Beethoven

poema de Raúl Montero Bustamante

   En los cristales de la vidriera

Agonizaba la luz difusa.
Era una tarde de primavera

Evocadora como una musa.

   El humo amigo de los cigarros

Tendía un velo sobre el estudio...

Como un lejano rodar de carros,

Del viejo piano, brotó el preludio.

   El arco sabio rozó las cuerdas,

Sonó la caja con honda angustia,

Palidecimos todos, ¿te acuerdas?
Y tú inclinaste la frente mustia.

   Las densas notas se desgranaron;

Tu stradivarius insinuó el canto;

Todos los ojos se dilataron

Hipnotizados por el espanto.

   Gimió el adagio; tras los alcores

Mostró la luna su faz de plata,

Eran sollozos desgarradores

Las hondas notas de la sonata.

   Había sombras acurrucadas

Tras las cortinas de los balcones,
Y las figuras, alucinadas,
Se retorcían en los plafones.

   La luz moría; la noche incierta

Llamó a los vidrios con golpe amigo;

En la vidriera, la tarde muerta

Dobló la frente sobre el postigo.

   En un pianíssimo calló el piano,

Se oyó un chasquido de cuerda rota,
Y como un eco, hondo y lejano,

Quedó vibrando la última nota.

   Cuando enjugaste con la batista

Tu rostro exangüe y alucinado,

Estaba el alma del viejo artista

Adormecida sobre el teclado.

Concierto para piano n.º 5, "Emperador", Beethoven, Adagio un poco mosso.

· La Música de las Esferas ·

Publicado el 7 nov. 2012

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