La invención del cielo (Fragmento de un catecismo para escépticos) |
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“Dieu aime les hommes, et il provoque et exige de seux-ci, le libre don de leur coeur. S’ils refuse de rèpondre a son amour –Ipse prior dilexit nos- il ne peut que sanctionner une révolte si outrageante aux prévenance de sa grace. La rigueur de sa justice serà a la mesure des libéralités de sa misericorde. L’enfer d’a donc de sens que mis en corrélation avec le Ciel ». C. Spicq, “L’enfer”. | |
A Tomás Stefanovics |
Dios
amaneció abatido por el tedio; por supuesto que tal afirmación es un
mero recurso retórico, ya que debe presumirse que en la divinidad no hay
mañana ni tarde ni noche, ni vigilia ni sueño, y menos fastidios y otros
estados anímicos menores. Asimismo,
y como aclaración introductoria a tema tan delicado, debemos poner punto
a la histórica falacia que desde siempre ha dividido los pueblos en
monoteístas y politeístas. Tenemos derecho a decir Dios o Dioses, ya que
Dios es ajeno a toda calificación gramatical: no es El ni Ella,
por ser voz epicena; y
tampoco padece el número, ya
que es su disímbolo y su negación: es a la vez el Uno y el Todo, lo que
excluye el concepto de cantidad, el uno, el muchos, pocos, todo, y demás -sin
que ello lleve a incurrir en panteísmo, otra tontería-, condición ésta
que lleva a eliminar o hacer necesariamente indistinto género y número:
Diosa o Dios, Dios o Dioses, o sea a la vez el uno y lo plural. La
Trinidad de Padre, Hijo y Paráclito o Espíritu Santo, vendría en
consecuencia a ser una invención -mitad falacia y mitad sofisma-
para prestar a este enigma el rostro de una metáfora que exige el credo quia absurdum, confesión por demás malévola atribuida a San
Agustín, quien según los exégetas sólo postuló, humildemente, que
no hay necesidad de comprender para creer. Tampoco
puede decirse sin ligereza -en la que necesariamente hemos incurrido-, que
Dios amaneció, pues bien puede
entenderse como sinónimo de despertó,
ya que dormir es un quehacer terrestre, si es que tal placer no existe en
otras modalidades de ser. Pero en fin, afirmemos que también Dios, por
ser Todo es también todos los nombres, Brahma uno de ellos, quien en las
cosmogonias orientales tiene sus noches y sus días, sus manvantaras
y pralayas, y que al cabo de miríadas de millones de siglos y de
eones se despertó tedioso, sentimiento que en una deidad es improbable,
pero al que apelamos coaccionados por nuestro limitante antropomorfismo.
En consecuencia, esto no significa sumarle bostezos, perezas o deseos, que
es como en nosotros se manifiesta ese no tener nada en qué entretenernos.
Así nos vemos obligados a suponer que Dios se despertó aburrido en su
eternidad, sabedor de que de la eternidad venía y hacia la eternidad se
dirigía -otro anacoluto, pues la eternidad no tiene ni pasado ni presente
ni futuro, ya que sólo es un necesario invento de nuestro discurrir
sucesorio, y hasta posiblemente ajena al tiempo. Dice
San Juan que "en el Principio fue el Verbo", pasaje que hace suspirar a
ciertos místicos cuando posan arrobados sus ojos en la Biblia, pues se
supone que fue la Palabra la creadora de todo, aún de Dios, aunque luego
afirme que la Palabra estaba con Dios, y más aún, que era
Dios, de ahí que Dios sea también el Logos, causa y efecto
unificados. Si el evangelista afirmara
solamente que en el principio fue el Verbo, y no se dijera nada más, algún
tonto tendría derecho a decir: Bueno, ¿y de Dios qué?, por lo que podría
deducir que Dios llegó después; de ahí que San Juan termine por
identificarlos para no generar un conflicto de prelaciones. De modo que el
Principio estuvo siempre, lo que huele a tautología, ya que si admitiéramos
que alguna vez no estuvo, tendríamos que concluir que Dios se creó a sí
mismo, y en él el Verbo, ya que debe concebirse como
Principio de la eternidad, si es que esto puede decirse. Recuerdo
haber preguntado a un amigo de acendrada fe: Dime,
en qué momento preciso comenzó la eternidad, y me dijo sin vacilar: Nada
más fácil: empezó, empieza y empezará siempre, ya que no ha tenido
principio ni tendrá fin. Así
que no habiendo contradicción en afirmar que tiene un comienzo
permanente, entonces lo mismo sucede con la creación, dije: Por
supuesto, ha sucedido en un instante de la eternidad, que puede ser
cualquiera, lo que es lo mismo que todos. Perdona,
padezco de lógica: eso significa que puede ser ahora, o en el futuro. No,
eso no. De
donde deduzco que fue en el pasado y no en cualquier momento de la
eternidad, comprendido el presente y el futuro. Sí,
sólo en el pasado. Así
que -confieso que no lograba entenderlo claramente y proseguí- hubo un
Principio que existió siempre, y la creación fue posterior al principio
y anterior al presente. Sí,
no lo dudes, así es, hay que decirlo así. Y
ese Principio estaba en Dios y era Dios. Sí,
por supuesto. Entonces
no fue principio, ya que Dios es eterno.. No,
es claro, principio creador, y Dios sí lo es. Ah,
sabes, soy muy terreno, así que Dios es eterno, y la eternidad es tiempo
sin principio ni fin. Y,
pues sí. Pero
no puede medirse, no puedes salirte de ella para medirla, no hay reloj
para eso, y además la física parece identificar tiempo y espacio, y el
espacio es de la esencia del movimiento.
Por
supuesto, me respondió también ya algo molesto. Y
entonces por qué dices que la eternidad es tiempo, si en el principio no
había espacio, ni tiempo ni nada, y por ahí seguimos. Cuando se vio
venir la pregunta de qué hacía Dios entonces y para qué estaba, se
despidió. Hoy ni nos
saludamos, dice que soy un necio. Bien,
pero volvamos a que Dios estaba un tanto tedioso -lo que es sólo un
pretexto para comenzar el relato-, por lo que llamó al Adversario, su
enemigo, el Demonio, sabedor de que tenía algunas ideas y no sabía por
cuál optar. Aunque veo que estoy contando esto como un baturro, porque dónde
se ha visto que Dios no sepa qué hacer con sus ideas. Pero en fin, no
podemos sino tratarlo como persona, aún cuando no lo sea, y que esto sea
dicho con el mayor respeto. Ahora
bien, viéndolo ya como persona, y como
es cierto que -de casualidad- hemos hallado en la vida unos pocos hombres
buenos, justos y honestos, lo que es agradable, porque con ellos uno
-aunque un poco perverso- se lleva bien, hemos terminado por atribuir a
Dios un conjunto de valores arquetípicos que nos placen y que
consideramos buenos, propios de escasísimos hombres, como la bondad, la
belleza, la justicia, más la caridad, inteligencia y sabiduría
infinitas, y más un inagotable caudal de noblezas; y a la vez lo hemos
imaginado despojado de crueldad, de envidia, de malicia, celos y rencores
vengativos: en suma, lo hemos pensado como quisiéramos ser nosotros,
perfectísimos. Y
también respecto de sus virtudes se ha dicho hasta el hartazgo que es a
la vez infinitamente bueno y justo, dos virtudes que a veces pueden
tornarse inconciliables, ya que los buenos perdonan y los justos no,
aunque dicho sea esto con
trazo grueso, y dejémoslo ahí. Y
esto lleva de cabeza a otro problema. También debemos suponer que en el
Principio otros valores adversos, o antivalores, también existían, y que
hasta hoy nos son conocidos tanto o más que los buenos, así que alguien
tenía que cargar con ellos. Y he aquí que apareció el Demonio, o
Diablo, o Satanás o como se llame eso que en el Apocalipsis es llamado el
Dragón rojo. Fue
éste un fuerte punto de fricción con la persona que hemos referido, esa
con la que nos hemos distanciado y apenas nos saludamos: Dios
creó el Demonio, sí o no. Crearlo
no: unos ángeles se rebelaron contra Dios y encarnaron el mal,
pero no sé por qué te preocupa eso, me contestó. Yo
entiendo que sí, respondí, que lo creó, de momento que permitió la
rebelión de los Ángeles; es una manera indirecta de permitir la aparición
del mal. Mi
amigo se fue y me dejó solo, convencido de mi necedad. En
primer término cabe cuestionarse la utilidad o el porqué de los Ángeles,
creados, según el Libro de Job, antes que el Universo, aunque la rebelión
de algunos de ellos haya sido posterior, ya que según el Apocalipsis,
Dios como castigo los precipitó a la Tierra, lugar adonde no podía
arrojarlos si no hubiera existido. Es
claro que como los designios de Dios son inescrutables o totalmente ajenos
a la lógica aristotélica, la pregunta estaría fuera de lugar. Un
malpensado podría afirmar: creó los Angeles porque ya entonces comenzaba
a sentirse un poco solo; pero otro más avisado puede aducir: No, no, es
que ya entonces tenía planeado el Universo, los hombres y lo demás,
porque si aún no tenía trazado el bosquejo cósmico, para qué iba a
crearlos: para conversar, para que lo alaben, para....y las hipótesis no
tendrían fin. Bien:
llegó pues el Demonio o Daimonion o Daymon, porque fueron varios los
levantiscos, así que deberíamos decir “los Demonios” -que para los
griegos no eran malos, sino deidades, entidades espirituales cuya esencia
era el símbolo, y para los
latinos genios, calificados unos como buenos y otros como malos, agatoadaimones
y cacodaimones- a la presencia de Dios, y éste le comunicó su decisión
de crear alguna cosa. Es
evidente que Dios y el Diablo se hablaban, tal como consta en el Libro de
Job, y si bien no es probable que Dios tomara al Demonio como consultante
e interlocutor, sí es cierto que luego se sirvió de él cuando quiso
poner a prueba los quilates de Job, el hombre justo. Es claro que Dios,
por ser tal, ya sabía que aquel buen hombre saldría airoso de la ordalía,
pero también nosotros tenemos derecho a pensar que el Diablo –aun
cuando no conozcamos sus limitaciones- también estaba al tanto de que sus
esfuerzos sería estériles, de modo que uno se pregunta para qué todo
aquello. Desde luego que no tendría sentido la historia de aquel varón
santo y desdichado, ni otros semejantes que hoy existen y están pasándola
mal, si no nos viéramos obligados a tratar a Dios y al Demonio como dos pícaros
curiosos –“vamos a ver quién gana”- que desde las alturas quieren
poner a prueba a alguien para saber de qué bando está, si del de los
buenos o del de los malos, que desde el principio la dialéctica estaba ya
sobrevolándolo todo -por supuesto que no tenía ese nombre- en la
naturaleza misma de Dios, que es sabido que conjunta y concilia en sí
todos los opuestos. Y
esto del Demonio viene a cuento, ya
que ha dado harto trabajo a la teodicea o estudio de los senderos que
transita la Deidad, ya que han sido sostenidas
sucesivamente diferentes posiciones: 1. Dios no es totalmente bueno ni
todopoderoso. 2. Es esencialmente bueno pero no del todo poderoso. 3. Es
todopoderoso pero no totalmente bueno. 4. Es infinitamente bueno y
todopoderoso. La
Iglesia Romana, aunque no desde sus principios, sostiene esta última
tesis, porque en sus primeros siglos anduvo dando vueltas y tanteos para
explicar a los fieles la bondad de un Padre que dejó morir, así como así,
nada menos que a un Hijo, que esa era la duda que tenían aquellos
infelices. También
con mi contrincante ocasional choqué respecto de este punto: Dios
es omnímodo y omnisciente, dije. Sí.
Y
por qué permite que actúe el Demonio. No
sé, pero supongo que es un acto de bondad, ya que es necesario para su
obra y para el desarrollo y perfeccionamiento del hombre. Pero
el mal es por naturaleza dañino, aunque parezca tonto decirlo, y hay
algunos que caen en tentación y después sufren, y hay guerras, y hambre,
y pestes y terremotos y bombas, y terrorismo, ¡y basta, que no quiero
seguir...! Sí,
por supuesto. Y
Dios es más poderoso que Satán. Sí,
naturalmente. Y
por qué entonces no lo torna bueno, porque un mundo sin mal sería un
Paraíso, la tentación no existiría, sinceramente da la impresión de
que mantener vivo el mal es algo sádico, ¿verdad?. Eres
un estúpido incrédulo, respondió, y quedamos nuevamente enemistados.
Bien,
pero nos hemos ido lejos y apartado una vez más del relato. Volvamos al
tema de los dos Principios. Ambos, el Bien y el Mal ya estaban en el Uno
inicial, en la endíadis primordial, aunque -como lo dijimos- según el
Apocalipsis, Satán y sus ángeles se rebelaron y cayeron ya creado el
Universo. Una hipótesis podría sostener que anteriormente a la caída de
los Ángeles, el Mal existía como principio inactivo, en estado latente,
y que se activó con la aparición del Dragón Rojo, que no sé por qué
el autor del Apocalipsis tuvo que darle al Mal color tan bonito. Los
griegos y después la Iglesia tuvieron más sentido común y lo hicieron
negro. Pero en fin, dejemos de lado estos anacronismos de si el Mal estuvo
o no en el Principio, dado que antes de la creación no había tiempo, y
el antes, ahora y después, sumados daban lo mismo. El
Tiempo, no cabe duda, nació con el Universo, o mejor dicho con el Hombre,
y para comodidad, husos y usos horarios de éste y de su historia; porque
es razonable que después de la creación una cosa debía suceder
necesariamente después de otra, ya que con la creación había nacido el
Tiempo y la sucesión. En efecto, el acaecer simultáneo no es concebible,
empezando por el nacimiento –hecho que determina en el tiempo la edad de
cada uno-, que si Dios hubiera creado de una sola vez toda la humanidad
existente hasta el día de hoy, todos seríamos mellizos, y tantos que no
cabríamos en una docena de planetas. De modo que el Tiempo es válido sólo
entre los paréntesis de principio y fin de la creación, dicho sea para
los tontos; que en eso nos parecemos a la mosca que viaja en un tren en
movimiento: puede posarse y creer que está quieta, pero igual avanza. Lo
mismo pasa con el minuto, con la hora o con el siglo, creemos que
transcurren, pero en realidad los que transcurrimos somos nosotros en el
vagón de la creación, todos juntos en el tren del universo en carrera
hacia su fin: omnis paulatim leto nos applicat hora, y que el que no sepa latín,
que se las averigüe. Pero prosigamos, que el diálogo con el Adversario
siguió así: Estoy
pensando en crear un Universo, dijo Dios. Un
Universo, y eso qué es. Tendrías
que saberlo, aunque te hayas pervertido, o has olvidado que eres un
omnisciente subdotado. Eso
Tú lo has permitido, bueno, sí, tengo cierta idea de lo que puede ser un
Universo, pero no puedo crearlo. Porque
te rebelaste, de ahí que no veas claro, has quedado algo obtuso.
Debiste
preverlo: yo soy el Mal, ¿y de dónde he salido? ¿acaso no me has
permitido ser? Si me has autorizado a rebelarme y a ser el Mal, es porque
esa condición estaba en ti, que nadie da lo que no tiene.
Preví
tu soberbia, simplemente me abstuve de reprimirla. Vaya
ambigüedad, entonces... Bueno,
no digas tonterías, cambiemos de tema y volvamos al Universo, que algo
tiene que ver con todo esto. Sí,
y qué es. Expresarme
en energía, en materia. Vaya
vaya...y para qué. Bien,
se trata de crear alguna cosa en dos o tres dimensiones, vamos, llamémosle
Materia, que con todo lo que sé no sé cómo explicártelo,
algo que, siendo parte de mí, sea diferente, que puedas verlo,
vamos, como un dios pequeñito, creo que sería divertido, alguien o algo
externo, que yo pueda ver y que me vea. No
hace falta, de momento que estamos de prosa y nos estamos viendo. Sí,
es cierto, pero desearía verme reflejado en un espejo tan infinito y
eterno como yo, a eso le he puesto el nombre de Universo: el todo y el
uno, la misma cosa. No
deja de ser algo narcisista, así que quieres
exteriorizarte sin dejar de ser tú mismo, eso deseas, bien, y luego qué. Preguntas
demasiado, bien sabes que mi voluntad no tiene por qué tener un motivo
para manifestarse: mi naturaleza es el eseísmo, el Ser y la voluntad de
Ser, Soy el que Soy, sin adjetivos, y para mí todo es eseíble, puesto
que soy el Ser. De
acuerdo, soy testimonio de ello, que de ti nací. Bien,
no empieces con ese retintín y no te pongas como ejemplo, que eso me
molesta un poco. Me manifestaré de modo diferente, palpable, visible, no
sólo para mí y para ti y nuestras entidades, mis ángeles y tus
descastados, sino para otros, aunque no se me ocurre para quiénes. Ahí
puede que te dé una idea: has hablado de materia -que tengo una vaga idea
de lo que se trata-, puedes
hacer que esa materia te vea, soplarle tu esencia, tu Ser, y crearás un
Otro, un dios pequeño; porque mira que hasta el momento sólo nosotros
somos habitantes de la Nada. Dios
se fastidió: Siempre
incurres en torpezas, lo que no me extraña, ya que eres el espíritu del
Error: no habitamos la Nada
porque yo también soy la Nada: si no pudiera ser la Nada, o si fuera
diferente de la Nada, no sería quien soy. Soy todo, incluida la Nada,
aunque no te suene del todo claro. Sí,
es complejo pero cierto, te habitas a ti mismo. Bien,
tu idea es loable, haré, o hago, o hice, que para mí es lo mismo, ya que
conjugo todos los tiempos a la vez, un Universo habitado por una pequeña
parte de mí mismo, o sea que me manifestaré en una ínfima partícula
pensante, discursiva y muy limitada, algo así como un ensayo,
aparentemente autónomo e independiente, sujeto a las mismas leyes que
tendrá el Universo, que aún no sé cuáles serán, porque eso sí, yo no
tengo leyes, no me servirían para nada, al menos por ahora, pero no me
cuesta nada inventar unas cuantas. Y
esto que dijo Dios viene a cuento porque infinitos eones después de estos
acontecimientos o supuestos, que vaya uno a saber cómo sucedieron las
cosas, un ínfimo descendiente de aquel primogénito que creó Dios, y que
se llamó Macedonio Fernández,
creyó inventar esta aladas palabras de la deidad y sentó la tesis:
"El Ser no tiene Ley, todo es posible." Bien, a decir verdad,
fue lo único importante que dijo. Y
el diálogo con el Diablo continuó de este modo: Sin
embargo tú te riges por Leyes. No,
mientes, como de costumbre. De
momento que soy tu Adversario, tenemos Leyes y Principios diferentes. Principios
diferentes sí, Leyes no. Sabes, era muy complicado que tus principios y
los míos fueran los mismos; cuando tú aún no te habías rebelado, eso
de participar de la esencia del Mal –y esto te lo digo en confianza- me
molestaba un poco. Desde
luego, si tú has autorizado mi creación y mi rebelión, mis Principios
estaban ya en ti, y siguen estándolo, si no serías una deidad limitada;
yo soy sólo el poder ejecutivo del Mal que en esencia sigue estando en
ti, que todo lo abarcas; aunque vamos, no quiero ponerte en aprietos y dime qué papel jugaré en todo esto, porque por algo me has
llamado. Quiero
que lo hagamos juntos. Imposible. Por
qué. Porque
en nada estuvimos ni estaremos de acuerdo, desde ya te digo que estoy en
desacuerdo con la idea. Por
eso mismo, nada más lógico, pero no escaparás: te lo ordeno, ya que soy
Uno, así que poco me importa, un desacato más me tiene sin cuidado. Además,
fíjate una cosa, tú eres el Mal y hasta ahora qué has hecho, rebelarte
contra mí y nada más, eres un Mal inútil. De qué te sirve aquí la
lujuria espiritual, las tentaciones, la lascivia, la gula, la mentira y
todo lo demás, vaya chiste, si ni tú ni yo comemos ni fornicamos ni
mentimos, ya que no es posible que me mientas; precisas
un campo de operaciones, aquí nada tienes que hacer. Yo sí, que soy el
Uno y el Todo, soy el Bien que se justifica por sí mismo. Y
también el Mal. No,
no, tengo un argumento para eso, el Mal es sólo la ausencia del Bien. Vaya
paradoja, así que tú eres el Bien, pero tienes una parte que no es, y
esa parte es el Mal... Bueno,
bueno, vamos, no hay tampoco por qué hurgar mucho en eso, déjalo así.
De hecho, el Mal eres tú, y punto, el Mal siempre requiere una víctima,
hasta una doctrina o ideología, y hasta filósofos, teólogos, gente que
se ocupe de eso, que te explique y justifique. Sí,
tienes razón, la verdad es que aquí nada puedo hacer, preciso una tarea
en qué aplicarme, yo también deseo expresarme en obras. Aclaremos
que esa expresión de la Deidad, "nada
más lógico", dicha antes, no tiene mayor sentido y es sólo una
muletilla; recurrimos a ella por necesidad, pero también como perífrasis,
ya que existía en el Ser el principio de causa efecto, una especie de
silogismo en barbecho, o por mejor decir un cigoto del daraptí, que
hubiera podido funcionar al revés si así lo hubiese dispuesto. En
efecto, Dios habría podido invertir los términos del raciocinio
deductivo que más tarde descubrirían los lógicos,y hacer de lo
inductivo norma general: Sócrates es mortal, por consiguiente es hombre,
y en consecuencia todos los hombres son mortales; metatesis de
causa/efecto por efecto/causa, lo que hubiese sido el principio de la lógica
del error, a la que al día de hoy hombres y mujeres son adictos y que
aplican a grandes y pequeños problemas: casi todas las guerras se
justifican mediante esa forma de silogismo invertido. De
haber sucedido así, para nosotros Dios habría razonado mal, pero si un
dios omnipotente y omnisciente no puede voluntaria o involuntariamente
equivocarse no es un dios: alcanza con que desee incurrir en un error
involuntario, en una distracción, y punto: darlo por hecho. Quién sabe
si con semejante alteración de la lógica todo no hubiese resultado
mejor, porque -y valga un ejemplo- este tema de la lógica y de la
omnipotencia de Dios para invertirla, fue árduamente discutido en su
momento. En efecto, alguien afirmó en la Edad Media que Dios nunca podría
hacer que dos y dos sumaran cinco, herejía que lo llevó a ser
descuartizado en cinco trozos y posteriormente asado, lo que fue injusto,
puesto que luego resultó que Dios es Uno y Trino, aunque no pueda
probarse. Pero
abreviemos el relato. Dios no prestó atención a la oposición diabólica
y le comunicó que crearía un Universo en el que deberían necesariamente
enfrentarse, aunque como siempre, de manera amistosa; la lucha entre seres
inextinguibles no tiene ni tendrá fin, y tanta interacción termina por
acercar y conciliar los opuestos. Acordaron que, condenados ambos a la
eternidad, no valía la pena malquistarse, y como dos buenos jugadores de
ajedrez se estrecharían la mano al final de cada partida. Muchas
tareas te encomendaré, le dijo Dios, y a veces hasta te dejaré libre
para tus diabluras, que
ya con eso sin duda tenía en mente a su fiel Job, nombre que sin duda
guardó in
pectore. Así
fue que Dios se expresó y vertió su Unidad -"Uni-Verso", que
eso parece significar-, sobre toda su Nada esencial, lo único existente
hasta ese momento. Y es curioso eso de que a la Nada le hayan puesto
nombre, aunque nada sea, lo que es decir no existente, lo que lleva a una
contradicción por demás lógica, aunque sin sentido: la Nada es nada, la
Nada tiene nombre, el nombre es algo, la Nada es algo. Este razonamiento
fue adoptado eones después por un filósofo francés, quien sostuvo que
de dos premisas falsas puede extraerse una conclusión verdadera, y logró
probarlo: 1. Mi tabaquera está en la luna (falso). 2. La luna está en mi
bolsillo (falso). 3. Ergo, la tabaquera está en mi bolsillo (verdadero),
y sacaba su tabaquera y la mostraba con orgullo. Se
ignora si al momento de la creación Dios pronunció alguna palabra u
orden, lo que es dudoso, ya que no tenía mayor motivo ni alguien a quien
lanzar y hacer cumplir semejante orden, excepto el Diablo, tan poco de
fiar. Unos le atribuyen una inmensurable explosión y el tronido de su
voz: Fiat Lux, y la separación instantánea de la luz y de las sombras, y
las aguas de la tierra, la que según el Génesis -en insuperable ejemplo
de forzosa catacresis- define hasta ese instante como caos y confusión
flotante en el abismo, que alguna versión identifica con un océano
primordial e increado, bella metáfora por cierto, y también excelente
ejemplo de paradoja. Hubo más adelante, perdido en el tiempo, un
intrigante inventado por Antonio Machado que afirmó que Dios utilizó fórmula
diferente para crear al hombre: "Fiat
umbra”, y que a partir de entonces brotó el pensar
humano; pero sabemos que sólo es una broma biliosa del poeta,
que no era hombre del Diablo sino todo lo contrario. Pero
luego que hubo creado todo lo imaginable y lo no imaginable -por tratarse
de Dios fue sólo una ínfima parte lo manifestado-, vegetaciones y
animales en todas sus especies, y luceros, y el sol y la luna para el día
y la noche, entonces con la misma tierra modeló al hombre; dicen que lo
hizo de color rojo, que eso quiere decir Adán, y que lo creó –varón y
hembra juntos en un solo cuerpo: “varón y hembra los creó”- para que
señorease sobre todo. Más tarde vio que como hermafrodita se aburría en
su soledad y de una de sus costillas hizo la mujer, que en eso se parece
un poco a la historia del bien y del mal, ambos inicialmente en Dios, lo
que no daba justo, por lo que hubo necesidad de escindir ambos principios
mediante la rebelión de unos cuantos ángeles díscolos. Lo mismo sucedió
con Adán, al que con el argumento de que se aburría en su soledad, hizo
partición de él y apartó los dos principios, el macho de la hembra. Es
que en principio fueron uno solo, por eso la afición que les ha quedado
de juntarse. De lo cual no diremos más, puesto que es historia muy
manida; sólo que poco después de separados apareció por ahí el Diablo
frotándose metafóricamente las manos. También
tocante a ese punto se irritó
mi contrincante –ese que no me saluda- cuando otra vez nos enfrentamos: Dime,
y al fin de cuentas, para qué Dios creó al Hombre. Siempre
con tus simplezas, para qué, para qué, ¿no alcanza con que te haya dado
el ser? Agradece y adóralo. No,
todo tiene su porqué, y creo que no estaría demás saberlo, porque eso
de que nos hizo para su gloria, vaya, eso es cosa de escenarios, de
artistas y de aplausos. Me
trató de asno, se levantó y se fue. Pero
prosigamos: en efecto, según dicen los textos, varón y hembra fueron
ubicados en el Paraíso. Pero nada de lo que sigue tampoco nos interesa,
sino la idea del Paraíso, que Paraíso también llaman al Cielo o lugar
adonde se dice que van los Justos, y hacia ese tema caminamos. Aunque
antes de aparecerse en el Edén, Satanás interpeló al Hacedor: Bien,
mira lo que has hecho, has colmado tu Nada con cosas flotantes y
giratorias, verdad que es algo impresionante, pero ahora dime para qué
has fabricado semejante máquina, incluidos esos muñequitos a los que has dado la Palabra, el Logos,
un instrumento creador hasta ahora exclusivamente nuestro... No,
nuestro no, sólo mío, tú no puedes crear, sólo alterar, cambiar el
bien en mal; es claro que puedes hacer algunas magias para engañar a los
tontos, pero poco más. Bien,
de acuerdo, pero dime qué quieres, acaso que haya más dioses, acaso te
has vuelto politeísta. No,
nada de eso; lo de para qué lo he hecho no me interesa, ya sabes lo que
dijo o dirá Macedonio, el mejor teólogo a su pesar. Es claro que ellos
buscarán un porqué, que no lo hay. Bueno
bueno, a Macedonio se le llamará músico, poeta y loco. Sí,
dirá que no tengo Ley y que todo me es posible, lo que es cierto, ya que
el por qué y el para qué no tienen sentido en mí,
aunque podría decretar que lo tuvieran. Verás,
esos infelices enseñarán a sus descendientes cualquier tontería:
que los hice para que me glorifiquen, para que me adoren, para salvarse y
otras ñoñerías, bueno, necesariamente inventarán alguna cosa.
Sabes
que esos desdichados creen que son libres. Mientes
como siempre, no creen nada. Ellos creerán que los hice a mi imagen y
semejanza, pero no son nada, ya que para ellos la libertad, que aún no
saben lo que es, tendrá mucho de enigma y no darán nunca con su sentido
correcto, que es ni más ni menos que lo opuesto del Mal,
o sea tu opuesto; por el contrario, serán desdichados por causa de
ella ya que creerán cualquier necedad, y hasta se matarán en su nombre.
Y en cuanto a creer, te digo que por ahora no tienen necesidad; son como
yo, que en nada tengo que creer puesto que lo sé todo. Es cierto que por
ahora tampoco ellos creen en nada, pero no por saberlo todo sino porque no
saben nada de nada, ni siquiera lo que es creer. Aunque algo va a suceder:
les he inventado una Ley... Y
qué es eso de Ley. Algo
que se me ha ocurrido y que deben cumplir, digamos, obedecer. Y
eso por qué. Bueno,
vaya pregunta, porque se me ha antojado. De
acuerdo. Y
ahí entrarás a trabajar tú: harás que desobedezcan, y a esa
desobediencia la llamarán pecado, o mancha, bueno, sabes, inventarán
la culpa, y al sentirse culpables necesitarán del perdón, ¿y quién
puede perdonar? Tú. Eso
es, y ese será el principio, a partir de ahí comenzarán a creer en un
montón de cosas cada vez más complicadas, y hasta inventarán una
ciencia para averiguar mi naturaleza y todo eso. Qué
horrible, y que es eso de creer. Algo
así como una prótesis. Y
en qué creerán. Primero
en algo parecido a mí, que no saben lo que soy ni que no existo, en el
sentido que ellos habrán de tener de existir, y no veo por qué se tomarán
luego la molestia de crear una ciencia que me estudie, atribuirme una
naturaleza que no tengo, y discutir, pelearse y dividirse, cuando mi
naturaleza es precisamente la Indefinición, o sea que solo "existiré"
para ellos, que me imaginarán igual que ellos ya que no pueden ir más
allá; los pobres no se darán cuenta de que están solos. Vaya,
ahora Marx. Sí,
claro, insuperable teólogo, sin duda, muy superior a Santo Tomás, y aun
a Macedonio. Y luego de todo eso saldrán el cumplimiento y el
incumplimiento, la culpa y el perdón, el arrepentimiento y la esperanza,
la salvación y la condena, el Cielo y el Infierno. ¿Y
eso qué es? Bueno,
no quiero hablarte en difícil, pues sabes que eres un tanto limitado,
pero ahí entra en juego otra cosa a la que yo mismo no puedo escapar,
pese a ser Dios. ¡Y
qué es eso....!
Mira,
se llama dialéctica, pero prefiero no entrar en detalles. Contigo sería
perder el tiempo, porque sabes, te la haré fácil, pese a que no lo
entenderás, yo soy la dialéctica, y tú también. No...Y
eso qué es. Viene
a ser como un apellido común que ambos llevamos, pero mejor olvídalo. Y
dime, cómo se reproducirán, porque no te contentarás sólo con esos dos
memos que andan dando vueltas en un jardín. Ya
lo he pensado, he inventado algo divertido con lo que tendrás mucho que
ver. Pienso
que pudiste evitar todo este embrollo si los hubieses hecho a mi imagen y
semejanza. También
tú participas de su naturaleza, sólo que debes manifestarte. Ah,
no has podido evitarlo, ¿verdad? Por eso has implantado ahí esos dos árboles,
el de la Vida y el del Conocimiento: si comen de ellos serán como
nosotros. Tu
deber es tentarlos para que lo deseen; yo ya les he advertido, aunque ya sé
lo que harán, por supuesto. Sólo
quiero decirte algo. Qué. Que
lo que has hecho más parece obra mía que tuya. Te
olvidas lo que dijiste cuando te rebelaste: Qué
dije. "Non serviam: erimus sicut Deus." Bueno,
fue una manera de decir, tú me entiendes. Y
así fue que el Demonio bajó a la Tierra por primera vez. Para ello debió
disminuirse tanto que con relación a lo creado debió reducirse a algo
tan insignificante como inconcebible. Lo
que siguió es sabido a través de dudosas crónicas, aunque creído a la
letra por alguno de los descendientes de aquellos infelices.
Por más que se den a aquellos sucesos interpretaciones alegóricas,
siempre se tirará de allí el dogma de la culpa, aunque no se sepa bien
en qué consiste. Si bien no puede aplicarse a ella el principio de razón
suficiente, quizás habría que pergeñar –para su justificación- el
principio de razón necesaria. En efecto, puede afirmarse con propiedad
que su naturaleza es su propia necesidad,
algo así como la Nada, que tiene una existencia nominal, con la
diferencia de que la Nada nada rinde, en tanto que esa dichosa culpa
primordial ha sido inagotable
fuente de poder y de riqueza. Pero
prosigamos: comieron del fruto, que les supo delicioso y los dejó
agotados y complacidos -eso divirtió mucho al Diablo-, aunque
contaminados desde entonces de imaginación y pensamiento, punto de partida de una evolución que desde
entonces no se ha detenido, impulsada por una inagotable sed de
conocimiento y un sin fin de complejidades. Lo
demás es mera suposición. Puede pensarse que Dios fue atacado nuevamente
de tedio y se desentendió de lo que había hecho, por lo que abandonó al
hombre a su suerte, sólo con su pequeño raciocinio,
para dedicarse a otros quehaceres, si es que puede decirse
semejante cosa. Sin embargo, aquella partícula de tierra animada siguió
con la carcoma del saber, y como lo que aprendió y fue lentamente
descubriendo será siempre una mota de polvo con relación a lo que
ignora, comenzó a buscar el porqué de su existencia y a hurgar en pos de
su causa primera, y a no dar con ella; entonces comenzó a suponer, a
dudar, a creer y a descreer, y de todo eso hizo una ciencia o teodicea,
bastón de ciego que intenta descubrir y justificar los caminos de un
presunto creador. Dios
y el Diablo, una vez puesto en marcha el invento, le dieron una última
ojeada: Los
dejaremos a prueba por un tiempo. Sí,
es divertido, pero después qué. Y
nada, el hombre vivirá un rato y se deshará, si fueran eternos como yo,
no sabría qué hacer con ellos; estaba visto que tenía que hacerlos
perecederos, efímeros. Por supuesto que eso le caerá mal, así que echará
mano a eso de creer y afirmará que después de morir seguirá viviendo de
algún modo diferente, con cuerpo, sin cuerpo, sólo el alma, con deseos,
sin deseos, con los parientes o sin los parientes y todo eso, uf! su
imaginación no tendrá fin. Y
cómo. Y
se inventará un lugar y creerá en un alma que volará a un lugar en el
que podrá verme, y bueno, todo eso y mucho más. Y
para qué. Es
que no le gustará morir, le sabrá mal eso de volver a ser tierra, a ser
lo que fue siempre, ya que de tierra lo hice, después de creer durante un
ratito insignificante que es algo diferente del resto, que es importante,
que tiene o posee cosas, que ama, que odia, que goza, que manda, que reza
y que sufre y espera: todo eso es el yo, lo diferente, lo excluyente, lo
que lo engaña y separa, y todo por causa de aquello, eso que tú le
inducirás a hacer. Entonces creerá en mí y en ti, en lo bueno y en lo
malo, y bueno, ya te lo he dicho, eso de la dialéctica de lo que
tú no entiendes nada, y no conviene que entiendas tampoco. Y lo
peor de todo, descubrirá el poder. El poder generará religiones, ritos
de dominación, dinero, armas, lucha y destrucción.
Y
sólo eso. No,
también generará conocimiento del Universo, artes, cultura, pero a qué
precio... Y
qué harás. Mira,
ya te lo he dicho, los dejaré solos y ellos seguirán pensando que estoy
pendiente de lo que hacen, que los vigilo para premiarlos o castigarlos,
bueno, cosas de niños; el bien será premiado con placer y el mal con
dolor. La
inteligencia que les he dado les alcanzará para poca cosa más: el Bien
será premiado con placer y el Mal con dolor, algo totalmente previsible,
casi da pena por lo elemental; pienso que mejor hubiera sido al revés.
Mira, no faltará quien escriba una Comedia sobre todo eso; el autor se
creerá un santo, pero será tan perverso como tú, porque sólo a ti o a
alguien como tú puede ocurrírsele tanta atrocidad. Qué
delirio, y permitirás que crean todo eso. Sí,
pero mira que poco a poco irán despertando y descubrirán el engaño,
aunque pasará mucho tiempo para eso. Pero mientras tanto no deja de tener
cierta gracia. Y lo peor es que creerán, amarán, odiarán, sufrirán, se
matarán y torturarán en mi nombre, aunque también en mi nombre perdonarán
y condenarán: mira, un verdadero desastre. Entonces
termina esa locura de una buena vez. Sí,
realmente, creo que me estoy arrepintiendo. Mira, pensándolo bien, creo
que dormiré unos pocos eones; cuando me despierte veré lo que hago,
aunque quizás ellos me ganen y deshagan todo por sí mismos; mientras
tanto, dejo todo en tus manos. Y
se fue, no se sabe hacia dónde, quizás hacia la Nada, su residencia
habitual. Alguien preguntó a un teólogo sobre esa ausencia tan notoria,
a lo que respondió que, quizás, voluntariamente, se había ausentado
dentro de Sí mismo. La
respuesta fue considerada sacrílega y fue excomulgado. |
Jaime
Monestier
monest99@adinet.com.uy
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