Tres cosas le gustaban mucho a Emilia: jugar a las visitas, cambiar con las amigas sus juguetes humildes y tener los hijos enfermos. Los hijos eran las muñecas y los muñecos.
Jugaban a las visitas con Anita, mi hija:
− ¿No sabe señora –le decía- que a Julia, la mayor, la tengo muy grave?
Sí. Un hermano jugando le había metido los dedos en los ojos y éstos se le habían caído dentro de la cabeza.
− Fíjese que ahora los tiene sueltos… El tío José –hermano de Emilia- tal vez a desarme hoy…
Otro día:
− Vengo a traerle a mis hijos para que me los cuide porque "me" operan a la mayor.
Anita se compadecía. Pero cuando Emilia se iba me decía:
− Esos no son sus hijos porque se los di yo… la única hija que tiene es María y María no se puede enfermar porque es de trapo. Toda de trapo. La hizo ella.
A Emilia le gusta cambiar una cosa por otra. Anita en cambio lo regala todo.
− ¿Y tu caja de lápices, Anita?
− Se la regalé a Emilia.
− ¿Y ese montón de plumas, Anita?
− No es un montón de plumas. Es un indio.
El indio es un muñeco inverosímil, con cuerpo de corcho, la cabeza hecha con una semilla de eucalipto y todo pinchado de plumas de pájaro.
El indio se lo cambió también Emilia por un libro de cuentos.
Emilia embellece todas estas cosas que va cambiando. Les va creando historias. Este indio tiene una vida llena de hazañas fantásticas que admiran a Anita.
Anita regala todas las cosas. Pero desearía tener una muñeca como la María, de Emilia.
− Esas muñecas no se pueden comprar… Esas muñecas hay que hacerlas como Emilia hizo la suya… Por eso la quiere tanto.
Emilia desearía tener un costurero como el de Anita.
− ¿Por qué no se lo cambias por la muñeca de trapo?
− El costurero vale mucho. Pero a María no la cambio por todo el oro del mundo. Es la hija que quiero más.
Anita me dijo que ella está decidida a tener una hija como María. Ya anda buscando retazos de género para hacerla.
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