El burro Umpiérrez se levantaba, empezaba el mate, encendía el fuego y ponía un churrasquito en las brasas. Después desayunaba y se iba al horno de ladrillos donde trabajaba. Al mediodía se apartaba del grupo de "cortadores" que hacían un fuego en común, encendía su propio fuego, tomaba mate, ponía un churrasquito y almorzaba. De tarde, al regresar del horno, pasaba por el matadero, levantaba achuras, las asaba, tomaba mate y cenaba. Luego se sentaba frente a la noche, fumando. Por el camino ciego que moría en el horno, no pasaba nadie. A sus espaldas las tunas y cinacinas borroneaban la noche. Después se iba a dormir. Una vez Anchordoqui le
preguntó: Con los vecinos se llevaban bien. A Nemesia la lavandera, vecina de metros más allá, la veía cuando se levantaba. Ella le daba los buenos días, arrimaba el carrito de mano, en el que llevaba las bolsas de ropa al arroyo y al fin las cargaba. Alguna vez Umpiérrez la ayudaba a levantar las bolsas. Con Vera -el guardia civil lindero del otro lado-, se veían a boca de
noche, cuando regresaba de "el servicio", y solían cambiar
algunas palabras. Una vez que este estuvo enfermo fue a acompañarlo. LLevó
la pava y el mate y se sentó al lado de la cama, le preguntó si quería
algo y luego se puso a tomar mate callado. -Yo no hablo porque tengo la garganta mal... Un día partió hacia la
estancia de Ramírez. Iba a hacerle cuatro "quemas" de ladrillo
"por un tanto" con techo y comida. Llegó, desensilló, y luego
de refrescar el caballo lo soltó allí nomás en el potrero lindero al
horno. Luego consideró que el burro tendría sed. Sacó la lata de
lavarse los pies, la llenó de agua y esperó. Al otro día cuando volvió
del trabajo, encontró a López -un español riquísimo dueño de medio
pueblo-, parado frente al burro. El iba al horno, venía. Se iba otra vez. El burro lo veía partir, de pecho al camino, como hace un perro cuando se va el amo. Al atardecer, cuando Umpiérrez volvía, el burro estaba allí esperándole. Aquella tarde estaban López
y Nemesia frente al rancho. Era un galpón abrigado, de piso seco, con olor a pasto. Cuando llovía, Nemesia iba allí a lavar y a secar la ropa. Umpiérrez cebaba mate para los dos. Un día ella se comidió para hacer la comida, y él aceptó. Anchordoqui terminó el
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cuento de Juan José Morosoli
Suplemento dominical de El Día
28 de agosto de 1955
Ver, además:
Juan José Morosoli en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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