El amor es la culpa más inocente Novela de Ramón Lanzieri |
Toda lectura implica, cuando menos, una conjetura. Toda conjetura supone un virtual acto de fe. El triángulo mágico queda constituido: autor, ficción, lector. Las categorías interiores son infinitas. El autor se desvirtúa siempre en los laberintos de sus estrategias para pasar inadvertido. La ficción suele insertarse en la realidad con suficiente precisión como para imponer su seducción ineluctable. El lector, siempre susceptible de fascinación, busca aquellos laberintos que alguien ha inventado para seducirlo. Ramón Lanzieri, inventor apasionado de laberintos y seducciones, despliega sus artificios ya en el momento de fijar el título de su novela: "El amor es la culpa más inocente". Afirmación que excede los arbitrarios límites de la conjetura, ese título impone al desprevenido lector la contundencia de una oposición inesperada –el amor como culpa- seguida de una categorización también sorprendente –la intensidad de la inocencia de esa culpa-. Pero Ramón también se ha inventado a sí mismo. No en el sentido en que cada uno de nosotros es personaje de sí mismo, el mejor de los personajes que uno puede crear; Ramón se ha inventado en una sucesión de niveles que se superponen, se entrecruzan y cuestionan sus propias legitimidades. Hay un Ramón Lanzieri que es protagonista del relato, un Ramón Lanzieri distinto del Ramón Lanzieri que redactó el texto, un Ramón distinto del Ramón que cada uno de nosotros conoce o –para decirlo con mayor precisión- distinto del que cada uno de nosotros cree conocer. Pero hay, además, un Daniel Dúvrick que también se nos presenta como otra posible versión de Ramón. Ramón como conjetura de sí mismo. Juego de espejos entre realidad y ficción, múltiples versiones de un proyecto de vida cuyo destino de pasión y entrega no encuentra acomodo en un mundo donde pusilánimes y payasos administran las dádivas de la sonrisa y el consumo. La historia del amor de Daniel Dúvrick es la historia de una búsqueda desesperada ante la inminencia de la convicción de haber fracasado en todo. Daniel Dúvrick intenta construir un destino, legitimar la índole de su existencia, y termina en el callejón sin salida de inventarse una versión de sí mismo y apelar al diseño que un escritor –un hipotético Ramón Lanzieri- pueda articular. Ese escritor –quizás sea Ramón, quizás no- tendrá la ardua tarea de darle forma a toda una existencia. Y en esa tarea se verá cuestionada su propia identidad. La versión de Daniel Dúvrick que un ficticio Ramón nos propone, es tan hipotética como la que el Ramón real nos propone respecto del Ramón de ficción. El concepto de realidad que esta novela nos propone cuestiona, desde el prólogo, todas las convenciones. Ramón sabía, Ramón sabe, las trampas que tiende al lector. Y el lector sabe –o intuye- cómo ha sido articulado este sistema que lo seduce, lo envuelve, lo aísla y termina dejándolo en la profunda soledad que toda catarsis exige. La verdad no es un fin en sí mismo; sí lo es la autenticidad. La verdad, al fin y al cabo, ¿qué importa?; la verdad siempre termina siendo una construcción convencional. Lo que importa es la autenticidad, la calidad de la armonía entre lo que aspiramos a ser y lo que somos. Porque, al fin y al cabo, en cada uno de nosotros estallan las palabras que el narrador dice al personaje Dúvrick: "buscador de autenticidad en un mundo de valores degradados". "El amor es la culpa más inocente", más que una novela es la conjetura de una posible novela. Es el lector, en su actitud de fe y fascinación, quien puede transformar la conjetura en realidad o, para decirlo de otro modo, cancelar –por arbitrarios y aleatorios- los límites entre ficción y realidad. Ramón especuló sobre los procesos de construcción de una novela, examinó sus propios laberintos, accedió a los requerimientos de su propia seducción. Inventó su profunda lectura. Y yo quiero terminar mi exposición con un poema de nuestro entrañable Antonio Machado: |
¿Y ha de morir contigo el mundo mago donde guarda el recuerdo los hálitos más puros de la vida, la blanca sombra del amor primero, la voz que fue a tu corazón, la mano que tú querías retener en sueños, y todos los amores que llegaron al alma, al hondo cielo? ¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo, la vieja vida en orden tuyo y nuevo? ¿Los yunques y crisoles de tu alma trabajan para el polvo y para el viento? |
Prof.
Jorge Miguel
CeRP del Este, Maldonado, 2004
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