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Las flores del ceibo
Ceibo Erythrina
crista-galli De "Nuevas fábulas" Adolfo Montiel Ballesteros |
Enterándose de los homenajes que árboles y
animales rendían al hombre, —rey de la creación, — el ceibo, que al pacer no fue
favorecido Mi floja madera solo se presta para rústicos bancos de cocina, para esponjosas boyas con las cuales aprenden a nadar los niños ... ¿Que otra cosa podría ofrecerle? Y se marchitaba en cavilaciones. Pero constatando que el hombre, al analizar su vida, hallándola a veces vacía y sin rumbo, también se ensimismaba, resolvió, pesaroso: Será ese nuestro triste destino! Mas no se conformaba y ganado por la desesperación, lloró como su señor. La brisa gélida cristalizo las gruesas lagrimas, prueba de la desolada impotencia del ceibo. Y cuando el hombre, a la aurora, vino al bosque, el árbol habló: —Soy tu hermano en el sufrimiento. ¡Se lo que es el dolor! Los primeros rayos del sol encendían en rojo las lagrimas del ceibo, que se dijeran flores. El hombre, contemplándolo, sorprendido de admiración, se conmovía agradecido: Puedes poco, eres un árbol que considerábamos inútil, y has sido capaz de producir belleza, dándonos una honda y sutil lección. ¡Cantas con tus flores! Tu alegría hace bien a mi alma, que te imitará. Yo también floreceré mi dolor en belleza!
Comprendió el ceibo que el hombre amaba
aquella su gracia nacida del dolor y, para conservarla, cuando el sol no
la coloreó como a un rubí |
Adolfo Montiel Ballesteros
Libro "Nuevas fábulas"
Montevideo, 1932
Ver: La leyenda de la flor de ceibo de Fernán Silva Valdés
Texto digitalizado, y editado, con el agregado de imagen, por el editor de Letras Uruguay Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com Inédito en el cíber espacio al 20 de octubre de 2016.
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