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BODAS DE ORO de Fernando Aínsa
Reseña crítica de Álvaro Miranda Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com

Una edición elegante y prolija, una solapa de presentación informativa y precisa, el exquisito cuidado que toda edición de poesía debería tener, reciben al lector y lo preparan para la lectura de este libro singular que celebra las Bodas de Oro. Y está bien que las celebre antes que el calendario porque ese estado del espíritu no tiene un corte cronológico específico. Si existe, como en este caso, es una celebración cotidiana que cada instante nutre y realza, por la memoria, que revive nuestras vivencias conmovedoras que, buenas o malas, han ido construyendo los pasos de nuestra travesía compartida; por nuestro efímero presente que se empeña en el desasosiego y la incertidumbre; por la sabiduría de la conciencia que asume nuestras pérdidas y ganancias inevitables.

El motivo lírico del amor es, como se sabe, acaso el motivo predilecto de la poesía. Es inequívocamente difícil poetizar, en esta época, en la que el sexo, los intereses materiales, la indiferencia, han sustituido aquel novo miracolo e gentile del amor  que Dante y los trovadores constituyeron en la cima de su arte. Y sin embargo, en este siglo XXI, mediante el uso equilibrado de la palabra, como instrumento natural que Aínsa utiliza sabiamente, el lector reconoce y se reconoce en cada escena delicadamente elaborada, en cada sutileza del pensamiento, en cada sugerencia que se transmite y comparte con plena identificación. Porque el reconocimiento que el autor propone en sus textos con las vivencias, experiencias, sentimientos, de sus lectores, opera empáticamente, haciendo nuestras, sus instancias vitales. En ello, va la universalidad de la identidad que, quizás, nunca sea más aprehensible que en el motivo del amor.

Deslizando el dibujo de la palabra con la síntesis y agudeza de una escena de Eric Rohmer, vamos participando en la melancolía suave y generosa que todo lo toca, para descubrir, leopardianamente, nuestra propia melancolía. El desgaste inevitable de nuestros sentidos, propicia una cavilación honda; la reflexión ajustada, precisa, se nos revela como un espejo que nos refleja; la observación casual desde una ventana se abre en un capullo de la soledad y lo inevitable. Por momentos, sus poemas adquieren un lúcido patetismo, en sentido griego, un vislumbre singular, un nostos reconocible, humanísimo, querible.

La poesía de este libro, intrasferiblemente europeo y universal, convoca voces queridas de Occidente y Oriente, un Kavafis, por ejemplo. El tono moderado y, a la vez, intenso, de la escritura, acompasa sabiamente las reflexiones sobre el amor en el Tiempo, incidente en el humano tránsito, donde la pareja vive el paulatino proceso de la dualidad hacia la consustancialidad final en uno. Exquisito en lenguaje y contenido, estas Bodas de Oro de Fernando Aínsa constituyen otra celebración infrecuente: la de la alta poesía, un libro que quedará en la memoria de este lector como uno de los mejores libros de poesía que ha leído en su vida.

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