio la posibilidad de viajar por países de varios continentes.
Actualmente reside en la ciudad de Washington donde canta en carácter de
solista. L.
M. Después de tantos años de canto, de trayectoria, después de los años
oscuros, de la ida, del regreso y de otra ida, qué opina Braulio del
canto nacional, de lo que hicieron Los Olimareños, de lo hecho junto con
Pepe. B. L. Nosotros
fuimos la primera piedra del canto junto con otros que surgieron, fuimos
de los primeros que escarbamos para que el Uruguay cantara más sus cosas,
que las había pero estaban subterráneas... y a mí me importó desde
chiquitito, porque me inicié cantando en los cumpleaños de mi familia
que es muy grande. Me gustaba todo aquello que estaba cerca del quehacer
humano, la problemática de la gente, que somos todos. —¿Qué
cosas cantabas? —"Las
carretas" de Néstor Feria. Cantaba cosas que la gente tildaba de
sensibleras o livianas, pero que estaban con belleza, o no, describiendo
el drama humano. Por ejemplo si vos hablabas de un peón que arreaba reces
que no eran de él -como dice Yupanqui- bueno, eso es un drama humano. Y a
mí me importó siempre enfocar la canción donde doliera porque la verdad
siempre duele. A mí desde que me gustó cantar obedecí a lo que me dictó
el pensamiento este... por eso el canto nacional me importó desde el
nacimiento. —Pero
si eras tan chico cuando empezaste a cantar, seguramente que no entendías
-por razones de edad- con mucha claridad lo que cantabas... —Bueno, yo qué
sé... yo cantaba de chiquito un vals que se llamaba "Manos
adoradas". —¿De
quién? —Ni sé.
Cantaba cosas que sacaba de libros de Wenceslao Várela... o de Juan Pedro
López, de aquellos payadores, y cosas que escuchaba en la radio. —Y
hay alguien del ámbito payadoril que te importe más? —Sí, Carlos
Molina. —Seguro,
coincidimos, para mi es el más grande y más personal de todos y en fija
que de la historia... decime, ¿Vos ganaste un concurso en “33" en
un bar céntrico? —Yo gané un
concurso de la Cerveza Patricia cuando apareció esa cerveza, cuando tenía
14 años. Entonces, el que patrocinaba eso era el "Tuerto"
Quiroga. Andaba un camión por todos los barrios y llevaba una tarima y ahí
se cantaba. Los guitarreros del concurso eran el negro "Carau" y
el "Enano" Segovia. Ellos acompañaban a todos los cantores. —¿Vos
cantabas antes que Pepe? —Mira, no sé,
pero si no fue antes fue más bien por el mismo tiempo porque tenemos la
misma edad... yo cantaba en "paisajes del mundo", que era una
agrupación que había formado el "Nene" Hernández, donde había
una cantidad de cantores rejuntados de ahí; estaba Oscar Del Valle, la
"Negra" Jackson, el "Negro" Pimienta, Eduardo Andrada,
Rubito Aldabe, Pepe Guerra y yo. Todo el guitarrerío y el cantorerío que
andaba por ahí se juntó y había un concurso de baile; estaba Elidió
Hernández, Blanca Bacelo que también colaboraba... y empezamos a cantar,
si no juntos, Pepe por su lado
y yo por el mío, ¿no? Y en ese concurso de la cerveza estaba la
"Mona" Sacía que también cantaba y estaba "el pibe de
oro" que no sé qué se hizo y que cantaba lindísimo... —¿Cómo se
llamaba? —Nunca
lo supe. Salía en los carnavales. —¿Y Rubén Díaz
Castillo? Creo que grabó antes que ustedes... —Rubito
Díaz, también. No recuerdo si grabó antes... —Un disco con
todas canciones de... —Víctor
Lima. No, pero nosotros ya habíamos sacado el disco. —El chiquito
con cuatro canciones. —Con
cinco. Y Rubito grabó un álbum para niños con canciones de Víctor
Lima, que me acuerdo que Víctor caía con su camisita verde de nylon, muy
pulcro, con su corbatita de aquellas larguitas que nosotros le llamábamos
"musicales"... en aquel tiempo él andaba cantando "El
aguaterito"... nosotros a Lima lo mirábamos y escuchábamos con
mucho respeto porque lo conocíamos de la escuela, donde nos enseñaban
"A orillas del Olimar", que yo no sabía que él era el autor. —Víctor iba
a las escuelas y cantaba a "capella". —Sí,
y tenía una gran intuición musical, una voz muy áspera pero que tenía
un encanto muy especial. Además Víctor Lima tenía mucho ritmo, jamás
lo perdía ni se iba de la tonalidad. Eso era natural en él. Y una noche
cayó a lo de Hernández -que era donde ensayábamos- y tuve oportunidad
de conocer a aquel hombre que era el autor de canciones que yo cantaba. —Entonces tus
primeros pasos son con Víctor Lima. —Sí, yo creo que sí, porque desde el comienzo, cuando uno se empieza a agrupar, a juntarse con otros guitarreros, ya aparece la figura de Víctor Lima. —Entonces vos
pensás que la primera figura importante del canto uruguayo ¿es Lima? —Para
mí, sí; Víctor Lima. —Yo opino que
Víctor junto con Osiris Rodríguez Castillos son los padres del canto
nacional. Después se suman figuras como Eustaquio, Lena, Zampallo. —Sí,
por lo menos Víctor pone algo como alternativa, porque en ese tiempo hay
algo avasallante que es el folklore argentino, y como contrapartida
aparece Lima con todas esas cosas, con temas al peón rural y cantos al río
y usando formas rítmicas argentinas; pero fíjate vos que además de
ritmos de zamba, chacarera y carnavalito, utiliza una forma musical que no
usaban ni Osiris ni Zampallo y que tampoco cantaba Amalia de la Vega y que
era muy conocida, y ese ritmo es el candombe. Nosotros en un disco del año
63 grabamos uno que se llama "negro y blanco" que no sé cuántos
años tenía de hecho. Y bueno... a nosotros nos parecía algo raro al
principio y con los años se comprobó que esa es la forma musical más
folklórica de todas las del Uruguay, ¿no? —Por lo
menos, una de las más, remitida a lo afro, claro está. —Sí,
yo hablo de la corriente africana, porque de la española hay otras cosas
como el estilo que para mí viene de ahí, no tanto la milonga que me
parece de origen africano, también; pero son cosas a discutir, dejalas ahí.
Para mí, desde mis principios, desde mis primeras luces está la figura
de Víctor Lima. —Yo pienso
que su figura es tan primaria, que eso lo manifiesto en una ponencia que
envié a París al coloquio Francia-Uruguay, que auspició la Universidad
de "La Sorbona" y en el que participé con un trabajo que se
llama "Los uruguayos cantamos", en el que estudio ciertos
momentos del canto uruguayo y lo que entiendo como probables orígenes.
Creo que eso sobre Víctor es justicia y de algún modo vos con lo que decís
lo estás reafirmando. —Sí,
sí. —Porque
incluso pienso que influyó mucho en los comienzos de Rubito Lena, con el
que era además muy amigo. —Sí, si, yo
pienso que el puntapié inicial lo dio Lima y después hubo gente
que como Lena tomó la cosa y eso creció, por ahí andaban las bases de
lo que hoy llamamos canto nacional... nosotros conocimos a Lena por el
"Laucha" Prieto, porque como yo vivía en el Barrio Tanco y el
"Laucha" en las viviendas yo iba con Rubito Aldabe que estudiaba
con él. Yo en ese tiempo no tocaba ni siquiera el bombo, cantaba nomás.
Y con el "Laucha" empezamos a hablar de las cosas de Lima, y una
vez me dijo que el que tenía cosas muy lindas era Lena, al que yo no
conocía. —¿Y Prieto
te impulsó mucho? —El
"Laucha" es todo, porque como amigo, nosotros lo mirábamos -yo
sé que a él no le va a gustar lo que digo- sacerdotalmente. Era un tipo
que guiaba, que enseñaba, que decía: por acá sí, por acá no. Y para
uno aquello era una palabra llena de autoridad, de propiedad... con el
tiempo uno fue entendiendo que tenía razón en muchas cosas. —¿Y por qué
sacerdotal? ¿Porque pensaban que estaba muy bien lo que decía? —Porque se
iban cumpliendo las cosas que él decía y a mí siempre humanamente me
llenó mucho, el "Laucha". —¿Por
qué? —Porque era
muy especial, muy sincero y siempre te recibía bien, te trataba con mucho
cariño y con respeto. Fíjate que yo tenia trece o catorce años y él ya
era un hombre "hecho y derecho" con toda su experiencia y su
sabiduría y que sin embargo me hablaba de igual a igual, cosa que a mí
me llamaba mucho la atención. Eso me impactó mucho. Me atrapó. —¿Y vos pensás
que él está suficientemente valorado? —Creo que
falta un mayor reconocimiento, más profundo. Cierto que él es un poco
arisco, medio cachimba. Pero es un tipo que yo creo universal porque peleó
por las cosas de allí, guió gente, gente como yo que hoy tengo treinta años
en la cultura popular. Y los primeros pasos son muy importantes para saber
para dónde uno va a agarrar. Por eso tiene universalidad, yo lo digo con
mucha propiedad, las cosas que parece que están en un circulito
chiquitito, que son cosas de ahí, del lugar, y que parece a veces hasta
chauvinismo y vos después te das cuenta que no... que la universalidad
del hombre está justamente ahí. Yo te hablo de los principios míos;
primero míos-míos y después de Los Olimareños. —Vale decir
que esas presencias para vos son anteriores al dúo. —Sí, sí,
claro, mira: para mí está primero la presencia del "Laucha",
por que por él aprendí la importancia de Lima, porque mi cabeza de gurí
no me daba para entender la importancia de las cosas. —Había un
tiempo... vos te tenés que acordar mejor que yo, en que en el salón de
la Parroquia se hacían unas peñas donde se cantaba y se bailaban danzas
típicas. —Sí, me
acuerdo que cantaba Uruguay Moreira. —Y Eustaquio
Sosa... cantaba a dúo con Uruguay Moreira. —Cierto,
tuvieron un dúo que no recuerdo el nombre. Uruguay Moreira es una de esas
voces desperdiciadas. Para mí es una de las mejores voces que dio
"33" en la cosa popular. Pero no sé... porque por "h"
o por "b" no se proyectó y a mí me dio siempre mucha pena de
que su voz no tuviera el lugar que tendría que tener. —Eso que
dijiste de él y de otras personas es un reconocimiento. —Uruguay se
hizo ahí, en la parroquia, con el cura Robles y con el cura Freire. —Así que la
presencia de José María Freire y de Fernando Robles ¿te parecen muy
importantes? —Sí, muy
importantes. Yo en aquel tiempo trabajaba en la casa del doctor Caballero
que era un pediatra paraguayo y que era muy amigo del padre Freire. Yo le
cuidaba la casa, le atendía el consultorio. Ellos hablaban
mucho de la revolución del Paraguay y yo era muy gurí, pero con el
tiempo fui entendiendo y aprendí a entender y a querer al cura Freire
porque era un tipo muy humano. Yo en ese tiempo tenía referencias de
Oscarito, Oscar Del Valle que me gustaba mucho cómo cantaba, y me acuerdo
que mi "vieja" era hincha número uno de Oscarito que todas las
tardes se escuchaba en la Difusora "33". —Cantaba
precioso el tanto Gólgota. —Cantaba
todo bien, hermosa voz tenía... y esas fueron mis referencias
principales, como el trío "Los arrieros de la canción" que
integraban: Prieto, Peralta y Marino y que cantaban unas canciones sacadas
del repertorio de "Los Trovadores de Cuyo". Y ahí yo escuché
al "Laucha" cantar en serio, por que él siempre cantaba unas
pocas estrofas y paraba. Nunca terminaba nada. Cuando vos te empezabas a
entusiasmar, te dejaba colgado (risas). —"Los
Arrieros" o sea el "Laucha", el "Carau" y Rosendo
Vega... y por ahí andaba Rubito Díaz Castillo, también, ¿no? —Bueno,
yo con él no tenía una amistad tan grande como con el negro
"Carau" con el que íbamos a juntar pitangas juntos. El
"Carau" a veces se quedaba a dormir en casa y yo iba a casa de
él. Era una especie de padre pero no como el "Laucha", era más
bien para el bandidaje de uno; le pedía a la "vieja" que me
dejara salir, ir al monte. —Dar
alguna serenata, me acuerdo que eso hicimos una vez con él, Eustaquio, mi
primo Quechín y una gran "barra", pero como no teníamos
permiso nos llevaron un rato a la jefatura. —Muy
serenatero, el negro. —Esas
cosas del principio son muy lindas de recordar. Esa gente, esos nombres,
sobre todo cuando se ha llegado a tener trascendencia porque es una forma
de hacer justicia. —Pero
es que yo no me puedo olvidar porque eso está conmigo, yo lo tengo como
referencia aún de las cosas que hoy hago. —Yo
tengo entendido que ustedes en principio en vez de dos fueron cuatro. —Estaban
Rubén Aldabe, Sánchez, que vivía allá por la Séptima Sección. —¿Llegaron
a cantar los cuatro juntos? —Yo
creo que llegamos a hacer una audición en la Difusora "33", los
cuatro. —Entonces
Rubito, Sánchez, Pepe y vos, ¿eran Los Olimareños? —Yo
no recuerdo si ya nos llamábamos Los Olimareños o si cantábamos como el
cuarteto Sánchez, López, Guerra y Aldabe (llama el teléfono, Braulio
atiende y me pasa el tubo y hablo con su sobrino, "el hacherito"
Aníbal Darío y luego continuamos) este... y hay muchas cosas... fíjate
que yo tenía una audición en la radio con un trío que se llamaba
"Libertad"; éramos Rubito Aldabe, Lámpez y yo. Ellos acompañaban
y yo cantaba. —Lámpez,
el que toca el arpa. —¡Ah!
sí, sí, ahora está retirado el "moizo". Vivíamos en el mismo
barrio y ensayábamos en la casa de la "vieja" Juana Sosa que
nos prestaba una pieza para ensayar y nos dejaba unas naranjas para comer
y se iba a dormir. Resulta que cuando llegó el momento de ir a cantar a
la radio yo no tenía ropa. Entonces mi "vieja" me compró un
saquito azul en una liquidación de una tienda y resulta que me quedaba
medio apretado aunque yo era chico. —Eras
un gurí muy pobre, ¿no? —Sí,
sumamente pobre; yo, sabes, que yo lo quería "en pila" a ese
saquito, lo cuidaba y me lo ponía con una camisa blanca, un pantalón
negro, una corbatita de moña y unos zapatos que lustraba bien y después
"tocaba" rumbo a la radio. —Vos
querés mucho a Rubito Aldabe, ¿no? —¡Ah!
sí, porque con él hicimos las primeras salidas al monte, las primeras
experiencias, las primeras novias. —¿Y
a Lampéz ? —A
él también, pero más a Rubito, yo sé que no se va a enojar por lo que
digo porque sabe que es cierto. Al "moizo" también. Nos criamos
juntos, pero con Rubito éramos más compinches. El "moizo" era
más serio, medio jefe, nos hacía marcar un poco el paso. Lo que más
define mi amistad con Rubito es la palabra “compinche." —¿Y
cuándo aparece Pepe? —Aparece
en "Paisajes del mundo". El también tenía una audición y yo
lo escuchaba. Llegó un momento en que los dos teníamos una audición en
la radio y cada cual por su lado. El tenía por la Tienda "Victoria*
y yo por la Panadería "La Sanducera". —En
CW 45 —En
la 45. —¿Y
cuándo se juntaron? —En
"Paisajes del mundo", ahí donde te dije que estaba Pimienta,
Oscarito, la "Negra" Jackson, el "Cuervo" Álvarez
también, que bailaba; y Romerito, Ramón Romero. Ahí conocí al Pepe.
Los guitarristas oficiales de ese grupo eran Pimienta, Aldabe, el
"Carau" y creo que también Rubito Díaz Castillo. —Decime,¿vos
sos nacido en Pirarajá? —No.
Yo nací en Treinta y Tres, lo que pasa es que me crié en Pirarajá donde
estuve hasta los ocho años y entonces la gente me dice -"usté es de
allá"- y bueno, yo también soy de Pirarajá porque estuve años y
además toda mi familia es de allá, de la Novena Sección de Lavalleja.
Pero mi madre me tuvo en el hospital de "33". Después de nacer,
sí; me llevaron para Pirarajá. Con el tiempo me llevaron a
"33" porque yo me agarré tifoidea cuando chico. Me atendía el
doctor Ferreira. —Te
acordás mucho de los Prieto; Waldemar y Wilson y el "Varón"
Antúnez. —Y
de Rubén Antúnez que fue representante nuestro, hermano del "Varón".
Ellos eran sastres, el patrón que tenían era Sosa. Vivían en Colón y
allá parábamos nosotros. —Fueron
muy generosos con ustedes. —Sí,
claro, éramos muy amigos desde "33". —Me
acuerdo de la casa aquella en la calle Lezica, pegada al Cine Lezica donde
nos juntábamos con ustedes y con Víctor Lima. —Víctor
iba mucho, sí, y vos guitarreabas ahí. —Cuando
llegaron a Montevideo ¿dónde fueron a vivir? —Primero
en un hotel en la calle creo que Río Negro, el Hotel Normandie. Ahí
estaba "Alma Llanera", el conjunto venezolano, y nosotros con
ellos también, cantábamos en "La Sombrilla". —En
Malvín. —En
Malvín, y andábamos muy mal, galgueando... peleando el pan, y con
"Alma Llanera" nos conseguíamos la comida unos a otros. —Me
acuerdo de Isidro Contreras y de un negrito que tocaba el arpa. —Sí,
Pereira, y estaba Rubén Araque. Después nos fuimos a vivir a Malvín con
una familia que nos ayudó muchísimo; la casa de Amílcar Real, donde
conocimos al "tronco de molle". —Obaldía. —José
María Obaldía y otra gente de "33" que iba ahí como el
"Canario" Pommerenck y el Paco Bilbao. Varios años estuvimos en
lo de Amílcar Real en la calle Gallina!. —Recuerdo
que hubo un programa en la TV, que los impulsó mucho y que fue
Discodromo, de Rubén Castillo. —Sí,
sí. Rubén Castillo fue muy importante en el empuje de Los Olimareños
porque él nos dio un espacio para cantar nuestras canciones de
"tierra" en un programa que era de juventud, de Rock,
de otro género totalmente distinto. Nos tendió una gran mano en
aquel momento. —¿Cómo fue
la prohibición de Los Olimareños? ¿Es cierto que todo empezó porque no
les pagaban lo que pretendían en unos festejos o la inauguración de la
Exposición Nacional de la Producción, creo que en el Cilindro? —No,
pienso que no es así porque nosotros recuerdo que teníamos programados
cuatro recitales en "El Galpón" y después del segundo nos prohíben
cantar en todo el territorio nacional. Nos citaron de Inteligencia y
Enlace y nos comunicaron eso. En ese tiempo teníamos una canción que
caminaba muy fuerte y que era "Hasta Siempre" dedicada al
"Che" Guevara. Te estoy hablando del año 74, ya hacia un año
que estaba la dictadura. —Hablame de
la ida. —Yo
antes me voy solo a la Argentina y allá estoy un año preso porque en el
76 se da el golpe militar. Yo estaba en Córdoba y Pepe en Montevideo. Yo
me fui para recuperar un equipo de sonido que tenía en la Argentina y había
un representante que nosotros teníamos allá que era informante de la
policía y del ejército. Claro que no lo sabíamos; y resulta que me
denuncia al ejército. —¿Era un
representante argentino? —Sí,
un representante argentino; un cordobés. Bueno, y me denuncia inventando
que yo soy guerrillero y qué se yo. Incluso yo estaba parando en la casa
de él -fíjate vos-y resulta que cuando me venía, él mismo me lleva a
la terminal de ómnibus. El me entregó. Me dejó en la terminal y en un
minuto vinieron a buscarme. Después los mismos milicos, los
interrogadores me dijeron "a vos el que te denunció fue fulano de
tal". —¿Y vos
tenes alguna noticia de él? —No.
Cuando nosotros volvimos para acá en el 84 fuimos de gira por Córdoba y
él quiso acercarse. Estábamos en el hall de una casa y el dueño de esa
casa, Daniel Salamanca, viene y me dice: "Mira ahí está fulano, ¿qué
hago? Y yo le digo: "No, no, loco, no; si entra fulano acá yo me
voy, porque moralmente me parece una falta de respeto a mí mismo".
Aquello era como prostituirme, porque fíjate que era el tipo que me había
mandado "en cana", ¿no? Lo que correspondía era que no lo
recibieran en esa casa, ¿no? Porque él quería arreglar las cosas, como
que no había tenido nada que ver, pero yo bien sabía por mis vivencias
que había sido él. Había dicho que yo llevaba dinero y eso era cierto
porque yo al equipo de sonido lo había vendido en doce millones de pesos
argentinos y andaba con la plata porque me venía. Y bueno, él dijo que
yo llevaba el dinero para "Los Montoneros" que en ese momento
estaban operando. Porque resulta que yo mi equipo lo tenía en la casa del
fulano y desde acá, del Uruguay le había dicho por teléfono que iba a
ir a buscarlo y me dijo: "No, no vengas por el equipo, porque el
equipo..." y el equipo era mío. —¿Y qué pasó
en Córdoba con la prisión? —Yo
preferiría no hablar de eso. —¿Por
qué? —Porque
creo que a esta altura no interesa. A mi a esta altura no me interesa
relatarlo porque ya lo he hecho muchas veces. Además pasó mucho tiempo y
no quiero desenterrar tristezas. —Y si te
encontraras con esa persona otra vez, ¿qué harías? —No
sé, no sé. Porque cuando uno está preso piensa en salir y vengarse de
un tipo así. Pero después el tiempo borra las cosas y se entiende que no
vale la pena; que la vida está hecha también de esas cosas, de
ingratitudes, de alegrías, de tristezas y uno también es un ser humano y
está constituido de mucha porquería. Me tocó tropezar con esa especie
de monstruo y bueno, está... mala suerte, déjalo ahí... —Lo
dejo. Y tu relación con Pepe, cómo es? —Bueno,
actualmente nosotros no tenemos diálogo con Pepe. El dúo está separado.
Los Olimareños no existen. El canta por su lado y yo por el mío. En Los
Olimareños ya hacía mucho que no existía el diálogo, que no había un
espacio en el que se respirara un aire de trabajo, de compañerismo, de
entendimiento. Las relaciones humanas son frágiles, las vivencias que se
llevan a cabo no se valoran de la misma forma, y bueno, siempre fuimos y
pensamos diferente. Yo no me arrepiento nada de lo que hice con Los
Olimareños y me atrevería a decir que ya no serán más Los Olimareños...
tendrían que cambiar muchísimas cosas para continuar y yo sé que las
cosas no van a cambiar. —¿Y
vos lo querés a Pepe? —Pienso que
en este momento te mentiría si te digo que sí. —¿Y
por qué no lo querés? —No me gustaría
entrar en detalles porque no soy la revista Radiolandia. —Yo
te hago estas preguntas buscando explicación. Con el mayor respeto. —Y yo también
te lo contesto como decís tú, con el mayor respeto. —No
se me ocurre qué diferencias tan grandes puede haber para que dejen de
cantar luego de haberlo hecho durante tantos años y siendo, como son, el
dúo más popular del país. —Nosotros
somos seres humanos, con el mismo derecho que todos de terminar algo
cuando ese algo se termina. El derecho de decir: bueno, esto no va más,
hasta acá llegó, no sirve. Las diferencias son muchísimas pero no voy a
detallarlas porque no serviría de nada. Algunas son de conocimiento público,
como que tenemos actitudes diferentes frente a la vida, frente a las
cosas. —¿Diferencias
políticas? —Mirá: la
política es una actitud. La dejamos ahí porque ahondar no corresponde.
Yo si algo sé es que el enriquecimiento, el conocimiento de la belleza de
una canción me fue dado por Los Olimareños y estoy agradecido; pero ojo,
porque yo a Los Olimareños les di casi toda mi vida. —Como
veo que te cuesta hablar de eso vamos a otra cosa. ¿Sos lector? —Relativamente.
Leo aquello que considero que me va a dejar algo. Para mí el poeta
preferido es Miguel Hernández. Es una especie de Biblia, de diccionario
permanente, de referencia permanente, y yo he compuesto canciones y casi
todas están prendidas a esas lecturas. Para mí no hay nadie más grande
que él. Una sola página suya me sugiere trescientas. Si yo pudiera
escribir... —¿Y
Machado, y Lorca? —También
Lorca pero menos que Hernández. Machado no tanto. A mí me motiva Serafín
J. García, también, pero en otra dimensión. Miguel Hernández es una
cosa mágica; Serafín más de tierra. Yo “pesco” su belleza,
“pesco” su grandeza pero no me dicta cosas tan hondas como Miguel Hernández. —¿Y
otras formas? —Me gusta
Morosoli; digamos de los cuentistas poetas, porque el cuento está lleno
de poesía. Me gusta Paco Espinola, aquel cuento, ¿cómo es? El que dice
"y él que sí, yo que no, y él que sí, yo que no"... (risas). —"Estaba
emperrao"... "El hombre pálido". Hay otro cuento que no es
tan conocido que es estupendo, profundamente conmovedor: "Las
ratas"... Y volviendo a Los Olimareños. Cantaron unos 3O años, ¿no? —Sí y no
creo que Los Olimareños se terminen aunque hayamos dejado de cantar,
porque la gente los recogió en su memoria y van a quedar para siempre acá
en el Uruguay. Y me atrevo a decir más, en Latinoamérica, porque el
nombre Los Olimareños es muy significativo en otros países. Yo si algo
soy, si se me tiene algún reconocimiento es por Los Olimareños. —¿Vos sabes
que sos menos popular que Pepe? —No
sé, nunca pensé en eso ni me interesa. A mí lo que me importa es que la
gente tenga un buen recuerdo de mi. —Estoy
hablando estrictamente de popularidad. Pepe viene a ser el macanudo del dúo,
el de los amigos y las ruedas, el que le piden y hace, y vos no. —Pienso
que eso es una cosa equivocada de la gente. Cosa que se maneja a nivel
popular sin mucha explicación. Creo que es bastante ingrato, porque yo no
me considero un tipo soberbio, mis actitudes han sido todas muy claras,
muy transparentes. La gente dice cosas y es ingrata porque de repente
distorsiona una imagen. A mí me ha dicho gente que creía que yo era de
un modo y luego comprobó que era de otro y por aquello de "me
dijeron",¡ah! ¿le dijeron? y por qué creyó,¿eh? porque eso es
partir de algo irreal, ¿no? —Yo no te
pido ninguna defensa de vos, te comento lo que se dice por ahí para
aclararlo, para que lo sepas; y decime, ¿cómo es Braulio López? —Bueno,
es muy difícil mirarse al espejo y decir yo soy así. Creo que soy
normal, con los defectos y las virtudes de todos. He tratado desde que
vine al mundo de ser lo más terrícola posible, de estar con los pies
sobre la tierra, y me habré equivocado en muchas cosas como todo el mundo
pero no intencionalmente sino por desconocimiento. —Vos con Los
Olimareños viajaste mucho. Eso ¿de qué manera influyó en tu vida
cultural? ¿Qué recogiste de esos viajes? —El mundo es uno solo. Es difícil. Cuando llegué a Madrid para mí era una referencia histórica, además había conocido antes muchos españoles. Yo siempre agrandé las cosas y cuando las enfrenté vi que su dimensión no era tal. Las cosas, como que se me achicaban. Eso me pasó siempre. Yo lo que recogí sobre todo fue experiencia humana. A mí me gustó siempre el Cante Jondo, la guitarra flamenca, que tiene algo muy hondo, muy recóndito que me atrapa. Cuando llegué a España lo primero que hice fue ir a una disquería y comprar un disco de música flamenca. —¿Y no te
dio por mirar la arquitectura, la escultura, la pintura? —Sí,
sí, fui al Prado... Goya, Velázquez, son cosas que te conmueven, que te
atrapan. Pero a mí lo que más me conmueve es la música. El cerno de mi
entendimiento, de mi pensamiento, pasa por la música; las vibraciones
mayores me las da la música. La pintura y la literatura, también pero en
menor grado. —¿Y
qué te conmovió? —Ver
un cuadro de Goya. —¿Por qué? —Porque
son cosas que te tocan muy recóndito aunque uno no las entienda desde el
punto de vista técnico, te atrapan. —¿Cuánto
tiempo estuviste en el Museo del Prado? —Cuatro
horas. Pero fui otras veces. Me gustó El Greco; Van Gogh que es mi pintor
preferido. —¿Manuel
Sosa tiene que ver con esa preferencia? —Tiene
que ver porque cuando éramos gurises a él le gustaba mucho y a mí también
y Manuel me explicaba cosas técnicas y a mí que ya me gustaba sin saber
por qué, me gustaba más. Manuel es otra referencia para mí. Sobre todo
en el plano humano; es un "fuera de serie", humanamente es muy
rico, muy derecho. Además la vida de Van Gogh es tan dramática que a mí
me atrapa, pero más me atrapa su pintura. Para mí la gran referencia es
el drama humano. Yo nazco, crezco y diría que termino ahí. Me importan
también otras referencias, pero sobre todo el drama humano... y creo que
no es poco. —¿Y los
pintores uruguayos? ¿Los poetas, músicos? —Figari. —¿Por? —No sé. A
veces el arte no se explica porque es muy mágico y muy espiritual; a
veces esta ahí, a veces no está ni aquí ni allí, pero está. A mí me
gusta también Torres García que es totalmente opuesto a Figari en el
plano técnico y estético. A mí por ejemplo, no me hacen vibrar las
cosas de Dalí. En cuanto a la poesía he leído a poetas como Ipuche,
Sara de Ibáñez, Serafín J. García y la música me gusta toda, por
ejemplo el rock me gusta muchísimo, la música country, que se hace en
Estados Unidos, la música vaquera. —¿Y
uruguaya? —Toda. La
buena. —¿Y
cuál es la buena? —Y, creo que
actualmente hay gente que está haciendo las cosas bien, como Jaime Ross,
por ejemplo, tendrá muchos signos de interrogación pero me parece
musicalmente buena. —¿Y
los signos de interrogación de Fabini, por ejemplo? —No tengo
autoridad para juzgar pero no me emocionó nunca. —¿Ni
siquiera los tristes? —Ni siquiera
los tristes. —¿Y
cómo andás con la novela policial? —Me gusta
mucho Agatha Christie, como arma las cosas, hay otros, pero para nombrar a
alguien, ella. —¿Y
la música clásica, por ejemplo Beethoven? —Y qué voy a
decir yo de Beethoven, con qué autoridad... para mi es como una luz... me
encanta la Quinta Sinfonía, el Claro de Luna... pero no tengo una cultura
en ese sentido. —¿Y
Piazzolla? —Genial.
Descubrió una cosa nueva. Creo que se va a juzgar después de este siglo.
Hay cosas que son valoradas en su tiempo y otras que no. —¿Y
Troilo, Salgan, Pugliese? —Los más
grandes, sobre todo Troilo. —¿Y
de los uruguayos, porque esos son argentinos...? —Del Uruguay
me inclino por las cosas de Osiris aunque en otro género, y de los ritmos
pienso que el candombe es la forma rítmica por excelencia. —¿Y
la canción murguera? —También,
pero sobre todo, el candombe. —¿Y
en cuanto a la guitarra en el Uruguay? —Bueno,
cuando uno sale del Uruguay, la valora más y a todo nivel porque los
guitarristas populares tocan de un modo muy especial. Hay una forma de
trabajar los bajos, las bordonas, hay un "punteo" que es muy de
acá y diferente de otros países. Se logra un sonido muy especial, un
color distinto. Acá se trabaja mucho con los bajos y en otros países con
los agudos. Yo pienso que eso tiene que ver con la idiosincracia del
uruguayo, porque fíjate que los bajos son dramáticos y el uruguayo es
triste. Como sucede con la música flamenca: tiene misterio. —¿A
qué guitarrista admiras? —Al
"Negro" Cáceres. —Oscar
Cáceres, uruguayo que está en París. —Sí, a Cáceres,
como intérprete, porque tiene mucho misterio en lo que hace y a mí
siempre me atrapó esa cosa indescifrable, eso que no tiene un por qué.
Además tiene un timbre muy especial. —¿Querés
recordar algo o a alguien? —Bueno, a
aquellos cantores que no pudieron trascender como se merecían. Y la
memoria es frágil. Hubo gente que ayudó, que empujó como el
"jubilado" Julio Pérez. Uno quisiera
acordarse de todos pero es imposible. Lo lindo es que se reconozcan los
valores de toda la gente que ha hecho cosas como el "Rubio"
Lena, como el caso tuyo que has hecho tantas cosas y te las han
reconocido; pero hay otra gente que ha hecho cosas y que han quedado por
ahí y que merece que nosotros los treintaitresinos los tengamos más
presentes, sobre todo los que estarnos en esto. —¿Cómo
es tu vida actualmente? —Yo vivo en
Washington. En principio me iba a ir por un año, pero debido a problemas
de índole familiar me tengo que quedar más. Por suerte artísticamente
me va muy bien. Estoy haciendo cosas para un público que no conoce a Los
Ollmareños y que me acepta por lo que hago en los recitales que doy.
Pienso hacer un disco. Allá las cosas que hago tienen buena recepción. A
mí el público uruguayo me dio mucho y yo me siento en deuda. Allá es un
desafío cantar para un público que no tiene referencias y eso me da
satisfacción; acá veremos; veremos qué pasa cuando muestre lo que estoy
haciendo. —¿Y
volviendo a Los Olimareños...? —Como ya te dije, como dúo no existen. Lo que fueron es algo que yo no pienso que haya que superar. Lo que fue, fue; y yo prefiero que se terminen así. Que la gente los recuerde como una cosa bien y no como algo gastado, corroído, herrumbrado. ntevideo, 14/5/91 |
entrevista de Lucio Muniz
Treinta y Tres en quince nombres
Ediciones de la crítica
Montevideo, Uruguay, 1992
Ver, además:
Editado por el editor de Letras Uruguay
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