La máquina |
Esa mañana la ciudad despertó temprano con el crujir de las piedras que se quebraban. Una máquina parecida a las locomotoras había entrado por la punta del pueblo y avanzaba convirtiendo en migajas los viejos adoquines de la avenida principal. En el interior de la máquina, se veía un hombre esmirriado, de pelo blanco y abundante barba que conducía con absoluto dominio. La máquina se parecía a una trilladora gigante, que arrasaba con voracidad las calles y las veredas de la ciudad. Convertía en polvo todo lo que devoraba. En la parte de atrás de la máquina, se anexaba un pequeño depósito de carbón que le daba un parentesco muy cercano a las viejas locomotoras del ferrocarril. Los niños se maravillaron con la presencia de aquella máquina y la rodearon llenos de alegría como esos pájaros ansiosos que persiguen el arado cuando se trabaja la tierra. Pero los adultos asistieron con temor al encuentro con la máquina. Jamás habían visto una cosa así y guardaron silencio para no revelar el miedo que les provocaba. En esos tiempos, no era prudente extrañarse de los inventos del hombre. Y tampoco era conveniente mostrarse muy desconfiado de los avances de la ciencia. En realidad, sólo el gobierno podría haber ordenado una tarea de esa naturaleza. Así que, más allá de los temores al siniestro que suscitaba la máquina, la gente confió en la superioridad de quienes habían ordenado esa tarea. El rumor que se trataba de una orden del Ministerio, tranquilizaba a la gente. Pero el alivio de este rumor duró pocas cuadras. Cuando la máquina llegó frente al Municipio, subió a la vereda y empezó a demoler el edificio de la Intendencia. Tardó muy poco tiempo en desplomarse el enorme palacio de mármoles blancos. El estruendo fue impresionante y la gente pensó que se estaba viviendo un terremoto terrible, pero a pocos minutos del derrumbe lo único que continuó haciendo ruidos fue el motor implacable de aquella máquina insaciable que tragaba paredes enteras, vigas enormes y montañas de hierro. En cuestión de segundos la máquina convertía en polvo negro todo lo que entraba por su boca. El pánico se extendía de barrio en barrio mientras la máquina avanzaba triturando hospitales, escuelas y conventos. Un hombre, arremetió con su caballo contra la máquina, pero ésta los devoró como a un enorme trozo de balastro. Lo chupó por una para al caballo del guerrero y se los fue tragando sin el más mínimo esfuerzo. El ruido de la máquina ahogó los gritos del soldado y el hombre y la bestia desaparecieron entre los engranajes de hierro, con el gesto impresionante de un sordo alarido. Inmediatamente después de la desaparición del jinete, el motor de la máquina, echó afuera un humo espeso de color rojizo con olor a carne quemada. Mientras tanto la máquina ya había llegado a la plaza "25 de Agosto". Fue curioso cuando se atracó con el monumento a la madre ubicado en el centro de la plaza. El motor medio se entreparó por el esfuerzo que hacía, pero el conductor aceleró la marcha y el ruido se volvió atronador mientras las mandíbulas del aparato trituraban la estatua. Una lluvia de aserrín de bronce cayó sobre las dunas de polvo que dejaba la máquina. El miedo corría por todas las calles y la gente abandonaba sus casas llevándose únicamente lo que vestían. Huían aterrorizados de aquella ciudad condenada al derrumbe. El estruendo y el griterío la habían transformado en una tenebrosa emboscada de escombros y aullidos. La catedral quedó convertida en una enorme colina de polvo gris. El cura lloraba como un marrano al costado de los restos del templo y repetía sin consuelo: "Esa máquina escapó de sus carriles". Antes de sumarse a la caravana que se recortaba sobre la inmensidad de aquel desierto de arenas negras, le comentó el sacristán con la voz apagada: "No quedará piedra sobre piedra". Hasta el caer de la tarde estuvo llorando al pie de la colina. Finalmente, sacudió la cabeza y se integró sin palabras a la muchedumbre de los desterrados que se alejaban en silencio, mirando hacia atrás los restos de la ciudad destruida. |
Ir a índice de narrativa |
Ir a índice de Sótanos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |