La torre de los panoramas

Morosoli

"Minuano donde tú vayas
no te canses de decir
que si Dios baja a la tierra
por el altar de la sierra
baja en Minas y en abril" (...)
Santos lnzaurralde

El 19 de enero ppdo. se cumplieron cien años del nacimiento de Juan José Morosoli, ilustre minuano y clásico uruguayo de la narrativa criollista.
Evocarlo en abril es un mandato imperativo.
Cielos altos y transparentes, pinceladas verdes, amarillentas y violetas; quebradas, valles y cascadas; cerros retobados de coronillas en sus faldas y con la suavidad del canto rodado en sus cumbres; versos de Santos lnzaurralde en la voz ausente de Santiago Chalar... Minas en abril.
Quien ha penetrado con mayor profundidad y lucidez en la obra morosoliana, ha sido, sin duda, Arturo Sergio Visca, quien en su libro "Aspectos de la narrativa criollista" ha dicho: (.....) "Hundido en su región natal con el vigor de una raíz en la tierra nutricia, hizo de ella alimento de su alma y la reintegró luego convertida en limpia creación literaria". (..." Ese estar atento a su tierra y a los hombres que la habitan, y ese saltar, casi sin proponérselo, hasta la creación de almas reconocibles en cualquier tiempo y lugar, confieren a la obra de Morosoli, desde sus comienzos hasta su maduración definitiva, una extraordinaria unidad de inspiración". Y nosotros agregaríamos: el hecho de haber creado "almas reconocibles en cualquier tiempo y lugar" significa en el autor haber dado el salto de lo regional a lo universal, otorgándole a sus criaturas la dimensión y la calidad de auténticos arquetipos humanos. Por ejemplo el viejo Andrada, personaje del cuento así titulado, es un contemplativo, es un ser que ha perdido contacto con los hombres, para reconocerse como tal sólo cuando se conecta con la naturaleza, cuando se funde con ella en una especie de transfixión ecológica. Dice Morosoli: "El viejo Andrada el domingo era un cuerpo muerto. Se entiende que para el trabajo.
-El domingo-, decía, v'iá dir a visitar el monte...
Iba a visitar el monte, como otros iban a visitar un pariente o un amigo". (..... )
"Andrada iba al monte.A quedarse vaciado por las horas que hacían dar vuelta la sombra de los troncos, mientras la brisa rozadora de hojas, movía las copas unánimes y los ojos se le iban poniendo pesados de mirar contra el cielo el vuelo de los bichitos. Al volcar su atención en el oído, para sentir en un tronco el sordo barrenar de un parásito". (....)
Y con respecto a la relación de Andrada con los hombres, dirá más adelante el autor: (....)"Andrada tenía sus ideas sobre la amistad. Los amigos había que aceptarlos como eran. Admitir que como venían se podian ir. Se perdían o se encontraban, de golpe o despacito. Igual las mujeres". (.... ) "Tuvo un compañero muy especial. Un hombre que le dijo una vez cosas muy hondas. Este fue Floro Acuña.
Acuña era yuyero. Un cristiano que siempre se andaba ofreciendo para hacerle favores a Andrada. Se veía que le gustaba más dar que recibir. (.....)
Pero el vinculo entre Andrada y Acuña, como había ocurrido otras veces, fatalmente estaba condenado al fracaso: (..... ) Un dia Acuña no pudo más.
-Compañero, le dijo, tengo gana de dejar la sociedá de la pieza...
Andrada le contestó sin mirarlo siquiera:
-La pieza no la tenemo comprada.....
Acuña no se conformó y siguió:
-Yo no tengo queja... Pero usté es tan cayao !..."
Podríamos concluir que Morosoli, a través de sus personajes, con mirada de lince y calas de sicólogo, más que hombres nos ofrece radiografías del alma de los hombres.
Nos parece oportuno y necesario hacer dos acotaciones. Vayamos a la primera.
Aparece explícitamente formulada por el propio escritor en su ensayo sobre "La soledad y la creación literaria": (...... ) "Llegamos los creadores literarios cuando se transitaba del gaucho hacia el campesino. Llegamos cuando se transitaba del soliloquio bárbaro al diálogo que es el principio del coro. Para realizar la novela nacional -la del campo, digo- llegamos tarde.
Llegamos cuando ya no había vecinos guerreros ni caudillos de hacienda abundante y levantisca y agregados numerosos que había que alimentar para tenerlos cerca en caso de guerra. Llegamos cuando terminaba la etapa de la labor heroica en el trabajo ganadero, al término del domador romancesco y el resero o tropero de rostro duro". (...)
"Domar un potro puede ser un riesgo para los huesos. Bañar y bañar ganado lanar puede ser fatal para los riñones y pulmones.
Aquel es trabajo de gauchos, este otro de proletarios". (...)
De esta primera acotación, y casi como consecuencia de la misma, pasamos a la segunda. Queremos referirnos a la perfecta coherencia entre el contenido de su obra y su ideal político de socialista declarado.
Morosoli fue a la narrativa lo que Serafín J. García fue a la poesía: un receptor sensible del drama humano, un justiciero.
La indigencia del hombre, la injusticia social, lo harían como una picana agresiva, y a veces recurría a su pluma en plena llaga, en carne viva.
Pero a pesar del peso emocional, jamás cayó en el mensaje panfletario. Al ideólogo lo salvó el artista.
Han pasado ya cien años de su nacimiento. Su fantasma vaga por las sierras.
Su palabra vive, resonante, en sus lectores.
Estamos esperando el gran homenaje nacional.

JUAN CARLOS URTA MELIAN
El País
16 de abril de 1999
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