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Los últimos charrúas y el Teniente Obes
Crónica de Pedro
Montero López Suplemento dominical del Diario El Día Año XL Nº 2060 (Montevideo, 31 de diciembre de 1972) pdf
Grupo de indios charrúas llevados a Francia por M. de Curel: Senaqué. Vaimaca-Perú. Guyunusa y Tacubé |
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El 12 de abril de 1831, desde Salsipuedes, su Cuartel General, Rivera enviaba el Parte de la acción bélica cumplida contra los charrúas, acontecimiento que daría motivo a una intensa controversia en torno de su razón o sinrazón militar y su entidad punitiva. Decía el Caudillo, recién ascendido a la Presidencia de la República: “después de agotados todos los recursos de prudencia y humanidad; frustrados cuantos medios de templanza y conciliación y dádivas que pudieran imaginarse para atraer a la obediencia y a la virtud tranquila y regular a las indómitas tribus de charrúas, poseedoras desde una edad remota de la más bella porción del territorio de la República, y deseoso por otra parte, el Presidente General en Jefe de hacer compatible su existencia con la sujeción en que han debido conservarse para afianzar la obra difícil de la tranquilidad general; no pudo temer jamás que llegase el momento eje tocar de un modo práctico, la ineficacia de estos procedimientos neutralizados por el desenfreno y malicia criminal de estas hordas salvajes degradadas”. “En tal estado y siendo ya ridículo y efímero ejercitar por más tiempo la tolerancia y el sufrimiento cuando por otra parte sus recientes y horribles crímenes exigían un ejemplar y severo castigo, se decidió a poner en ejecución el único medio que ya restaba, de sujetarlos por la fuerza. Mas los salvajes, o temerosos o alucinados, empeñaron una resistencia armada que fue preciso combatir del mismo modo, para cortar radicalmente las desgracias, que con su diario incremento amenazaban las garantías individuales de los habitantes del Estado, y el fomento de la industria nacional, constantemente depredada por aquellos. Fueron en consecuencia atacados y destruidos, quedando en el campo más de 40 cadáveres enemigos, y el resto con 300 y más almas en poder de la división de operaciones”. Esta expedición drástica de Rivera contra los charrúas, polemizada por el juicio histórico, tan difícil de separar del prejuicio partidario, tuvo, entre muchos, en Andrés Lamas un censor apasionado desde “El Americano” de 1848. en cuyos escritos acusa al Caudillo de exterminar a los indios para apropiarse de sus campos en provecho particular. Apología y diatriba no le mezquinaron favores y desfavores a Don Frutos. La justificación del sonado suceso procurase ya en los términos del Parte Militar trascrito y, además, en posteriores manifestaciones de Rivera quien dice que “es falso que yo tuviese necesidad de traicionar los salvajes para destruirlos” y "es igualmente falso que yo haya vendido un solo palmo de terreno que pudiera pertenecer a los charrúas”, finalizando Don Frutos, con un ataque a su vez lleno de graves acusaciones personales hacia sus contemporáneos contrincantes. En el Tomo II de la “Historia Política y Militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866”, por Antonio Díaz, refiere éste, con anecdótica fruición, cómo en el encuentro de Salsipuedes, Rivera, cabalgando al lado del cacique Vanol, le pide su cuchillo para picar tabaco y al poseer el arma le descerraja al indio un pistoletazo a quemarropa no dando en el blanco e iniciándose entonces la matanza de los aborígenes, arteramente emboscados con halagos de recompensa. Agrega Díaz que el cacique Perú, rompiendo la línea de soldados, al pasar junto a Rivera, le lanza un patético reproche: “Mira Frutos matando los amigos. . .” Esta relación corresponde al conjunto de aquellas totalmente adversas al mentado acto riverista. Antonio Díaz, al hacerla con minuciosa dramaticidad, le otorga el título tremendo de “Vísperas Charrúas”. Aunque también consigna el mismo historiador que Rivera contuvo a los perseguidores de Perú, salvándole la vida. Con lo que se prueban las virtudes que Rodó admirara en el Caudillo: “Había para él una satisfacción aun más alta que el goce de vencer y era el goce de perdonar”. En el Suplemento de EL DIA N° 1897, del 15 de noviembre de 1969, los historiadores Aníbal Barrios Pintos y Eduardo F. Acosta y Lara, publican la versión del referido hecho escrita por el Teniente Primero de la Real Marina Sueca, A. G. Oxehuvud y que se incluye en la obra “Viaje a Montevideo y Buenos Aires y descripción del Río de la Plata y las Provincias Unidas del mismo nombre, el Paraguay, las Misiones y la República Oriental o Cisplatina”, por C. E, Eladh. (El Capítulo XIII, referente a la República Oriental, se publica íntegro en la Revista Histórica, Tomo XLI. Nos. 121-123). |
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El testimonio Oxehuvud - Bladh, en sus términos generales coincide con los relatos clásicos de Díaz, Dumoutier y Manuel Lavalleja, agregando un nuevo elemento a la técnica del famoso operativo, como es el de haber embriagado previamente a los indígenas, facilitando más aún su rendición o exterminio. Es oportuno precisar que la agonizante etnia charrúa significaba una rémora de pesadilla para el nuevo estilo político, social y económico que trataba de de adoptar la nación recién constituida — “las garantías individuales”, "el fomento de la industria”, que argumentaba Rivera— propiciando en ésta aquella conciencia que Pi Hugarte denomina "la ideología del exterminio”. Lavalleja desde el Ministerio de Guerra, en 1830, urgíale a Rivera, Comandante General de Campaña, “la más pronta diligencia en la conclusión de este asunto”. Y Don Frutos le había escrito a Garzón, descubriendo intenciones: “Los salbajes están como avispados, han sido avisados que el Gobierno los mandava destruir, yó los hé persuadido de lo contrario y han quedado algo satisfechos y a su tiempo tendrán su merecido”. Por otra parte, la correspondencia mantenida entre Rivera y Julián Laguna en los días anteriores del combate de Salsipuedes, es muy elocuente al respecto; y hasta alguna indiscreción epistolar, como la de José Catalá y Codina, el inquieto maestro valenciano, desde Paysandú, levanta el velo de los verdaderos propósitos de esta Segunda Campaña Militar del Presidente General en Jefe, preparada celosamente en el Cantón del Durazno la Primera se realizó contra las gavillas oue devastaban el territorio norteño con sus delictuosas actividades, especialmente el abigeo — cuando manifiesta, rompiendo el sigilo oficial: “Anteayer o ayer era el día para cargar a los charrúas que estaban reunidos en las puntas del Queguay...” Desde el Durazno, el 27 de enero, en carta presagiosa a un amigo, dolíase el pulido miliciano, lejos de comodidades y afectos, de su suerte; “si el estar separado de Mont.° se le puede llamar desgracia, la mía es muy grande”. Diríamos con Vigny: servidumbre y grandeza militares . .. |
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Daniel Herrera y Thode en su libro “Lucas Obes", dedica una página a la semblanza del joven Maximiliano, ofreciendo algunos datos biográficos, de sugestión romántica, que ahondan su infortunio, como el ser hijo único del matrimonio de Lucas Obes con Ignacia Blanco, nombre materno que no figura en la Partida de Defunción. “El hijo en quien el padre soñaba una prolongación de su personalidad”. “Hermoso muchacho, lo recordaba Andrés Lamas, Capitán de Voluntarios a los veinte y un años, cuando vestía el uniforme parecía un militar de vitrina”. Herrera y Thode escribe del noviazgo del apuesto oficial con Pilar Maciel, sobrina del “Padre de los pobres’’, “de la más alta sociedad de la época, belleza sin igual”; y de la peripecia que sufriera durante el naufragio del barco “Nerea” en Santa Catalina, en circunstancias un tanto novelescas, cuando el unigénito galán intentaba concretar sus esperanzas matrimoniales, mediante una promisoria empresa mercantil de carne y cueros salados en la plaza brasileña, desbaratándose así los planes utilitarios del joven “militar de vitrina”. Y el autor, en desacuerdo con la fe de óbito y el Parte de Salsipuedes, menciona la muerte de Maximiliano en “el encuentro del Durazno": “queda aislado en una carga de caballería comandada por Medina que como Lavalle iba a la muerte cantando vidalitas. Cae del caballo trabado por las boleadoras de un salvaje y allí es alevosamente lanceado, quedando su cuerpo abandonado en el campo y apagándose su vida en la llama agonizante de un recuerdo". Es claro que Herrera y Thode, al margen de los pormenores que pudieran ser ciertos del fin del infeliz guerrero, ignora que el joven Obes fue sepultado en el Durazno y luego trasladados sus restos a Montevideo donde le fueron rendidos honores militares en el acto de su inhumación definitiva, en la Iglesia Matriz. Eduardo F. Acosta y Lara, en su libro “La guerra de los charrúas", al parecer, no tiene noticia tampoco de la ceremonia fúnebre duraznense que hicimos conocer en el Suplemento para el Interior de “La Mañana” con fecha 29 de noviembre de 1969, pues se refiere solamente a las honras póstumas en Montevideo que dispone la Orden General del Ejército del 19 de abril de 1831: “Mañana a las diez de la Mañana en la Iglesia Matriz el 1er. Escuadrón de Caballería de Línea dará la Escolta para el entierro del Ten.te 1o. del 2o. Escuadrón de Cab.a D.n Maximiliano Obes que falleció en acción de Grra. el 10 del Corr.te la que se compondrá de un oficial de la misma graduación un Sarg.tn, un Clarín, tres Cabos y 16 soldados. Esta escolta dará una descarga en el acto de la Seremonia que indique que se da sepultura al Cadaver”. Un soneto publicado en “El Universal” que reproduce Acosta y Lara, quiere ser la lámpara siempre viva “a despecho del tiempo y de la suerte”, que enciende un amigo para Maximiliano Obes. Por los pareados finales del poema corren las lágrimas, que debieron ser abundosas, a la muerte de mozo tan significante, bravo, gallardo y prometedor: “Las de tus tiernos padres aflijidos / las de tus compatriotas condolidos". Mientras tanto, los últimos charrúas prisioneros de Salsipuedes, eran repartidos entre la sociedad montevideana, con; un pretendido integracionismo, y las lágrimas indias también corrían por la otra cara de la República, en aquel azaroso año primero de su existencia. |
Crónica de Pedro Montero López
Suplemento dominical del Diario El Día
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