Mi fortaleza la llevo
como un gran broche en mi espalda
cuando un día sin quererlo
me enfrenté a la cruel batalla.
De ser padre, mujer niña,
madre obrera y artesana
para ponerme en la frente
como un pañuelo mi casa.
Mi fortaleza la llevo
grabada a fuego y escarcha
sin tener tiempo del llanto
que abofeteaba mi cara.
Con una mano reía
y con la otra luchaba
porque las horas son siglos
cuando una sola se basta.
Mil chaparrones llegaron
que anudaron mi garganta
pero con mi paso firme
fui cosechando esperanzas.
Hoy tengo las manos llenas
y un cascabel en el alma
porque todo he conseguido
con sudor y muchas lágrimas.
No reniego soy dichosa
mis pupilas tienen alas
y mi planta la riqueza
de ser mujer como tantas.
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