Dos viejos |
Fue una amistad que se inició en la ventanilla de una oficina de pagos para jubilados. |
Ya en, la calle Llanes invitó: -¿Vamos a tomar una copa? -Le agradezco, pero no bebo. -Entonces acépteme unos bizcochos- -Mire, le digo la verdad, pero a esta hora no apetezco, Don Llanes lo miró de frente. Advirtió que era un "viejo poquito". Suave. Delgado. Atildado. Tenía buena corbata. Buenos botines lustrados. Y unas manos finas y blancas. Parecían de mujer. -Ta bien -dijo-. Yo cuando cobro, como alguna golosina y me paso alguna caña para adentro... |
La mañana estaba linda. Bien soleada la plaza. Bajo las acacias de sombra redonda, medallones de sol se hamacaban suavemente. Había un silencio agujereado por los píos de los gorriones. Don Llanes miró hacia los árboles. Sacó lo tabaquera y se la tendió al otro. |
Palabras fueron y palabras vinieron. La tarde se les fue sin advertirlo. Habían recurrido la quintita de Llanes. Llegaron hasta las barrancas del arroyo que distaba unas centenas de metros. |
Ya estaban cerca de la pensión. Habían caminado dos o tres cuadras sin hablar cuando Llanes dijo esto: |
El rancho era amplio. Limpio. Paredes de ladrillo y techo de quincha, plantado en un terreno de dos mil metros bien cultivado. En dos horquetas clavadas en la tierra, el mazo de cañas de pescar, con una bolsita enfundando las puntas. |
El viejito empezó a agrandarse en la estimación de Llanes aquel día en que leyó el diario "para los dos". |
Estaban tomando mate cuando llegó aquel hombre. Era joven. Descendió de un camión. -No. Me tengo que ir... Tengo que cargar leña... |
Llamaban a la misa las campanas de la Iglesia. El viejito se levantó, se vistió con su traje dominguero y salió del rancho. |
Ahora la vida de ambos tenía un ritmo parejo. De yunta. Comían, tomaban mate, pescaban. A veces recorrían la costa del arroyo. Hablaba el viejito y Llanes callaba. A veces hasta preguntaba algo, parando las lecturas del otro. Llanés cavaba la tierra. El viejito le seguía con fidelidad de perro, o iba al costado de él o le alcanzaba pequeñas plantas que el otro trasplantaba. |
Aquella tarde fueron al arroyo. El viejito vio cómo Llanes se desnudaba y zambullía en la laguna desde la alta barranca. Después iba y venía nadando de orilla a orilla. Cuando salió le dijo: |
Morosoli - Cuentos Escogidos
Selección y prólogo Heber Raviolo
Ediciones de la Banda Oriental
Montevideo - 1990
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