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El benteveo De "Nuevas fábulas" Adolfo Montiel Ballesteros |
Contagiados de las ocurrencias de los hombres, los habitantes del bosque quisieron un día designarse una reina o un rey de belleza. Poco conocedores de si mismos o engañados por el falso espejismo de la vanidad, no hubo uno que no presentara su candidatura. Junto a la gracia aérea del colibrí, a la elegancia de la garza, a la hermosura del siete colores, al deslumbrante traje del churrinche, al tornasolado del charrúa o a la fina silueta del terutero, avanzaron pretensiones el Juan - grande, el manopelao, el cerdo silvestre, la tortuga, la lechuza y algunos señores tan intensamente perfumados como el zorro, el carpincho y el zorrino. Desde el río clamaban por su éxito el lobo, el bagre y el manguruyú; desde su arena calida el yacaré; desde el pantano la sanguijuela y no creyéndose menos digno del envidiable puesto, lo codiciaban el pato plácido, la gallineta aligera y el sapo flautista. Delegaciones de pájaros conversadores intentaron convencer a los otros bichos de la necesidad de hacer converger los sufragios en una persona graciosa y, si posible fuera, poseedora de atributos tales como la del cantor o el arquitecto. |
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No prosperaron en su propaganda. El sapo se envanecía: —El poder de mi canto incita a la lluvia o conmina a aparecer a la luna. El carpincho argumentaba: —El cielo y el árbol se ocultan avergonzados cuando yo me contemplo en el arroyo. El cerdo aducía: —Yo poseo una esplendida dentadura y un aire burgués respetabilísimo. La tortuga: —Yo camino con lentitud para que puedan admirar la gracia con que esta decorada mi caparazón Y así continuaba cada uno alabando sus perfecciones y encantos. La cotorra tomaba la palabra y hacia enmudecer todo el bosque.
La rana, croaba, ególatra: El avestruz que, por vagar por las praderas, no sabia de lo que se trataba, aventuró: Están construyendo una nueva torre de Babel? Una cachirla lo informó: —No, señor de las botas de siete leguas, los habitantes de las selvas y las corrientes realizan unas elecciones. Igual a los hombres!, silbó un águila individualista.
...................................... El zorro, precavido, reclamó silencio:
Animales!, un poco más y esta batahola va
a llegar a los oídos de nuestro enemigo! No es posible admitir que hablen todos a un tiempo. Que
cada uno se adelante, se exhiba, muestre sus habilidades, exponga sus meritos y la asamblea lo aprobará o reprobará.
...................................... —Me serviré de esto ... Mientras el zorro sutilizaba, concibiendo y desechando artimañas para presentar su candidatura y los demás colegas se ilusionaban desmesurando sus gracias o atributos, el benteveo, nuestro heroe, resolvió: Criticaré! Descubriré en todos algún defecto. Si no conquisto el triunfo, por lo menos conseguiré poner una piedra en el camino de los demás. Empezaré por hacerme oír y hacerme temer... Como nadie posee la absoluta y definitiva perfección, fingiré tener buen gusto y ser muy exigente ... Secundando luego la interesada guerra de los rivales, aparentando imparcialidad, me transformó en un personaje importante. Como paladín de la Belleza, cuando el carpincho, — con su cabezota chata, sus ojillos diminutos y su amarillo pelaje hirsuto, — se adelanto, el benteveo le descerrajó su condenación. —Bicho feo!; Bicho feo! Muero de horror cuando te veo, bicho feo!; bicho feo! El tímido roedor, desesperado, se tiro de cabeza al arroyo. Cosa semejante le sucedió al sapo, al manopelao, a la lechuza, a la tortuga. Resonaba la frase agresiva del pájaro ladino y la asamblea, parte de buena fe y parte obedeciendo a sus conveniencias, aprobaba y estimulaba al terrible censor. Pero como con todos continuo la misma táctica, algunos le perdieron la fe y no se pudo realizar la elección de la Venus o el Adonis de las aves, los bichos y demás animales. El benteveo, envanecido de la eficacia de su acción o quizás defendiéndose de que alguien pueda usurparle el puesto que ambiciona, continua; desquitándose en todo momento, gritando hasta cuando ve su propia sombra: Bicho feo!; Bicho feo! |
Benteveo Común Cantando Sonido para Llamar |
Adolfo Montiel Ballesteros
Libro "Nuevas fábulas"
Montevideo, 1932
Texto digitalizado, y editado, con el agregado de imagen y audio, por el editor de Letras Uruguay Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
Inédito en el cíber
espacio al 28 de octubre de 2016.
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