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La invención del cielo

(Fragmento de un catecismo para escépticos)
Jaime Monestier
monest99@adinet.com.uy 

“Dieu aime les hommes, et il provoque et exige de seux-ci, le libre don de leur coeur. S’ils refuse de rèpondre a son amour –Ipse prior dilexit nos- il ne peut que sanctionner une révolte  si outrageante aux prévenance de sa grace. La rigueur de sa justice serà a la mesure des libéralités de sa misericorde. L’enfer d’a donc de sens que mis en corrélation avec le Ciel ».  C. Spicq, “L’enfer”. 

 A Tomás Stefanovics

Dios amaneció abatido por el tedio; por supuesto que tal afirmación es un mero recurso retórico, ya que debe presumirse que en la divinidad no hay mañana ni tarde ni noche, ni vigilia ni sueño, y menos fastidios y otros estados anímicos menores.

Asimismo, y como aclaración introductoria a tema tan delicado, debemos poner punto a la histórica falacia que desde siempre ha dividido los pueblos en monoteístas y politeístas. Tenemos derecho a decir Dios o Dioses, ya que  Dios es ajeno a toda calificación gramatical: no es El ni Ella, por ser voz epicena;  y tampoco padece el  número, ya que es su disímbolo y su negación: es a la vez el Uno y el Todo, lo que excluye el concepto de cantidad, el uno, el muchos, pocos, todo, y demás  -sin que ello lleve a incurrir en panteísmo, otra tontería-, condición ésta que lleva a eliminar o hacer necesariamente indistinto género y número: Diosa o Dios, Dios o Dioses, o sea a la vez el uno y lo plural. La  Trinidad de Padre, Hijo y Paráclito o Espíritu Santo, vendría en consecuencia a ser una invención -mitad falacia y mitad sofisma-  para prestar a este enigma el rostro de una metáfora que exige el credo quia absurdum, confesión por demás malévola atribuida a San Agustín, quien según los exégetas sólo postuló, humildemente,  que no hay necesidad de comprender para creer.

Tampoco puede decirse sin ligereza -en la que necesariamente hemos incurrido-, que Dios amaneció, pues bien puede entenderse como sinónimo de despertó, ya que dormir es un quehacer terrestre, si es que tal placer no existe en otras modalidades de ser. Pero en fin, afirmemos que también Dios, por ser Todo es también todos los nombres, Brahma uno de ellos, quien en las cosmogonias orientales tiene sus noches y sus días, sus manvantaras y pralayas, y que al cabo de miríadas de millones de siglos y de eones se despertó tedioso, sentimiento que en una deidad es improbable, pero al que apelamos coaccionados por nuestro limitante antropomorfismo. En consecuencia, esto no significa sumarle bostezos, perezas o deseos, que es como en nosotros se manifiesta ese no tener nada en qué entretenernos. Así nos vemos obligados a suponer que Dios se despertó aburrido en su eternidad, sabedor de que de la eternidad venía y hacia la eternidad se dirigía -otro anacoluto, pues la eternidad no tiene ni pasado ni presente ni futuro, ya que sólo es un necesario invento de nuestro discurrir sucesorio, y hasta posiblemente ajena al tiempo.

Dice San Juan que "en el Principio fue el Verbo", pasaje que hace suspirar a ciertos místicos cuando posan arrobados sus ojos en la Biblia, pues se supone que fue la Palabra la creadora de todo, aún de Dios, aunque luego afirme que la Palabra estaba con Dios, y más aún, que era Dios, de ahí que Dios sea también el Logos, causa y efecto unificados. Si el evangelista  afirmara solamente que en el principio fue el Verbo, y no se dijera nada más, algún tonto tendría derecho a decir: Bueno, ¿y de Dios qué?, por lo que podría deducir que Dios llegó después; de ahí que San Juan termine por identificarlos para no generar un conflicto de prelaciones. De modo que el Principio estuvo siempre, lo que huele a tautología, ya que si admitiéramos que alguna vez no estuvo, tendríamos que concluir que Dios se creó a sí mismo, y en él el Verbo, ya que debe concebirse como  Principio de la eternidad, si es que esto puede decirse.

Recuerdo haber preguntado a un amigo de acendrada fe:

Dime, en qué momento preciso comenzó la eternidad, y me dijo sin vacilar:

Nada más fácil: empezó, empieza y empezará siempre, ya que no ha tenido principio ni tendrá fin.

Así que no habiendo contradicción en afirmar que tiene un comienzo permanente, entonces lo mismo sucede con la creación, dije:

Por supuesto, ha sucedido en un instante de la eternidad, que puede ser cualquiera, lo que es lo mismo que todos.

Perdona, padezco de lógica: eso significa que puede ser ahora, o en el futuro.

No, eso no.

De donde deduzco que fue en el pasado y no en cualquier momento de la eternidad, comprendido el presente y el futuro.

Sí, sólo en el pasado.

Así que -confieso que no lograba entenderlo claramente y proseguí- hubo un Principio que existió siempre, y la creación fue posterior al principio y anterior al presente.

Sí, no lo dudes, así es, hay que decirlo así.

Y ese Principio estaba en Dios y era Dios.

Sí, por supuesto.

Entonces no fue principio, ya que Dios es eterno..

No, es claro, principio creador, y Dios sí lo es.

Ah, sabes, soy muy terreno, así que Dios es eterno, y la eternidad es tiempo sin principio ni fin.

Y, pues sí.

Pero no puede medirse, no puedes salirte de ella para medirla, no hay reloj para eso, y además la física parece identificar tiempo y espacio, y el espacio es de la esencia del  movimiento.

Por supuesto, me respondió también ya algo molesto.

Y entonces por qué dices que la eternidad es tiempo, si en el principio no había espacio, ni tiempo ni nada, y por ahí seguimos. Cuando se vio venir la pregunta de qué hacía Dios entonces y para qué estaba, se despidió. Hoy  ni nos saludamos, dice que soy un necio.

Bien, pero volvamos a que Dios estaba un tanto tedioso -lo que es sólo un pretexto para comenzar el relato-, por lo que llamó al Adversario, su enemigo, el Demonio, sabedor de que tenía algunas ideas y no sabía por cuál optar. Aunque veo que estoy contando esto como un baturro, porque dónde se ha visto que Dios no sepa qué hacer con sus ideas. Pero en fin, no podemos sino tratarlo como persona, aún cuando no lo sea, y que esto sea dicho con el mayor respeto.

Ahora bien, viéndolo ya como persona, y  como es cierto que -de casualidad- hemos hallado en la vida unos pocos hombres buenos, justos y honestos, lo que es agradable, porque con ellos uno -aunque un poco perverso- se lleva bien, hemos terminado por atribuir a Dios un conjunto de valores arquetípicos que nos placen y que consideramos buenos, propios de escasísimos hombres, como la bondad, la belleza, la justicia, más la caridad, inteligencia y sabiduría infinitas, y más un inagotable caudal de noblezas; y a la vez lo hemos imaginado despojado de crueldad, de envidia, de malicia, celos y rencores vengativos: en suma, lo hemos pensado como quisiéramos ser nosotros, perfectísimos.

Y también respecto de sus virtudes se ha dicho hasta el hartazgo que es a la vez infinitamente bueno y justo, dos virtudes que a veces pueden tornarse inconciliables, ya que los buenos perdonan y los justos no, aunque dicho sea  esto con trazo grueso, y dejémoslo ahí. 

Y esto lleva de cabeza a otro problema. También debemos suponer que en el Principio otros valores adversos, o antivalores, también existían, y que hasta hoy nos son conocidos tanto o más que los buenos, así que alguien tenía que cargar con ellos. Y he aquí que apareció el Demonio, o Diablo, o Satanás o como se llame eso que en el Apocalipsis es llamado el Dragón rojo.

Fue éste un fuerte punto de fricción con la persona que hemos referido, esa con la que nos hemos distanciado y apenas nos saludamos:

Dios creó el Demonio, sí o no.

Crearlo no: unos ángeles se rebelaron contra Dios y encarnaron el mal,  pero no sé por qué te preocupa eso, me contestó.

Yo entiendo que sí, respondí, que lo creó, de momento que permitió la rebelión de los Ángeles; es una manera indirecta de permitir la aparición del mal.

Mi amigo se fue y me dejó solo, convencido de mi necedad.

En primer término cabe cuestionarse la utilidad o el porqué de los Ángeles, creados, según el Libro de Job, antes que el Universo, aunque la rebelión de algunos de ellos haya sido posterior, ya que según el Apocalipsis, Dios como castigo los precipitó a la Tierra, lugar adonde no podía arrojarlos si no hubiera existido.

Es claro que como los designios de Dios son inescrutables o totalmente ajenos a la lógica aristotélica, la pregunta estaría fuera de lugar. Un malpensado podría afirmar: creó los Angeles porque ya entonces comenzaba a sentirse un poco solo; pero otro más avisado puede aducir: No, no, es que ya entonces tenía planeado el Universo, los hombres y lo demás, porque si aún no tenía trazado el bosquejo cósmico, para qué iba a crearlos: para conversar, para que lo alaben, para....y las hipótesis no tendrían fin.

Bien: llegó pues el Demonio o Daimonion o Daymon, porque fueron varios los levantiscos, así que deberíamos decir “los Demonios” -que para los griegos no eran malos, sino deidades, entidades espirituales cuya esencia era el símbolo,  y para los latinos genios, calificados unos como buenos y otros como malos, agatoadaimones y cacodaimones- a la presencia de Dios, y éste le comunicó su decisión de crear alguna cosa.

Es evidente que Dios y el Diablo se hablaban, tal como consta en el Libro de Job, y si bien no es probable que Dios tomara al Demonio como consultante e interlocutor, sí es cierto que luego se sirvió de él cuando quiso poner a prueba los quilates de Job, el hombre justo. Es claro que Dios, por ser tal, ya sabía que aquel buen hombre saldría airoso de la ordalía, pero también nosotros tenemos derecho a pensar que el Diablo –aun cuando no conozcamos sus limitaciones- también estaba al tanto de que sus esfuerzos sería estériles, de modo que uno se pregunta para qué todo aquello. Desde luego que no tendría sentido la historia de aquel varón santo y desdichado, ni otros semejantes que hoy existen y están pasándola mal, si no nos viéramos obligados a tratar a Dios y al Demonio como dos pícaros curiosos –“vamos a ver quién gana”- que desde las alturas quieren poner a prueba a alguien para saber de qué bando está, si del de los buenos o del de los malos, que desde el principio la dialéctica estaba ya sobrevolándolo todo -por supuesto que no tenía ese nombre- en la naturaleza misma de Dios, que es sabido que conjunta y concilia en sí todos los opuestos.

Y esto del Demonio viene a cuento,  ya que ha dado harto trabajo a la teodicea o estudio de los senderos que transita la Deidad, ya que han sido  sostenidas sucesivamente diferentes posiciones: 1. Dios no es totalmente bueno ni todopoderoso. 2. Es esencialmente bueno pero no del todo poderoso. 3. Es todopoderoso pero no totalmente bueno. 4. Es infinitamente bueno y todopoderoso.

La Iglesia Romana, aunque no desde sus principios, sostiene esta última tesis, porque en sus primeros siglos anduvo dando vueltas y tanteos para explicar a los fieles la bondad de un Padre que dejó morir, así como así, nada menos que a un Hijo, que esa era la duda que tenían aquellos infelices.

También con mi contrincante ocasional choqué respecto de este punto:

Dios es omnímodo y omnisciente, dije.

Sí.

Y por qué permite que actúe el Demonio.

No sé, pero supongo que es un acto de bondad, ya que es necesario para su obra y para el desarrollo y perfeccionamiento del hombre.

Pero el mal es por naturaleza dañino, aunque parezca tonto decirlo, y hay algunos que caen en tentación y después sufren, y hay guerras, y hambre, y pestes y terremotos y bombas, y terrorismo, ¡y basta, que no quiero seguir...!

Sí, por supuesto.

Y Dios es más poderoso que Satán.

Sí, naturalmente.

Y por qué entonces no lo torna bueno, porque un mundo sin mal sería un Paraíso, la tentación no existiría, sinceramente da la impresión de que mantener vivo el mal es algo sádico, ¿verdad?.

Eres un estúpido incrédulo, respondió, y quedamos nuevamente enemistados.  

Bien, pero nos hemos ido lejos y apartado una vez más del relato. Volvamos al tema de los dos Principios. Ambos, el Bien y el Mal ya estaban en el Uno inicial, en la endíadis primordial, aunque -como lo dijimos- según el Apocalipsis, Satán y sus ángeles se rebelaron y cayeron ya creado el Universo. Una hipótesis podría sostener que anteriormente a la caída de los Ángeles, el Mal existía como principio inactivo, en estado latente, y que se activó con la aparición del Dragón Rojo, que no sé por qué el autor del Apocalipsis tuvo que darle al Mal color tan bonito. Los griegos y después la Iglesia tuvieron más sentido común y lo hicieron negro. Pero en fin, dejemos de lado estos anacronismos de si el Mal estuvo o no en el Principio, dado que antes de la creación no había tiempo, y el antes, ahora y después, sumados daban lo mismo.

El Tiempo, no cabe duda, nació con el Universo, o mejor dicho con el Hombre, y para comodidad, husos y usos horarios de éste y de su historia; porque es razonable que después de la creación una cosa debía suceder necesariamente después de otra, ya que con la creación había nacido el Tiempo y la sucesión. En efecto, el acaecer simultáneo no es concebible, empezando por el nacimiento –hecho que determina en el tiempo la edad de cada uno-, que si Dios hubiera creado de una sola vez toda la humanidad existente hasta el día de hoy, todos seríamos mellizos, y tantos que no cabríamos en una docena de planetas. De modo que el Tiempo es válido sólo entre los paréntesis de principio y fin de la creación, dicho sea para los tontos; que en eso nos parecemos a la mosca que viaja en un tren en movimiento: puede posarse y creer que está quieta, pero igual avanza. Lo mismo pasa con el minuto, con la hora o con el siglo, creemos que transcurren, pero en realidad los que transcurrimos somos nosotros en el vagón de la creación, todos juntos en el tren del universo en carrera  hacia su fin: omnis paulatim leto nos applicat hora, y que el que no sepa latín, que se las averigüe. Pero prosigamos, que el diálogo con el Adversario siguió así: 

Estoy pensando en crear un Universo, dijo Dios.

Un Universo, y eso qué es.

Tendrías que saberlo, aunque te hayas pervertido, o has olvidado que eres un omnisciente subdotado.

Eso Tú lo has permitido, bueno, sí, tengo cierta idea de lo que puede ser un Universo, pero no puedo crearlo.

Porque te rebelaste, de ahí que no veas claro, has quedado algo obtuso. 

Debiste preverlo: yo soy el Mal, ¿y de dónde he salido? ¿acaso no me has permitido ser? Si me has autorizado a rebelarme y a ser el Mal, es porque esa condición estaba en ti, que nadie da lo que no tiene. 

Preví tu soberbia, simplemente me abstuve de reprimirla.

Vaya ambigüedad, entonces...

Bueno, no digas tonterías, cambiemos de tema y volvamos al Universo, que algo tiene que ver con todo esto.

Sí, y qué es.

Expresarme en energía, en materia.

Vaya vaya...y para qué.

Bien, se trata de crear alguna cosa en dos o tres dimensiones, vamos, llamémosle Materia, que con todo lo que sé no sé cómo explicártelo,  algo que, siendo parte de mí, sea diferente, que puedas verlo, vamos, como un dios pequeñito, creo que sería divertido, alguien o algo externo, que yo pueda ver y que me vea.

No hace falta, de momento que estamos de prosa y nos estamos viendo.

Sí, es cierto, pero desearía verme reflejado en un espejo tan infinito y eterno como yo, a eso le he puesto el nombre de Universo: el todo y el uno, la misma cosa.

No deja de ser algo narcisista,  así que  quieres exteriorizarte sin dejar de ser tú mismo, eso deseas, bien, y luego qué.

Preguntas demasiado, bien sabes que mi voluntad no tiene por qué tener un motivo para manifestarse: mi naturaleza es el eseísmo, el Ser y la voluntad de Ser, Soy el que Soy, sin adjetivos, y para mí todo es eseíble, puesto que soy el Ser.

De acuerdo, soy testimonio de ello, que de ti nací.

Bien, no empieces con ese retintín y no te pongas como ejemplo, que eso me molesta un poco. Me manifestaré de modo diferente, palpable, visible, no sólo para mí y para ti y nuestras entidades, mis ángeles y tus descastados, sino para otros, aunque no se me ocurre para quiénes.

Ahí puede que te dé una idea: has hablado de materia -que tengo una vaga idea de lo que se trata-,  puedes hacer que esa materia te vea, soplarle tu esencia, tu Ser, y crearás un Otro, un dios pequeño; porque mira que hasta el momento sólo nosotros somos habitantes de la Nada.

Dios se fastidió:

Siempre incurres en torpezas, lo que no me extraña, ya que eres el espíritu del Error:  no habitamos la Nada porque yo también soy la Nada: si no pudiera ser la Nada, o si fuera diferente de la Nada, no sería quien soy. Soy todo, incluida la Nada, aunque no te suene del todo  claro.

Sí, es complejo pero cierto, te habitas a ti mismo.

Bien, tu idea es loable, haré, o hago, o hice, que para mí es lo mismo, ya que conjugo todos los tiempos a la vez, un Universo habitado por una pequeña parte de mí mismo, o sea que me manifestaré en una ínfima partícula pensante, discursiva y muy limitada, algo así como un ensayo, aparentemente autónomo e independiente, sujeto a las mismas leyes que tendrá el Universo, que aún no sé cuáles serán, porque eso sí, yo no tengo leyes, no me servirían para nada, al menos por ahora, pero no me cuesta nada inventar unas cuantas.

Y esto que dijo Dios viene a cuento porque infinitos eones después de estos acontecimientos o supuestos, que vaya uno a saber cómo sucedieron las cosas, un ínfimo descendiente de aquel primogénito que creó Dios, y que se llamó  Macedonio Fernández, creyó inventar esta aladas palabras de la deidad y sentó la tesis: "El Ser no tiene Ley, todo es posible." Bien, a decir verdad, fue lo único importante que dijo.

Y el diálogo con el Diablo continuó de este modo:

Sin embargo tú te riges por Leyes.

No, mientes, como de costumbre.

De momento que soy tu Adversario, tenemos Leyes y Principios diferentes.

Principios diferentes sí, Leyes no. Sabes, era muy complicado que tus principios y los míos fueran los mismos; cuando tú aún no te habías rebelado, eso de participar de la esencia del Mal –y esto te lo digo en confianza- me molestaba un poco.

Desde luego, si tú has autorizado mi creación y mi rebelión, mis Principios estaban ya en ti, y siguen estándolo, si no serías una deidad limitada; yo soy sólo el poder ejecutivo del Mal que en esencia sigue estando en ti, que todo lo abarcas; aunque vamos,  no quiero ponerte en aprietos y dime  qué papel jugaré en todo esto, porque por algo me has llamado.

Quiero que lo hagamos juntos.

Imposible.

Por qué.

Porque en nada estuvimos ni estaremos de acuerdo, desde ya te digo que estoy en desacuerdo con la idea.

Por eso mismo, nada más lógico, pero no escaparás: te lo ordeno, ya que soy Uno, así que poco me importa, un desacato más me tiene sin cuidado. Además, fíjate una cosa, tú eres el Mal y hasta ahora qué has hecho, rebelarte contra mí y nada más, eres un Mal inútil. De qué te sirve aquí la lujuria espiritual, las tentaciones, la lascivia, la gula, la mentira y todo lo demás, vaya chiste, si ni tú ni yo comemos ni fornicamos ni mentimos, ya que no es posible que me mientas;  precisas un campo de operaciones, aquí nada tienes que hacer. Yo sí, que soy el Uno y el Todo, soy el Bien que se justifica por sí mismo.

Y también el Mal.

No, no, tengo un argumento para eso, el Mal es sólo la ausencia del Bien.

Vaya paradoja, así que tú eres el Bien, pero tienes una parte que no es, y esa parte es el Mal...

Bueno, bueno, vamos, no hay tampoco por qué hurgar mucho en eso, déjalo así. De hecho, el Mal eres tú, y punto, el Mal siempre requiere una víctima, hasta una doctrina o ideología, y hasta filósofos, teólogos, gente que se ocupe de eso, que te explique y justifique.

Sí, tienes razón, la verdad es que aquí nada puedo hacer, preciso una tarea en qué aplicarme, yo también deseo expresarme en obras.

Aclaremos que esa expresión de la Deidad, "nada más lógico", dicha antes, no tiene mayor sentido y es sólo una muletilla; recurrimos a ella por necesidad, pero también como perífrasis, ya que existía en el Ser el principio de causa efecto, una especie de silogismo en barbecho, o por mejor decir un cigoto del daraptí, que hubiera podido funcionar al revés si así lo hubiese dispuesto. En efecto, Dios habría podido invertir los términos del raciocinio deductivo que más tarde descubrirían los lógicos,y hacer de lo inductivo norma general: Sócrates es mortal, por consiguiente es hombre, y en consecuencia todos los hombres son mortales; metatesis de causa/efecto por efecto/causa, lo que hubiese sido el principio de la lógica del error, a la que al día de hoy hombres y mujeres son adictos y que aplican a grandes y pequeños problemas: casi todas las guerras se justifican mediante esa forma de silogismo invertido.

De haber sucedido así, para nosotros Dios habría razonado mal, pero si un dios omnipotente y omnisciente no puede voluntaria o involuntariamente equivocarse no es un dios: alcanza con que desee incurrir en un error involuntario, en una distracción, y punto: darlo por hecho. Quién sabe si con semejante alteración de la lógica todo no hubiese resultado mejor, porque -y valga un ejemplo- este tema de la lógica y de la omnipotencia de Dios para invertirla, fue árduamente discutido en su momento. En efecto, alguien afirmó en la Edad Media que Dios nunca podría hacer que dos y dos sumaran cinco, herejía que lo llevó a ser descuartizado en cinco trozos y posteriormente asado, lo que fue injusto, puesto que luego resultó que Dios es Uno y Trino, aunque no pueda probarse.     

Pero abreviemos el relato. Dios no prestó atención a la oposición diabólica y le comunicó que crearía un Universo en el que deberían necesariamente enfrentarse, aunque como siempre, de manera amistosa; la lucha entre seres inextinguibles no tiene ni tendrá fin, y tanta interacción termina por acercar y conciliar los opuestos. Acordaron que, condenados ambos a la eternidad, no valía la pena malquistarse, y como dos buenos jugadores de ajedrez se estrecharían la mano al final de cada partida.

Muchas tareas te encomendaré, le dijo Dios, y a veces hasta te dejaré libre para tus diabluras,

que ya con eso sin duda tenía en mente a su fiel Job, nombre que sin duda guardó  in pectore.

Así fue que Dios se expresó y vertió su Unidad -"Uni-Verso", que eso parece significar-, sobre toda su Nada esencial, lo único existente hasta ese momento. Y es curioso eso de que a la Nada le hayan puesto nombre, aunque nada sea, lo que es decir no existente, lo que lleva a una contradicción por demás lógica, aunque sin sentido: la Nada es nada, la Nada tiene nombre, el nombre es algo, la Nada es algo. Este razonamiento fue adoptado eones después por un filósofo francés, quien sostuvo que de dos premisas falsas puede extraerse una conclusión verdadera, y logró probarlo: 1. Mi tabaquera está en la luna (falso). 2. La luna está en mi bolsillo (falso). 3. Ergo, la tabaquera está en mi bolsillo (verdadero), y sacaba su tabaquera y la mostraba con orgullo.     

Se ignora si al momento de la creación Dios pronunció alguna palabra u orden, lo que es dudoso, ya que no tenía mayor motivo ni alguien a quien lanzar y hacer cumplir semejante orden, excepto el Diablo, tan poco de fiar. Unos le atribuyen una inmensurable explosión y el tronido de su voz: Fiat Lux, y la separación instantánea de la luz y de las sombras, y las aguas de la tierra, la que según el Génesis -en insuperable ejemplo de forzosa catacresis- define hasta ese instante como caos y confusión flotante en el abismo, que alguna versión identifica con un océano primordial e increado, bella metáfora por cierto, y también excelente ejemplo de paradoja. Hubo más adelante, perdido en el tiempo, un intrigante inventado por Antonio Machado que afirmó que Dios utilizó fórmula diferente para crear al hombre:  "Fiat umbra”, y que a partir de entonces brotó el  pensar humano; pero sabemos que sólo es una broma biliosa del  poeta, que no era hombre del Diablo sino todo lo contrario.  

Pero luego que hubo creado todo lo imaginable y lo no imaginable -por tratarse de Dios fue sólo una ínfima parte lo manifestado-, vegetaciones y animales en todas sus especies, y luceros, y el sol y la luna para el día y la noche, entonces con la misma tierra modeló al hombre; dicen que lo hizo de color rojo, que eso quiere decir Adán, y que lo creó –varón y hembra juntos en un solo cuerpo: “varón y hembra los creó”- para que señorease sobre todo. Más tarde vio que como hermafrodita se aburría en su soledad y de una de sus costillas hizo la mujer, que en eso se parece un poco a la historia del bien y del mal, ambos inicialmente en Dios, lo que no daba justo, por lo que hubo necesidad de escindir ambos principios mediante la rebelión de unos cuantos ángeles díscolos. Lo mismo sucedió con Adán, al que con el argumento de que se aburría en su soledad, hizo partición de él y apartó los dos principios, el macho de la hembra. Es que en principio fueron uno solo, por eso la afición que les ha quedado de juntarse. De lo cual no diremos más, puesto que es historia muy manida; sólo que poco después de separados apareció por ahí el Diablo frotándose metafóricamente las manos.

También tocante a  ese punto se irritó mi contrincante –ese que no me saluda- cuando otra vez nos enfrentamos:

Dime, y al fin de cuentas, para qué Dios creó al Hombre.

Siempre con tus simplezas, para qué, para qué, ¿no alcanza con que te haya dado el ser? Agradece y adóralo.

No, todo tiene su porqué, y creo que no estaría demás saberlo, porque eso de que nos hizo para su gloria, vaya, eso es cosa de escenarios, de artistas y de aplausos.

Me trató de asno, se levantó y se fue.

Pero prosigamos: en efecto, según dicen los textos, varón y hembra fueron ubicados en el Paraíso. Pero nada de lo que sigue tampoco nos interesa, sino la idea del Paraíso, que Paraíso también llaman al Cielo o lugar adonde se dice que van los Justos, y hacia ese tema caminamos.

Aunque antes de aparecerse en el Edén, Satanás interpeló al Hacedor:

Bien, mira lo que has hecho, has colmado tu Nada con cosas flotantes y giratorias, verdad que es algo impresionante, pero ahora dime para qué has fabricado semejante máquina, incluidos esos  muñequitos a los que has dado la Palabra, el Logos,  un instrumento creador hasta ahora exclusivamente nuestro...

No, nuestro no, sólo mío, tú no puedes crear, sólo alterar, cambiar el bien en mal; es claro que puedes hacer algunas magias para engañar a los tontos, pero poco más.

Bien, de acuerdo, pero dime qué quieres, acaso que haya más dioses, acaso te has vuelto politeísta.

No, nada de eso; lo de para qué lo he hecho no me interesa, ya sabes lo que dijo o dirá Macedonio, el mejor teólogo a su pesar. Es claro que ellos buscarán un porqué, que no lo hay. 

Bueno bueno, a Macedonio se le llamará músico, poeta y loco.

Sí, dirá que no tengo Ley y que todo me es posible, lo que es cierto, ya que el por qué y el para qué no tienen sentido en mí,  aunque podría decretar que lo tuvieran. Verás,  esos infelices enseñarán a sus descendientes cualquier tontería: que los hice para que me glorifiquen, para que me adoren, para salvarse y otras ñoñerías, bueno, necesariamente inventarán alguna cosa.  

Sabes que esos desdichados creen que son libres.

Mientes como siempre, no creen nada. Ellos creerán que los hice a mi imagen y semejanza, pero no son nada, ya que para ellos la libertad, que aún no saben lo que es, tendrá mucho de enigma y no darán nunca con su sentido correcto, que es ni más ni menos que lo opuesto del Mal,  o sea tu opuesto; por el contrario, serán desdichados por causa de ella ya que creerán cualquier necedad, y hasta se matarán en su nombre. Y en cuanto a creer, te digo que por ahora no tienen necesidad; son como yo, que en nada tengo que creer puesto que lo sé todo. Es cierto que por ahora tampoco ellos creen en nada, pero no por saberlo todo sino porque no saben nada de nada, ni siquiera lo que es creer. Aunque algo va a suceder: les he inventado una Ley...

Y qué es eso de Ley.

Algo que se me ha ocurrido y que deben cumplir, digamos, obedecer.

Y eso por qué.

Bueno, vaya pregunta, porque se me ha antojado.

De acuerdo.

Y ahí entrarás a trabajar tú: harás que desobedezcan, y a esa desobediencia la llamarán pecado, o mancha, bueno, sabes,  inventarán la culpa, y al sentirse culpables necesitarán del perdón, ¿y quién puede perdonar?  

Tú.

Eso es, y ese será el principio, a partir de ahí comenzarán a creer en un montón de cosas cada vez más complicadas, y hasta inventarán una ciencia para averiguar mi naturaleza y todo eso.

Qué horrible, y que es eso de creer.

Algo así como una prótesis.

Y en qué creerán.

Primero en algo parecido a mí, que no saben lo que soy ni que no existo, en el sentido que ellos habrán de tener de existir, y no veo por qué se tomarán luego la molestia de crear una ciencia que me estudie, atribuirme una naturaleza que no tengo, y discutir, pelearse y dividirse, cuando mi naturaleza es precisamente la Indefinición, o sea que solo "existiré" para ellos, que me imaginarán igual que ellos ya que no pueden ir más allá; los pobres no se darán cuenta de que están solos.

Vaya, ahora Marx.

Sí, claro, insuperable teólogo, sin duda, muy superior a Santo Tomás, y aun a Macedonio. Y luego de todo eso saldrán el cumplimiento y el incumplimiento, la culpa y el perdón, el arrepentimiento y la esperanza, la salvación y la condena, el Cielo y el Infierno.

¿Y eso qué es?

Bueno, no quiero hablarte en difícil, pues sabes que eres un tanto limitado, pero ahí entra en juego otra cosa a la que yo mismo no puedo escapar, pese a ser Dios.

¡Y qué es eso....!       

Mira, se llama dialéctica, pero prefiero no entrar en detalles. Contigo sería perder el tiempo, porque sabes, te la haré fácil, pese a que no lo entenderás, yo soy la dialéctica, y tú también.

No...Y eso qué es.

Viene a ser como un apellido común que ambos llevamos, pero mejor olvídalo.

Y dime, cómo se reproducirán, porque no te contentarás sólo con esos dos memos que andan dando vueltas en un jardín.

Ya lo he pensado, he inventado algo divertido con lo que tendrás mucho que ver.

Pienso que pudiste evitar todo este embrollo si los hubieses hecho a mi imagen y semejanza.

También tú participas de su naturaleza, sólo que debes manifestarte.

Ah, no has podido evitarlo, ¿verdad? Por eso has implantado ahí esos dos árboles, el de la Vida y el del Conocimiento: si comen de ellos serán como nosotros.

Tu deber es tentarlos para que lo deseen; yo ya les he advertido, aunque ya sé lo que harán, por supuesto.

Sólo quiero decirte algo.

Qué.

Que lo que has hecho más parece obra mía que tuya.

Te olvidas lo que dijiste cuando te rebelaste:

Qué dije.

"Non serviam: erimus sicut Deus."

Bueno, fue una manera de decir, tú me entiendes.

Y así fue que el Demonio bajó a la Tierra por primera vez. Para ello debió disminuirse tanto que con relación a lo creado debió reducirse a algo tan insignificante como inconcebible.

 

Lo que siguió es sabido a través de dudosas crónicas, aunque creído a la letra por alguno de los descendientes de aquellos infelices.  Por más que se den a aquellos sucesos interpretaciones alegóricas, siempre se tirará de allí el dogma de la culpa, aunque no se sepa bien en qué consiste. Si bien no puede aplicarse a ella el principio de razón suficiente, quizás habría que pergeñar –para su justificación- el principio de razón necesaria. En efecto, puede afirmarse con propiedad que su naturaleza es su propia necesidad,  algo así como la Nada, que tiene una existencia nominal, con la diferencia de que la Nada nada rinde, en tanto que esa dichosa culpa primordial  ha sido inagotable fuente de poder y de riqueza.

Pero prosigamos: comieron del fruto, que les supo delicioso y los dejó agotados y complacidos -eso divirtió mucho al Diablo-, aunque contaminados desde entonces de imaginación y  pensamiento, punto de partida de una evolución que desde entonces no se ha detenido, impulsada por una inagotable sed de conocimiento y un sin fin de complejidades.

Lo demás es mera suposición. Puede pensarse que Dios fue atacado nuevamente de tedio y se desentendió de lo que había hecho, por lo que abandonó al hombre a su suerte, sólo con su pequeño raciocinio,  para dedicarse a otros quehaceres, si es que puede decirse semejante cosa. Sin embargo, aquella partícula de tierra animada siguió con la carcoma del saber, y como lo que aprendió y fue lentamente descubriendo será siempre una mota de polvo con relación a lo que ignora, comenzó a buscar el porqué de su existencia y a hurgar en pos de su causa primera, y a no dar con ella; entonces comenzó a suponer, a dudar, a creer y a descreer, y de todo eso hizo una ciencia o teodicea, bastón de ciego que intenta descubrir y justificar los caminos de un presunto creador.

Dios y el Diablo, una vez puesto en marcha el invento, le dieron una última ojeada:

Los dejaremos a prueba por un tiempo.

Sí, es divertido, pero después qué.

Y nada, el hombre vivirá un rato y se deshará, si fueran eternos como yo, no sabría qué hacer con ellos; estaba visto que tenía que hacerlos perecederos, efímeros. Por supuesto que eso le caerá mal, así que echará mano a eso de creer y afirmará que después de morir seguirá viviendo de algún modo diferente, con cuerpo, sin cuerpo, sólo el alma, con deseos, sin deseos, con los parientes o sin los parientes y todo eso, uf! su imaginación no tendrá fin.

Y cómo.

Y se inventará un lugar y creerá en un alma que volará a un lugar en el que podrá verme, y bueno, todo eso y mucho más.

Y para qué.

Es que no le gustará morir, le sabrá mal eso de volver a ser tierra, a ser lo que fue siempre, ya que de tierra lo hice, después de creer durante un ratito insignificante que es algo diferente del resto, que es importante, que tiene o posee cosas, que ama, que odia, que goza, que manda, que reza y que sufre y espera: todo eso es el yo, lo diferente, lo excluyente, lo que lo engaña y separa, y todo por causa de aquello, eso que tú le inducirás a hacer. Entonces creerá en mí y en ti, en lo bueno y en lo malo, y bueno, ya te lo he dicho, eso de la dialéctica de lo que  tú no entiendes nada, y no conviene que entiendas tampoco. Y lo peor de todo, descubrirá el poder. El poder generará religiones, ritos de dominación, dinero, armas, lucha y destrucción. 

Y sólo eso.

No, también generará conocimiento del Universo, artes, cultura, pero a qué precio...

Y qué harás. 

Mira, ya te lo he dicho, los dejaré solos y ellos seguirán pensando que estoy pendiente de lo que hacen, que los vigilo para premiarlos o castigarlos, bueno, cosas de niños; el bien será premiado con placer y el mal con dolor.   

La inteligencia que les he dado les alcanzará para poca cosa más: el Bien será premiado con placer y el Mal con dolor, algo totalmente previsible, casi da pena por lo elemental; pienso que mejor hubiera sido al revés. Mira, no faltará quien escriba una Comedia sobre todo eso; el autor se creerá un santo, pero será tan perverso como tú, porque sólo a ti o a alguien como tú puede ocurrírsele tanta atrocidad.   

Qué delirio, y permitirás que crean todo eso.

Sí, pero mira que poco a poco irán despertando y descubrirán el engaño, aunque pasará mucho tiempo para eso. Pero mientras tanto no deja de tener cierta gracia. Y lo peor es que creerán, amarán, odiarán, sufrirán, se matarán y torturarán en mi nombre, aunque también en mi nombre perdonarán y condenarán: mira, un verdadero desastre.

Entonces termina esa locura de una buena vez.

Sí, realmente, creo que me estoy arrepintiendo. Mira, pensándolo bien, creo que dormiré unos pocos eones; cuando me despierte veré lo que hago, aunque quizás ellos me ganen y deshagan todo por sí mismos; mientras tanto, dejo todo en tus manos. 

Y se fue, no se sabe hacia dónde, quizás hacia la Nada, su residencia habitual. Alguien preguntó a un teólogo sobre esa ausencia tan notoria, a lo que respondió que, quizás, voluntariamente, se había ausentado dentro de Sí mismo.

La respuesta fue considerada sacrílega y fue excomulgado.    

Jaime Monestier
monest99@adinet.com.uy 

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