Entrevista a Julia Kristeva

Exclusivo Desde París

La Semiología como interrogación sobre el Hombre

por Hilia Moreira

hiliamoreira5@gmail.com

Inédita, al 16 de agosto del 2025, en internet. Escaneada por el editor de Letras Uruguay

El Departamento de Ciencias de Textos y Documentos de la Universidad de Jussieu, Paris VII.

La puerta de la gran sala permanece abierta y los estudiantes y auditores libres continúan amontonándose en el corredor con la esperanza de oír, aunque sea de lejos, la voz de la Maestra. Los privilegiados que lograron obtener una silla en el interior, llegaron con una hora de anticipación. Hay muchos anglófonos (ingleses, irlandeses, canadienses, estadounidenses, australianos), muchos árabes, japoneses, ¡italianos, senegaleses, cameruneses, latinoamericanos. Ante una mesa literalmente cubierta de grabadores y micrófonos, lo que la obliga a colocar sus libros y notas en el muslo, Julia Kristeva comienza su clase.

Julia Kristeva nació en Sofía (Bulgaria) en 1941. Realizó allí estudios de lengua y literatura francesas y, en 1966, llegó a París, donde se radicó definitivamente, adquiriendo la nacionalidad francesa. En 1968 sostiene una tesis en semiología bajo la dirección de Roland Barthes, tesis que llama la función de la "intelligenzia" francesa, es publicada y trasciende rápidamente las fronteras. Hacia fines de la década del 60 publica en la revista "Tel Quel” una serie de trabajos donde se interroga sobre problemas tan diversos como el estatuto actual de las ciencias humanas, la contribución de la lógica y las matemáticas a dichas ciencias, los aspectos no discursivos del proceso de la significación, las relaciones entre teoría y escritura, etc. Estos trabajos son reunidos en un volumen hoy célebre (y traducido ya a más de 15 idiomas), intitulado “Semiotiké. Investigaciones para un Semanálisis”. En 1974 aparece su “Revolución del lenguaje poético”, análisis interdisciplinario de las obras de Mallarmé y Lautréamont, que constituye una reflexión sobre las experiencia de “estallido" de la fonética, del léxico, de la sintaxis y, por ahí, de las relaciones lógicas y del “ego trascendental", reflexión que desemboca sobre los problemas de la crisis del Estado, la familia y la religión, que nuestra época conoce. En 1977 publica “Polylogue”, análisis de diversas tácticas de simbolización: de la más arcaica, la lengua, el discurso del niño y del adulto, pasando por la pintura del Renacimiento (Giotto, Bellini) y por la literatura moderna (Artaud, Joyce, Beckett, Bataille, Sollers), hasta los estudios que de estos objetos han hecho las ciencias humanas (Lingüística clásica y moderna, semiótica, epistemología, psicoanálisis).

Julia Kristeva es Doctora de la Universidad de Paris; Maestra de Conferencias de la Facultad de Jussieu y Catedrática de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos. Ha sido invitada oficial del Gobierno chino para dictar una serie de conferencias en universidades de dicho país. A pesar de tratarse de una “disidente'', el Diccionario Enciclopédico de la Unión Soviética acaba de consagrarle un extenso artículo. Su obra ha sido objeto de conferencias en las universidades de Cambridge, Roma, Florencia, Lieja, Barcelona, etc. Es miembro del Comité de Redacción de las revistas “Tel Quel”, “Semiótica" y "Semiotext(e)”. Es secretaria de la Sociedad Internacional de Semiótica y miembro del instituto Internacional de Psicoanálisis.

Los años de formación

—Ud. inició sus estudios universitarios, en la Universidad de Sofía, siguiendo cursos de literatura francesa. ¿Por qué eligió esa orientación?

—El francés fue una lengua a la que ''entré’’ muy temprano. Mis padres querían que aprendiera el francés y el Inglés desde pequeña. A pesar de que ellos eran liberales, asistí a un colegio de monjas (porque era la única escuela de Sofía donde se enseñaba francés). Más tarde quise ingresar en un instituto donde se enseñara el inglés. Pero el mismo estaba reservado a los hijos de los miembros del partido. Como no era mi caso, continuó mis estudios de francés (y aprendí el inglés en casa. MI padre, sobre todo, es un gran anglófilo). Al terminar el bachillerato, me sentí atraída por la medicina e ingresé en la facultad correspondiente. Pero quise realizar cursos especializados de física en la Unión Soviética y choqué con los mismos inconvenientes. Entonces, cediendo a una inclinación natural por las letras, continué mis estudios de lengua y literatura francesas.

—¿Adquirió Ud. una formación filosófica paralelas su formación lingüístico-literaria?

—En Bulgaria, cuando el estudiante llega a cierta altura de sus estudios universitarios, está obligado a pasar —al mismo tiempo que los exámenes correspondientes a su disciplina— un examen concerniente al materialismo dialéctico. El mismo supone una preparación filosófica previa, de orientación hegeliana.

—¿Cómo era el ambiente universitario en Bulgaria en sus años de estudiante?

—Al promediar la década del 60 se vivía en Bulgaria —y en los países del Este en general— en un ambiente intelectual de una gran efervescencia. Estudiantes y profesores se interesaban mucho por las investigaciones de los formalistas rusos y, sobre todo, por las de los posformalistas. Era el momento en que se "descubría" la obra de Mikhail Bakhtlne, que suscitaba Interminables discusiones y un gran entusiasmo. En realidad, no se trataba solamente de un entusiasmo de orden intelectual, sino también social y político. Era el momento del resurgimiento de la esperanza en el “socialismo de rostro humano", esperanza que quedó trunca con los hechos de Praga de 1968.

La llegada a Paris

El Grupo Tel Quel

—¿Puede hablar del "panorama" parisino cuando Ud. llegó a esta ciudad, hacia flnes de la década del 60?

—Corrían artos de verdadera ebullición; una época que estuvo marcada, también en Occidente, por el entusiasmo y los descubrimientos. Era el tiempo en que los seminarios tenían lugar en pequeñas salas repletas de estudiantes excitados, que se reunían en torno a investigadores todavía no muy conocidos, pero que estaban abriendo caminos nuevos y nuevos horizontes. Era el tiempo de la antropología estructural de Lévi—Strauss y de sus extensiones a la literatura; el tiempo en que Blanchot llamaba la atención sobre autores, hasta entonces margínales, como Lautréamont y Sade; el tiempo en que la revista "Tel Quel" lanzaba una nueva literatura post-Nouveau Román, y, al mismo tiempo, un nuevo modo de pensar el hecho literario. Era también el tiempo del redescubrimiento del materialismo dialéctico, a través de las lecturas de Althuser.

—¿Y Ud. con su formación eslava, estaba en la base de las inquietudes de los investigadores y pensadores franceses del momento?.

—Si, yo me encontraba en condiciones de dar algunas informaciones que en ese momento importaban.

—¿Qué seminarios frecuentó Ud.?

—Yo vine con una beca de algunos meses para recoger información a fin de escribir una tesis sobre el Nouveau Román. Pero aquí conocí mejor a Barthes y a Goldmann y quise iniciarme en sus respectivas metodologías. Más tarde, trabajé junto a A. J. Greimas en el Colegio de Francia, en el cuadro de un grupo de semio-linguística que formaba parte del laboratorio de Lévi-Strauss. Estuve también muy cerca de Román Jakobson (aunque no fui su discípula, pues no dictaba cursos en París y yo no asistí a los que tenían lugar en los Estados Unidos), a quién me aproximaba una visión paralela de los hechos literarios.

Semiología y Psicoanálisis

—¿Cómo "llegó" Ud. al psicoanálisis?

—El psicoanálisis es el gran descubrimiento que hice en Francia. Creo que el acercamiento se operó a través de la gente de "Tel Quel", en particular de Philippe Sollers, quien ya había realizado reflexiones de tipo sicoanalítico sobre el hecho literario. Comencé entonces a releer a Freud, a leer a Lacan y a asistir a sus seminarios. A partir de entonces, empecé a introducir un número creciente de referencias a la experiencia psicoanalítica en mi propia reflexión. Mis trabajos de observación sobre los problemas de adquisición y de perturbaciones del lenguaje (realizados junto a niños de baja edad y a psicópatas) me hicieron comprender, al cabo de un tiempo, que este tipo de investigación implica personalmente al sujeto que lo efectúa. Inicié entonces un tratamiento analítico (que algunos llaman didáctico, aunque yo no establezco esas diferencias: creo que todo tratamiento sicoanalítico lo es), luego del cual solicité una afiliación al Instituto de Psicoanálisis. Y, actualmente, ejerzo como analista.

—¿Cómo ha influido su tarea pslco-analítlca en sus investigaciones semiológlcas?

—Creo que me ha permitido asentar de modo mucho más sólido ese "descentramiento" del positivismo que, en mi opinión, la semiología debe buscar. Creo que el descubrimiento freudiano de la división del sujeto y de la dimensión inconsciente, constituye un aporte fundamental para el estudio de los signos, de su transformación, de los problemas del sentido. Este reconocimiento del inconsciente permite combatir eficazmente la semiología positivista que, de hecho, no es sino la racionalización de estereotipos sociales.

La semiología: una interrogación sobre el Hombre

—¿La semiología, tal como Ud. la practica, más que una ciencia de los signos, aparece como una disciplina que se interroga sobre el hombre y su destino..?

—A decir verdad, no sé si la semiología existe. Ud. sabe que bajo esa palabra se colocan muchas cosas diferentes. Está la semiología de Saussure, la de Benveniste, la de Hjemslev y sus diferentes epígonos...

La de Kristeva...

—La de Kristeva, la de Barthes... En términos muy generales, se puede decir que hay una semiología fiel a la lógica positivista, que trata de sistematizar las diferentes experiencias del hombre en los signos. Y luego hay otra, que yo llamaría más analítica, influida por el autocuestionamiento de la filosofía contemporánea (pienso en Heidegger), por una corriente que me parece radical en la historia de la racionalidad occidental (el freudismo), y por experiencias de lenguaje que son "insistematizables" (o, en todo caso, rebeldes a toda sistematización): las experiencias del niño, del psicópata, de la literatura moderna... Esta segunda corriente (en la que yo me sitúo) implica un interés por objetos particulares (casos límites de perturbación del lenguaje), pero también un compromiso del sujeto teórico. Lo cual plantea un problema ético a las llamadas "ciencias del hombre” en general.

—¿Qué relación tiene la semiología, tal como Ud. la practica, con la experiencia vivida?

—Creo honestamente que, en la hora actual, un semiólogo no puede contentarse con elaborar “modelos significantes”. Creo que es necesaria una implicación subjetiva...La misma supone que el teórico rehaga él, personalmente, el camino de la producción de los signos. Si el teórico inicia una investigación sobre el niño, sobre el psicópata, sobre el arte moderno, eso supone una transformación de la economía subjetiva personal, o una tentativa de ampliar los bordes de la misma (tales como el discurso universitario o la cédula de identidad los delimitan). Por lo tanto, se hace necesaria una “travesía” de la propia subjetividad, una especie de “descenso a los abismos”.

¿Existe una escritura femenina?

—El compromiso subjetivo del que Ud. habla conduce a una interrogación a varios niveles; por un lado: ¿qué es una escritura femenina? Por otro: ¿el discurso teórico puede ser sexuado?

—Si hago este trabajo de psicoanalista es porque no creo que haya muchas generalidades. En un tiempo, en los países occidentales, era importante reivindicar la condición femenina para luchar contra la falta de derechos, de leyes, la diferencia de salarios, la discriminación en el plano sexual o profesional. Pero creo que hoy, en los países occidentales, hablar de “femenino", queriendo reunir a todas las mujeres bajo ese término, puede ser regresivo. Puede impedir a las diferentes mujeres el realizarse como “diferentes”. Y puede imponer así nuevos estereotipos. Creo entonces que (en particular para las intelectuales de los países occidentales), lo importante no es decirse ''femenina”, sino decir en qué se es diferente.

—Sin embargo, ha sido Ud. la primera en escribir una obra teórica (que ha causado toda una revolución) "Polylogue”, donde el sujeto teórico es claramente sexuado.

—"Polylogue" ha sido un tanto revolucionario por varios motivos: por la forma de abordar los problemas, por la pluralidad de disciplinas que constituyen a la vez el objeto y el instrumental de trabajo, porque se mostraba allí una red de conocimientos y, al mismo tiempo, el irreductible deseo de no someterse a una realidad única... Por otra parte la implicación personal (y sexual) se encuentra hoy también en sujetos teóricos hombres. En realidad, creo que cualquier sujeto —hombre o mujer— que se comprometa profundamente con su trabajo encuentra en cierto momento, necesariamente, su propia sexualidad.

—¿Cómo ha influido en sus investigaciones su propia experiencia de la maternidad?

—Ud. toca ahí un problema muy complejo. En primer lugar creo que, al pasar por la experiencia de la maternidad, se paga una deuda a la propia madre. Es un asunto que se suelda entre mujeres. Y tal vez ése es uno de los grandes motivos de la importancia de vivir la maternidad: el pago de esta deuda libera de una cantidad de inhibiciones en el terreno del lenguaje entre otros. Por otra parte, las mujeres (aunque no quiero generalizar; digamos entonces: muchas mujeres) tienden a identificar el amor con la proyección, la fusión, la desaparición de los límites individuales. La experiencia de la maternidad obliga a la mujer a reconocer ese "otro" irreductible que es hijo; por lo tanto, creo que la misma constituye un aprendizaje del amor.

"Plurilingüismo" y "salidas" del lenguaje

—¿Cómo vive Ud. el hecho de tener que expresarse en una lengua que no es la suya (ni aún a nivel de los signos gráficos, ya que en Bulgaria no se usa el alfabeto romano, sino el cirílico)?

—Es muy difícil y me siento muy incómoda, un poco desgarrada. Pero sé que no hay retroceso posible, porque he cortado los puentes con la evolución de mi lengua materna. Por otro lado, no abandonaría por nada esta situación porque la misma me parece ser un fenómeno característico del siglo XX. Y vivirla es el partido de aquellos que, justamente, quieren vivir el estallido cosmopolita que es la marca de nuestro tiempo. Por otra parte, mí caso no está entre los más dramáticos, porque yo "entré" en el francés desde muy temprano. Hay situaciones mucho más graves: las de todos los disidentes políticos que están obligado a abandonar sus países a la edad de 40, 50, 60 años. Ellos quedan cortados de sus respectivas realidades nacionales y, a menudo, no pueden integrarse a las de los países que les dan acogida. Permanecen así solos con su memoria y con su lengua, desarraigada. Pienso en algunos escritores rusos, cuyos casos he tenido la ocasión de seguir muy de cerca, pero es la situación de otros muchos exilados.

—Ud. ha elaborado un concepto, hoy famoso, de "lo semiótico". El fenómeno semiótico es, en su teoría, aquel que participa del proceso de la significación, atravesando el lenguaje sin ser él mismo reductible a una categoría lingüística (gesto, sonido no articulado, etc.). ¿Por qué se ha interesado Ud. por estas "salidas" del discurso?

—Su pregunta se relaciona con este interés —que creo característico de nuestro tiempo— por los fenómenos de fluctuación y de cruzamiento... Traté de elaborar la noción de “semiótico” escuchando discursos como el de los niños (en la etapa de adquisición de la lengua materna) y el de los psicópatas. He analizado, por otra parte, aquellos textos literarios que tratan de decir lo que algunos llaman "lo innombrable”: movimientos pulsionales, relaciones intersubjetivas, para los cuales no se ha establecido todavía una terminología precisa. Lo semiótico se relaciona entonces con una zona de importancia fundamental, que Freud ha llamado de "narcisismo primario”.

Semiología y ética

—En un texto intitulado “La función de los intelectuales" aparecido en el N° 74 de "Tel Quel", Ud. dice que, en nuestra época, "la moral ha sido sustituida por una ética cuya finalidad es la de dar cuerpo, lenguaje y gozo a lo perturbador y a lo imposible". ¿En qué medida la semiología, tal como Ud. la practica, tiene, en ese sentido, una función ótica?

—Ud. alude a un escrito en el que yo trataba justamente, de definir el rol de los intelectuales en la sociedad de hoy. En consecuencia, el contexto de dicha frase tiene un sentido ideológico, político y cultural muy general. Evidentemente, la semiología está incluida en todos esos dominios. Pero ella es una disciplina concreta; como tal, cuenta con reglas estrictas, con una metodología especializada. El investigador puede contentarse con trabajar lo más rigurosamente posible sin plantearse problemas óticos. Pero los mismos evidentemente, existen.

—¿Cuales son sus proyectos de trabajo? ¿Piensa Ud. publicar su seminario sobre lo cómico, dictado en Jussieu durante el año universitario 75-79?

Sí, creo que el mismo será objeto de una publicación futura. Pero, por el momento, me ocupo de preparar una "Historia de la Abyección", que comenzó por un estudio sobre la obra de Louis—Ferdinand Céline, pero que me ha llevado a una investigación sobre el origen de las religiones. En líneas generales, mi planteamiento es el siguiente: el hombre ha construido, a lo largo de su historia, una serie de códigos culturales, a través de los cuales ha tratado de apartar de sí una serie de factores perturbadores inherentes a su propia condición (factores corporales, sexuales, morales, sociales, etc ). Hoy estos códigos han naufragado. La literatura contemporánea se ha hecho cargo de esta problemática a la que trata al mismo tiempo de presentar y de alelar. Pienso particularmente en la obra de Céline quien ha realizado una verdadera puesta en escena de lo abyecto (tanto en el plano corporal y sexual como en el político), con toda la carga de fascinación que la misma implica... es una investigación que, como Ud. ve, se presenta larga y complicada.

 

por Hilia Moreira

hiliamoreira5@gmail.com

 

Publicado, originalmente, en: La Semana de "El Día" - Nº 54, Montevideo, sábado 19 de enero de 1980 pdf.

La Semana de "El Día" fue una publicación del Departamento de Investigaciones y Estudios del Diario EL DIA

Gentileza de  Biblioteca Nacional de Uruguay

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