-La visita que le hicieron sus inquilinos a Don Elías, el comprador de chatarra, huesos y trapos viejos, fue como la que le hicieron los animales al gato montés cuando se descaderó...
-¿Y cómo fue?
-Cuando estuvieron seguros que el gato no podía, moverse fueron a visitarlo. . . ¡Hasta la paloma que nunca pudo ver volar un hijo por culpa de él!...
Alvarez, -el propio narrador, que le debía al enfermo nada menos que tres meses de alquiler, encabezó el grupo.
-Venimos a ofrecernos... Estamos a la orden...
-Don Elías estaba en la cama -puro armazón y poca ropa- con la boca torcida y medio cuerpo inmóvil. Lo tendió "un bruto ataque".
-Lo agarró almorzando, porque el hombre era tacaño que, daba asco pero comía que daba miedo.
El pobre tras el ofrecimiento de Alvarez hace un esfuerzo para mover la boca. Quiere contestar. Pero no puede.
-Uno se va a quedar con usted -dice Alvarez; Y luego, a gritos como sí el enfermo estuviera a tres cuadras:
-¡Ya fueron a buscar el doctor!
Y dirigiéndose a los otros:
-Vamos a retirarnos si no capaz que cree que se va a morir...
Doña Rosaura le hace una seña poniéndose el índice en los labios.
Y Alvarez tranquilo responde:
-¿Usted cree que oye?... ¡Va a ver que el doctor dice que no oye!...
|