Fue uno de los penados que purgó la condena más larga en la historia de Punta Carretas. Y era totalmente inocente del hecho del cual se había declarado autor ante la Justicia. Lo hizo para salvar el matrimonio de su hermana, que se acababa de casar: el autor era su cuñado.
Paisano bueno, leal y noble como pocos. De él recordamos muchas historias lindas.
Cierto día, cuando llevaba pocos meses preso, alojado todavía en Miguelete, fue comisionado con otros presos para salir a pintar el muro por el lado de afuera.
Munido de una escalera, brocha y la cal necesaria, comenzó su tarea vigilado por un guardia. Fueron pasando las horas y el sol iba cayendo, hasta que se percató de que el guardia no estaba, ni los otros pintores-presos.
Se bajó de la escalera y, cargándola, con los tachos y las brochas se apersonó en la puerta del Establecimiento de Detención. Horas después de haber salido, naturalmente, la guardia no lo conocía. Le fue imposible entrar, no se lo permitieron.
Imaginen la desazón de este canario buenazo. Él era del interior y sus pilchas estaban allí adentro...
Se dirigió a la Comisaría 8° en la calle Miguelete y explicó que era un preso que no podía entrar a su celda.
Este hecho curioso sucedió durante los primeros meses de su larga condena, lo que lo pinta entero como honesto a carta cabal.
Una vez en el Penal de Punta Carretas comenzó a trabajar en el taller de mimbrería, donde enseñó el oficio a varios aprendices.
El taller estaba rodeado de un terreno alambrado, cerrado, con portera hacia el patio, donde el gaucho criaba gallinas, patos, pavos y un cerdo que se faenaba todos los años. Todo con el visto bueno de las distintas y sucesivas autoridades de varias administraciones. Era "la chacra de Del P."
Además, era carnicero y cortador de carne en la carnicería de la cárcel. Una vez lo atendí por una afección dermatológica, y durante mis guardias de los sábados me enviaba un matambre para hacer a la leche en la cocina de las monjas, que lo preparaban siempre. Se había enterado de que me gustaba y se ocupó de que nunca me faltara, como forma de devolver mi atención. |