Paisajes inventados bajo el aire de las palomas |
Al viejo Mario Ifrán |
uno no mirá la cosa es así yo
salía de la estación iba a las casas me daba un bañito comía algo
preparaba un mate y algunas veces me daba una vuelta por lo del flaco iba
en bicicleta o iba caminando quedaba bien cerca tres cuatro acaso cinco
cuadras date cuenta que entre una cosa y otra yo siempre llegaba de noche
como a las nueve a las diez llegaba tocaba timbre y empezaba a subir la
escalera el flaco vivía vos tenés que acordarte vivía en aquella casa
de la esquina aquella casa que tenía la puerta por una calle y las
ventanas por otra una cosa que al flaco siempre le llamó la atención o
le daba gracia la puerta por un lado decía y las ventanas por otro te das
cuenta bueno a veces yo terminaba de subir la escalera y tenía que
esperar que me abrieran la puerta de arriba el flaco no se apuraba mucho
por atender esa es la verdad pero ahí sentía yo el ruido de la llave la
puerta se abría y era él mario me decía qué bueno que viniste mario me
decía y se daba media vuelta y regresaba a su rincón de siempre entonces
yo entraba cerraba la puerta y lo seguía el flaco tenía sus días a
veces no daba pelota a nadie ni a mí ni a mí así que date cuenta me decía
quedate por ahí servite algo que yo ya voy me decía como si se fuera a
retirar pero no se quedaba allí como paralizado dejando que la mirada le
vagara despacito por las cosas tanto miraba detenidamente una birome como
pasaba las páginas de una revista o hacía bolitas de papel cualquier
cosa cualquier cosa él se quedaba mudo quieto y yo tenía que aguantarle
la masa a veces no se la aguantaba y me iba otras veces cuando le decía
que me iba parecía resignarse y se ponía a conversar y otras veces era
distinto desde que me abría la puerta hablaba y hablaba y hablaba y casi
no me dejaba chistar mirá que hay que taparme la boca a mí eh pero él
tenía días así bueno en verdad que no era muy común pero a veces ocurría
no sé él tenía esos días pero siempre conversábamos o nos decíamos
cosas te das cuenta aunque no nos dijésemos ni una sola palabra siempre
nos decíamos algo así callados y él tenía una manera de ver las cosas
que siempre la andaba repitiendo decía que con cualquier tarado se puede
pasar horas y horas conversando y no decir nada pero no es con cualquiera
con quien uno se puede pasar horas y horas en silencio y decirse un montón
de cosas dos yo al flaco lo conocí en
aquella oficina donde trabajaba yo tenía que ir todos los días por una
cosa u otra y el flaco un día apareció recién llegadito de montevideo
creo sí llegaba de montevideo de tanto vernos todos los días fuimos
cambiando alguna palabra más al principio era un saludo poco después
alguna cosita más un chisme del pueblo un par de pantorrillas que pasaba
qué se yo cualquier cosa poco a poco íbamos teniendo más temas por ahí
descubrimos alguna tarde que había cosas que nos interesaban a los dos y
ya nos mirábamos distinto un día una opinión nos hacía polemizar y ya
quedábamos agarrados por una semana o dos otro día el comentario de algún
problema personal cosas así el flaco y yo conversábamos y nos íbamos
haciendo amigos como sin ganas como quien no quiere la cosa nos íbamos
haciendo amigos el flaco era medio duro en algunas cosas pero tuvo una época
que andaba quebrado quebrado al flaco no le gustaba aquella oficina la
odiaba y le daba cero pelota se mantenía allí porque no se animaba a
irse el flaco entonces tenía esos dos trabajos el de la oficina y lo otro
que para él no era un trabajo decía porque lo hacía con placer eso decía
pero el flaco andaba complicado la plata no le daba para nada porque era
una máquina de gastar nunca ví cosa igual entonces el flaco tenía una
brasilia y no paraba ni un fin de semana en el pueblo se pasaba yendo de
un lado para otro montevideo yaguarón el chuy melo tacuarembó san
gregorio de polanco el flaco salía de la oficina el viernes y desaparecía
uno podía estar seguro en la nochecita del viernes estar seguro de que el
flaco a esa hora andaba por alguna ruta me lo recomendó el psiquiatra
bromeaba me recomendó seriamente no quedarme en este pueblo piojoso los
fines de semana y los chorros de plata salían del flaco claro que no había
sueldo que aguantara nunca conseguía quedar al día y era común que los
cobradores anduvieran cargoseándolo todo el tiempo pero el flaco era un
tipo complicado y uno nunca podía saber qué andaba pasando por aquella
cabecita quería dejar aquel trabajo te decía pero no se animaba no se
animaba ni lo dejaban me parece pero aquí entramos en un terreno delicado
capaz que vos tenés tu propia idea pero el flaco pasaba mal allí no le
gustaba no era ambiente para él y era evidente que le rompía los huevos
trabajar en aquel lugar al flaco le gustaba lo otro y ahí sí ponía el
alma y vos lo veías y daba gusto verlo pero había dos o tres grandes
temas pendientes en él mirá la cosa es clara el flaco quería irse para
melo y no podía por el trabajo de la oficina quería dejar este trabajo
para dedicarse de lleno a lo que le gustaba y para poder irse a donde
quisiera cuando quisiera pero no se animaba ni lo dejaban entonces vos te
darás cuenta que era evidente que el flaco andaba muy renunciado de mí
mismo decía él y aquello no podía aguantar y no aguantó destrilló se
paró de golpe y se sacudió todo y nos dejó asombrados porque uno lo
escuchaba hablar y hablar y hablar y bueno uno hablando puede decir muchas
cosas pero estaba visto que el flaco además empezaba a hacer lo que decía
que ya no es lo mismo la cosa es que dejó a la mujer bueno vos de esto
sabrás bien tres él ya venía medio
desacomodado iba venía hacía cualquier cosa hubo un tiempo que me pudrió
bastante me tenía bastante hastiado y lo borré un poco te digo la verdad
yo me daba cuenta de cómo venía la mano me daba cuenta perfectamente
pero uno también tiene sus cosas y la verdad es que me paspaba las bolas
aguantarle las masas así que medio lo borré pero fue poco el flaco se ve
que sintió la cosa y cambió conmigo me buscaba para conversar iba a la
estación y pasaba rato en la vuelta yo le contaba mis cosas cómo habían
sido mis cosas y cómo veía las de él porque hay historias que es como
si se repitieran no sé si se repiten pero es como si se repitieran el
flaco se había juntado con una gurisa una guacha y andaba en ésas vivía
en un altillo arriba de una carnicería allí había amontonado sus cosas
y ahí vivía andaba mal andaba mal se veía que andaba mal la oficina lo
destrozaba los líos con la otra mujer lo tenían como loco y uno veía
que el tipo andaba desquiciado así anduvo cerca de un año después me
explicaba que lo tenía mal el ruido de la sierra de la carnicería que a
veces estaba escuchando música y el chirrido de un corte de chuletas o de
la chaira le hacía estallar los violines de vivaldi la trompeta de
marsalis o los coros de la lacrimosa del requiem mozartiano me explicaba a
las risas con la soberbia y el desprecio que solían inspirarle las cosas
cotidianas y elementales cuestiones de infraestructura básica decía no
merecen atención pero uno se daba cuenta que otros rumbos había en su
cabeza otros dolores en su corazón y de aquellos misterios suyos muy
pocas veces hablaba muy pocas veces cuatro yo me peleé fiero con mi
viejo una vez y cuando nos reconciliamos le dije usted siempre fue un
viejo de mierda sabe usted nunca sirvió para nada le dije y lo único
bueno que recuerdo de usted es una tarde yo tendría cinco o seis años
una tarde que me sentó en sus rodillas y me leyó un cuento habrá sido
un ratito no más pero yo lo recuerdo yo lo he recordado toda la vida y me
moriré con eso porque con ese gesto que yo recuerdo usted es mi padre y
yo lo quiero aunque nunca haya sido otra cosa que un viejo de mierda le
conté eso una noche al flaco y me miraba con sus ojazos porque tenía
unos ojazos así como los tuyos me miraba y yo me daba cuenta que me
miraba porque claro me miraba con sus ojazos aquella noche espinillar
mediante en silencio me miraba al flaco uno le hablaba de padres uno le
hablaba de hijos y parecía como que encendía los motores profundos de su
manera de mirar así igualito igualito como me estás mirando ahora
igualito cinco cuando quisimos ver nos habíamos
hecho amigos pero empezamos a frecuentarnos después de mudarse para la
casa de la esquina la casa de la puerta por un lado y las ventanas por
otro fue ahí recién cuando empezamos a vernos más seguido y se veía
también que las cosas le habían mejorado tenía mejor semblante y crecía
crecía se lo veía crecer y de pronto se descolgó con aquel viaje aquel
paseo aquella peregrinación de la que regresó definitivamente
fortalecido y mandó al carajo el trabajo de la oficina imaginate en
aquellos momentos todo era tan difícil y el flaco dejaba un trabajo que
muchos querían tener lo dejó porque no le gustaba así no más porque no
le gustaba quería dedicarse a lo que sí le interesaba y se dedicó date
cuenta lo que significaba esto la economía del flaco se destartaló por
completo tuvo que vender el auto vendió media biblioteca y comía porque
tenía la cuenta del almacén cobraba el sueldo y antes de llegar a la
casa ya no lo tenía había pagado el alquiler y el almacén pero el flaco
andaba radiante le sobraba tiempo y se pasaba en lo suyo no hay sueldo que
pague tu tiempo de vida decía y así la iba llevando volando con los
canutos el flaco era feliz en general era feliz aunque como todo tenía
sus momentos de trance esperame un poquito decía esperame que estoy
revolviendo en mi catarsis y yo esperaba no sabía bien qué pero esperaba
al rato empezábamos a conversar o empezábamos a seguir callados mientras
la noche daba vueltas rumbo al fondo el flaco me contó una de esas veces
me contó de las palomas de la plaza constitución empezó a hablar así
de golpe sin avisar ni nada las palomas de la plaza constitución decía
venían al parquecito de casa el tío había construído casitas de madera
para ellas en el fondo y se las había instalado en los aleros de los
galpones algunas criaron allí sus pichones y pronto se estableció una
relación de vecindario entre las palomas de casa y las palomas de la
plaza menos de cincuenta metros de aire las unían el tío salía al patio
y una tormenta de palomas y gorriones se descolgaba desde las palmeras y
los muros vecinos a veces había que andar con cuidado para no pisarlas
porque siempre siempre había algo para ellas migajas de pan cascaritas de
queso recortadas con esmero granos de maíz me contaba el flaco también
desde el patio de la escuela veía mis palomas sabía que eran ellas con
la absoluta convicción de que no había otras palomas en la ciudad a
veces las veía desde las ventanas del salón del primer piso las veía y
no necesitaba mirar para arriba porque estábamos en el mismo plano las
palomas y yo como agachaditos arriba del aire las veía derivar con sus
vuelos pesados de la plaza a la casa de la casa a la plaza y de repente un
galope tendido de alas y colores un éxodo de palomas hacia la casa y yo
temblaba de ternura porque eso era que el tío había salido al parquecito
de casa me contaba y después del almuerzo sentados bajo la glorieta con
el tío nos contábamos la mañana y yo le decía saliste al patio esta mañana
antes del recreo una vez y después dos veces y el tío me preguntaba cómo
supiste me preguntaba aunque bien sabía cómo pero me preguntaba para
darme el gusto de contestarle me preguntaba para darse el gusto de
escucharme contestarle porque yo he visto las palomas esta mañana yo he
visto las palomas cómo volaban todas para acá y era porque estabas vos seis nunca supe bien cómo fue
la cosa cuando el flaco era niño a veces me contaba algo pero muy de vez
en cuando muy a la carrera ahora una cosa es clara el flaco adoraba a
aquellos tíos eran dos tíos parece nunca supe bien dos tíos hermanos de
la madre y ellos lo criaron o algo así capaz que vos sabés mejor pero el
flaco hablaba de aquellos tíos como con veneración y bueno yo también
lo quería mucho al flaco lo quería mucho y a veces nos peleábamos fiero
una vez lo calenté tanto que se levantó y ya venía con miras de
agarrarme del pescuezo menos mal que no me agarró porque si me tocaba yo
lo perdía de un sopapo imaginate el flaco flaquito yo acostumbrado a
cargar cajas y tanques y laburar como un burro porque casi no he hecho
otra cosa en la vida a veces me arrepiento un poco yo tenía que haber
organizado mejor mis cosas pero uno aprende sobre la marcha y no siempre
la cosa es clara a mi me gustó mucho la timba me gustaba la joda salía
por ahí y me perdía me perdía tiré plata que daba asco y a veces
pienso que podía haber vivido mejor o no sé capaz que cada uno vive la
mejor de las vidas posibles después de todo no he sido tan desgraciado
bueno he tenido mis cosas sí la verdad es que se me entreveran las cosas
cuando me pongo a sacar cuentas no da para sacar cuentas cuando se me mató
la vieja yo no podía entender te das cuenta que se te mate la vieja lo más
sagrado yo no tenía consuelo uno nunca tiene consuelo pero peor es que se
te mate eso es imponente yo le contaba esto al flaco y el flaco me miraba
así como me mirás vos así me miraba igualito siete con atención me escuchaba
cuando le contaba mis historias en aquellos tiempos yo recién me había
decidido a empezar a escribir en serio no es que antes no escribiera en
serio es que antes no me dedicaba de lleno a escribir y el flaco me
escuchaba a veces se calentaba y me decía que me callara la boca que me
dejase de andar aburriendo a la gente con aquellos cuentos y que los
escribiese de una vez tenía razón tenía razón pero igual marchaba yo
le contaba mis proyectos de cuentos la historia de eudosio beledo que se
pasó toda la vida diciendo que iba a morir el día que cumpliera los
noventa años y se murió ese día ni uno más ni uno menos el día que
cumplió los noventa años el viejo eudosio se peló esta historia la veníamos
dando vueltas desde hacía tiempo pero una noche el flaco pegó un salto
yo no entendí muy buen por qué pero él me explicó yo le estaba
contando la historia como siempre barajando detalles pero hubo algo que lo
envolvió al flaco hubo algo que lo envolvió y lo levantó lo hizo como
girar una voltereta y me abrió los ojazos resulta que una vez un tipo le
discute al viejo eudosio sobre cómo puede vivir con esa certeza de la
muerte y el viejo justo en ese momento pasaba la lengua por el papel del
cigarrillo y se detuvo así con la lengua contra el papel lo miró al otro
y con una mano le hizo seña de que esperase un momentito entonces terminó
de armar el cigarrillo lo encendió lo chupó despacito carraspeó lo miró
y le contestó con su lenta voz de horno de barro que estaba muy
equivocado mi amigo muy equivocado yo no tengo la certeza de la muerte yo
tengo la certeza de la vida ocho fui yo quien le enseñó al
flaco que al tuco tenés que ponerle un cachito de azúcar un cachito así
media cucharadita para que no te quede el ácido del tomate porque el
flaco cocinaba a mí me daba una gracia a veces estábamos en plena charla
y el flaco pegaba un salto él siempre andaba con esas viarazas pegaba un
salto y tengo hambre decía vamos a cocinar alguna cosita y allá me iba
yo atrás de él se ponía antiparras para pelar las cebollas y agarraba
los dientes de ajo con un trapito para que no le dejaran olor hacía
maravillas en aquella cocina yo le enseñé una pila de cosas tanto es así
que a veces me preguntaba qué le iba a enseñar ese día pero me revolvía
el estómago verlo preparar aquellos tucos o aquello que él llamaba tuco
pero que casi no era otra cosa que un chorro de salsa de tomates y quedaba
contento hacía los entreveros les echaba un poco de arroz o hervía unos
fideos y se sentaba a comer como si estuviera en el morini yo lo miraba y
a veces me costaba creer semejante espectáculo una vez no le gustó como
iba quedando la comida y tiró la olla por la ventana yo cuando lo ví
cerré los ojos tiró la olla por la ventana y la olla quedó enganchada
en la parra del vecino los fideos colgaban como chirimbolos de navidad y
el flaco se tranquilizó mirándolos resbalar despacito por las hojas de
la parra parecen babosas decía igualitos que babosas y los fideos
resbalaban despacito y caían arriba de la mesita jardinera de la gente el
flaco se preparó un café con leche y no se habló más del asunto nunca
supe si recuperó la olla o qué nueve bien sabía yo que lo iba a
extrañar cuando se fuera porque cómo te voy a decir yo lo iba a extrañar
porque además yo sabía cómo iba a ser la cosa yo sabía o me imaginaba
pero lo ayudé a irse cómo no lo iba a ayudar si era lo que él más quería
él soñaba con irse a melo yo tengo una relación edípica con melo decía
o le copiaba no me acuerdo a quién y decía que melo para él no era un
lugar era un estado de ánimo y era su estado de ánimo predilecto en melo
estoy yo decía ahí está el agujero del universo donde cabe mi tamaño
verdadero yo me quedaba callado pensando cosas diez hay un momento de la tarde
cuando los árboles se ponen rojos yo he visto los árboles enrojecer y
ponerse grisáceo el ruido de las esquinas yo he visto mis distancias
flameando como banderas cuando el aire verde oscuro juega sus carambolas
entre las sierras he visto encenderse las niñitas violetas de los
durazneros y conozco el laberinto de los jazmines los plátanos y los
tacos de reina me hago cargo de aquel ceibo al final del caminito del lado
de afuera del limonero y me detengo a escuchar el viejo polvo que cae de
los ladrillos sobre mis paisajes inventados bajo el aire de las palomas once cómo me miraba el flaco cuando le dí un beso en la frente y le dije ché mijo si vos supieras cuánto te quiero abrió los ojazos y echó la cabeza para atrás como de costado me miró con toda la redondez de su mirada así como vos igualito a como me estás mirando vos igualito mijo igualito. |
Jorge
Miguel
Melo, 1995
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