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La total circunferencia (ensayo sobre Alfonso Reyes) Alvaro
Miranda Buranelli |
Reyes, la minuciosa
providencia
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Si Borges brindó su homenaje a Alfonso
Reyes en ceñida versificación poética, no menor fue la constante alusión
del mexicano a su pensamiento y obra. En sus ensayos, Reyes cita con
frecuencia una idea o una expresión borgeana y lo hace siempre con el
respeto intelectual y humano de quien sabe calibrar la calidad de un
escritor. A través de la prosa de Alfonso Reyes se perfila un ser humano
generoso, poseedor de una vasta cultura que entrega al lector como un
obsequio, sin la vana pedantería del que procura sobresalir antes que
nada, con un respeto natural hacia el otro que lee, no desde un Olimpo
magistral sino desde la humana llanura de quien transmite ideas y, al
hacerlo, enseña. |
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helénicas en un contexto de pensamiento actual, conocedor de
las transformaciones que se operaban en el amplio espectro de las
múltiples disciplinas. A veces la erudición se aligeraba con la anécdota
feliz en la que Reyes lucía su talante jovial, sin desmerecer en
absoluto la seriedad del asunto intelectual que trataba. Un lector
actual, de principios del siglo XXI, podría sospechar la inclemencia del
tiempo aplicado a asuntos que, sólo en apariencia, parecen lejanos. Una
de las felicidades en la escritura de Alfonso Reyes es la diestra
conjugación de lo clásico y lo nuevo. El lector se sorprende hallando un
cabal conocimiento de modelos modernos, a veces sutilmente aludidos,
entre las amplias reflexiones sobre la evolución de las lenguas o la
estética renacentista.
Filiflama alabe cundre Y añade Alfonso Reyes:
“Escogiendo la palabra más fragante de
aquel racimo, di desde entonces en llamar las Jitanjáforas a las niñas
de Mariano Brull. Y ahora se me ocurre extender el término a todo este
género de poema o fórmula verbal. Todos, a sabiendas o no, llevamos una
jitanjáfora escondida como alondra en el pecho”. Coleccionista de estas especies, Reyes las descubría en el lunfardo, en la poesía del argentino Ignacio Anzoátegui, en la urdimbre gongorina, en el mexicano Salvador Novo, en las canciones de cuna, en poemas de Aldo Palazzeschi, en las “glosolalias pueriles”, en André Salmon, en las “colecciones inglesas de “Nursery” y “Nonsense Rhymes”, en las canciones populares, las “silly songs”, y hasta en las coplas del truco que, como señala Reyes, algún día pensaba recoger Jorge Luis Borges y, de las cuales, nos cita la siguiente que se dice para tirar la flor:
Por el río Paraná
que, recordará, sin duda, las cuartetas
desgranadas por los hacedores de versos de Florida y de Boedo, por
aquellos años tan fermentales y ricos en imaginación. Más adelante,
Reyes nos informa que “por aquellos tiempos no se hablaba aún de
futurismo, dadaísmo, suprarrealismo, ultraísmo ni estridentismo.
Marinetti no había lanzado siquiera su primer manifiesto sobre “la
imaginación sin hilo y las palabras en libertad”.” Y habría que sumar
aún el lenguaje como expresión desgarradora de la angustia en Trilce
de César Vallejo, la paronomasia en Oliverio Girondo y Xavier
Vallaurrutia, los hai ku de José Juan Tablada, por ejemplo. O las
rimas del absurdo en Lewis Carroll y Edward Lear. Hasta en William Blake
observa Reyes expresiones del “nonsense” tan cercano a las jitanjáforas.
Sin olvidar a Joyce en Ana Livia Plurabella.
“En el ruido de esta sonaja hay algún
misterio. Juego ha habido, pero no todo ha sido juego. Los ecos resuenan
hasta el fondo de ciertos corredores por donde se llega a las catacumbas
de la poesía. II
Si Alfonso Reyes ha sido reconocido con
mayor frecuencia por su crítica y ensayística, no es menor la atención
debida a su creación lírica y narrativa. En particular, para este
recuerdo, nos detenemos en la narrativa breve de Reyes, especialmente
sus cuentos fantásticos. Ya Kathleen March, en texto publicado en
Cuadernos Hispanoamericanos, edición dedicada a Reyes de octubre
1989, se detenía a considerar cierta clasificación de estos cuentos.
México posee una amplia tradición de leyendas y especies populares sobre
temas fantásticos. La literatura y el cine dan buena cuenta de esa
tendencia barroca y bizarra. Reyes no fue inmune a ella y en cuentos
como La mano del comandante Aranda vuelve sobre el asunto
fantástico de la mano como miembro independiente del resto del cuerpo
humano, que ya estaba en La mano encantada de Nerval y La mano
de Maupassant. Si bien el concepto fantasía aparece definido por vez
primera en Aristóteles, fue durante la Edad Media que la palabra se
relaciona con la latina imaginatio. Kant distingue entre una
imaginación productiva y otra reproductiva, pero será con Schulze,
algunos discípulos de Schelling y el advenimiento del Romanticismo que
la fantasía se concibe como imaginación creadora o
productiva, separándola de la reproductiva o simple imaginación. Lo
fantástico alcanza su esplendor durante el Romanticismo. Hoffmann y Poe
abrirán nuevos caminos que la imaginación de los siglos venideros
transitará copiosamente. Los teóricos procurarán clasificaciones
definitivas que se esmeran en no dejarse sujetar. El propio Reyes trata
en El deslinde sobre las categorías de lo fantástico. Temas,
tópicos, motivos, variaciones, crecen y se expanden en ramificaciones
como un jardín de senderos que se bifurcan, incesantemente.
Cercano allí a Jean Cocteau, Alfred Jarry,
y, por extensión, a otros vanguardistas, no está lejos, tampoco, de
Quevedo o Macedonio Fernández. Sin olvidar los aportes que la literatura
inglesa ha brindado al tema fantástico en su híbrida unión con el humor
absurdo, la ironía y la sátira. En definitiva, crítico y ensayista o
poeta y narrador no son más que partes en la conformación de una
totalidad: el escritor Alfonso Reyes. Que el asedio crítico sobre su
obra puede elegir entre múltiples vectores es lo que confirma la figura
geométrica elegida por Borges como sumatoria de su múltiple diversidad.
Hemos procurado dejar algunas semillas que despierten en los lectores la
saludable curiosidad de acercamiento a un hombre y su obra cuyo mundo
resulta más amplio de lo perceptible a primera vista. En el siglo que
comienza los escritores van siendo relegados, olvidados, depreciados.
Las imágenes dominan nuestro entorno cultural y la vieja literatura
parece languidecer en los estantes. Y sin embargo el movimiento de una
hoja, el sentido del viento, el gesto de la mano en el aire, acompañarán
esa dimensión del ser que la imagen acaso no captura y es la esencia del
conocimiento de una criatura humana: el cauce de los pensamientos, la
formación de una idea, los matices del comportamiento, la sensible
captación interna, la fuga persistente de lo que nos rodea, la palabra
alma, lo inefable que se vislumbra, en fin, la poesía,
siempre desahuciada y siempre viva y siempre dadora de vida.
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Alvaro Miranda
Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com
Publicado en el libro "Piedra de toque"
Videos agregados por el editor de Letras Uruguay Twitter: @echinope
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