ningún gato |
Conduciendo
el automóvil por la carretera, en medio de la
noche la
luz de los focos abriendo la noche, rasgando las tinieblas como
una navaja, sobre el asfalto negro las
señales indicadoras a los lados del camino, gigantescas
luciérnagas de
electricidad, brotan los amarillos, los verdes, los rojos nada
se distingue en torno del automóvil que cruza solitario devorando
millas a su paso como un león sobre una alfombra
fosforescente ocurren
los accidentes menores, aquéllos en los que ningún
humano sale herido atropellar
un perro, un pájaro que se estrella contra el
parabrisas pero
ningún gato, yo he visto morir seres queridos casi en
mis brazos he
sentido el sabor de la muerte en mi taza, yo he visto
el sufrimiento más
severo, el daño más cruel, el dolor más intenso eclipsados
por la resignación y la paciencia, eran mis
bienaventurados, pero
ningún gato, he visto caballos destrozados al borde
de la carretera disputados
por perros salvajes, he visto ovejas rojas
cerca de tajamares, y
cuerpos desconocidos rebotando en el cemento pero
ningún gato, no siento nada
especial en cuanto a los
gatos pero
siempre me he preguntado adónde van a morir porque
nunca he visto un gato muerto. Yo que duermo con
estertores finales
en mis oídos, yo que he conocido el amanecer cara a
cara con
la muerte, yo que he lavado, con el puñal del último
suspiro, el
cadáver más querido, yo que cerré ojos para siempre como
si fueran mis
ojos, yo que nací sin hermanos que me abrazaran para
consolarme y
ningún gato, ninguno, he visto muerto estoy
por creer que las siete vidas fue un regalo divino que Dios consideró no merecíamos. |
Cámara profunda
Álvaro Miranda Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com
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