La hija del viudo

 
Con el sombrero hasta las orejas y los ojos hinchados, lo sacaron de la siesta al viudo Dávila. El no sabía qué pasaba, y tenía idea de haber sentido un disparo antes que llegaran los milicos.
Cuando el sargento le preguntó por los problemas de la "Marga", el se encogió de hombros, con cara de asombro, pero después carraspeó y dijo "Es una gurisa muy mansa". Pero el sargento, no le dio importancia. Le interesaba saber dónde guardaba su revólver el viudo, y si tenía porte de armas. Si su hija sabía dónde se guardaba. "Puede ser" - dijo el viejo, poniendo cara de desconfianza. Entonces el oficial hizo traer un SMITH WESSON 38, medio oxidado y le preguntó si él conocía el arma. El viejo quedó como aturdido ante su propio revólver, y se quedó pensando en la paliza que le había dado a la gurisa esa mañana.
La mayor de sus hijas se le había escapado de las manos porque él había sido muy blando. Con esta tenía que ser más duro, antes que le pasara otro tanto. Después de todo, más duro iba ser aceptar que ésta también terminara trabajando en "La Fogata", como la mayor de sus hermanas.
El viudo, quería explicar todo eso, pero la garganta se le había hecho de trapo y cuanto más se esforzaba, más mudo quedaba.
Finalmente, el oficial le comunicó que a las dos de la tarde, sus vecinos escucharon un disparo en el sitio de al lado. Corrieron a ver qué pasaba, y encontraron a su hija, con este revólver en sus manos. "Suicidio" - recalcó el oficial antes de irse.
Esa noche, el viejo Dávila lloraba como un perro, y las lágrimas le corrían a chorros por las arrugas de la cara. Se había quedado solo recostado a la ventana y nadie se animaba a consolarlo. Sacudía la cabeza y murmuraba el nombre de su hija, en un gemido interminable. Se arrepentía mil veces de haber escuchado a la vieja Gladys, que fue la que le vino con los rumores del noviazgo de la Marga.

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