Zelmar Michelini ante el Tribunal Russell |
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Señor Presidente, señores miembros
En una América convulsionada permanentemente herida por los avatares del destino trágico, presentaba una imagen de paz, de concordia, de tolerancia y en los últimos 40 años, contrastando muchas veces con la vida de los países hermanos, su vida se desarrolló normalmente.
El pueblo convocado a elecciones designaba sus autoridades y eran estas legítimamente constituidas las que orientaban al país.
Agrupaciones políticas distintas, con ideologías muchas veces enfrentadas, dirimían ante el juez supremo de la opinión pública sus diferencias conceptuales. Desde hace unos años, primero lentamente, luego a ritmo de vértigo, todo se fue perdiendo. El último mes del año 1967 marca lo que podríamos denominar el inicio del fin, aunque la tragedia hubiese comenzado mucho antes como lo demostraremos en el memorando presentado ante este Tribunal y del cual daremos cuenta en la jornada del 4 de Abril. |
En la obligación de determinar una fecha, a fin de establecer pautas, es a partir de ese año que se acentúan las diferencias, comienzan a conculcarse derechos y libertades se comienza a restringir la libre expresión, se reprime, se muere en las calles.
La violencia provocación del régimen, la violencia de arriba, engendra siempre la violencia de abajo y es violencia del régimen el infraconsumo, la riqueza mal distribuida, la corrupción, la pérdida del valor adquisitivo del salario, los privilegios de las clases ricas la escasa asistencia sanitaria, el déficit de vivienda, la política económica dependiente del Fondo Monetario Internacional, la entrega del país a la banca extranjera como violencia también, la represión de las huelgas, las medidas prontas de seguridad que son un equivalente a un estado de sitio, donde se limitan las libertades, la congelación de los salarios, la militarización de los sindicatos y gremios, el apresamiento y destitución de los trabajadores.
Esto sucede durante el año 1968. Es recién en ese momento la guerrilla comienza hacer sentir su presencia. Es una de las tantas respuestas del pueblo uruguayo da a la violencia gubernamental. De ahí en adelante todo será cada vez más sombrío, más siniestro.
La dictadura, una de las caras del régimen imperante, terminará por instaurarse.
¿Qué es el Uruguay de hoy? ¿Por qué nuestra palabra y nuestra presencia ante este Tribunal que con su nombre honra la memoria ilustre de un abanderado de la paz, de un fanático de la libertad y la tolerancia entre los hombres?
Llegamos para denunciar al mundo entero, con dolor y tristeza pero cumpliendo con el deber ineludible, cual es la situación de nuestra patria, el arrasamiento de las instituciones, la negación de la ley y los derechos de ella consagrados, la persecución y la muerte desatada, la tortura y el maltrato físico y espiritual como medios normales que tiene el gobierno, los militares, la dictadura. La dictadura eliminó un Parlamento elegido tan solo 18 meses atrás.
La concurrencia a las urnas había sido de cerca de un 85 por ciento del electorado habilitado.
Clausuró toda prensa opositora, disolvió los sindicatos y apresó a sus principales dirigentes, intervino la Universidad, destituyó profesores, encarceló a sus máximas autoridades, prohibió toda actividad política y puso fuera de ley a los partidos de izquierda y detuvo,, torturó y vejó a miles de ciudadanos, obreros, estudiantes, profesionales, intelectuales de todas las clases edades y condiciones y mató en la calle y en las cárceles y por diferentes medios, pero siempre asesinando. Es imprescindible un breve análisis de lo que esto significa.
En América Latina Uruguay podría ostentar con orgullo de ser su tierra elegida por todos los perseguidos políticos de otras latitudes; cuando un hombre sentía que no podía expresar cabalmente su opinión, estaba perseguido, le cerraban sus posibilidades de vida en cualquier parte de América o del mundo entero sabía que en Uruguay existía una tierra de libertad, donde todos los hombres y mujeres, por encima de sus diferencias, asumían para brindarle acogida y para que pudiese ahí encontrar una nueva vida.
Hoy son sus hijos los que tienen que salir a buscar amparo y seguridad en el exterior porque no pueden vivir cuado están contra el régimen. Durante decenas de años su prensa no tuvo limitaciones para pronunciarse, con amplia libertad hablaba de respeto total al hombre y su pensamiento. Hoy no pueden levantarse voces contrarias al gobierno militar. Bo existe la crítica, la prensa opositora ha sido obligada a cerrar, fueron apresados, muchos de sus directores y redactores principales. En Uruguay no hay más verdad que la que impone la autoridad, incluso para las agencias internacionales de noticias, que están sometidas a censura posterior. Además está decir que la prensa extranjera corre la misma suerte que la nacional, no puede circular ni divulgar información contraria a la dictadura. La central obrera, CNT, agrupa a más de 400 mil obreros que luchan por su salario, por un mejor estándar de vida y por el derecho que es una obligación de todos en participar en la vida del país, una tradición sindical de mucho tiempo habla de una conciencia y una militancia combativa.
Los duros enfrentamientos con el Estado y las patronales privadas, los trabajadores uruguayos sabían, paso a paso, lograr un status de respeto y consideración. Hoy se ha ilegalizado esa central y los sindicatos que la integran. Se ha detenido a sus principales dirigentes, se impide a los obreros toda actividad gremial y a retornado al Uruguay de 1905, hace 69 años, la defensa del salario y la agremiación se pagaba con cárcel o destierro, cuando no con la propia vida. Los partidos políticos sustento de toda organización democrática que se precie a si misma, desarrollaban una labor que con altibajos y claroscuros, significaba la posibilidad del hombre uruguayo de construir su propio Uruguay bregando por las soluciones más afines a sus inquietudes. Los llamados partidos tradicionales el partido blanco y el partido colorado, aún representando intereses de clase, desgastado este por el ejercicio del poder o por una oposición, muchas veces complaciente eran sin embargo armas al alcance del ciudadano.
El surgimiento de un frente popular, el denominado Frente Amplio en 1971 que aglutinaba colectividades políticas de izquierda pero además reunía en su seno desprendimientos importantes de los partidos tradicionales, con todo un claro sentido nacional prometía la alternativa de una trinchera para luchar realmente por el país. Hoy todos los partidos sin excepción, están proscriptos, clausuradas sus sedes inhabilitados sus dirigentes de actuar, marginados de todo el proceso cívico de la nación.
La Universidad uruguaya, cuna rebelde donde surgieron muchos de los más destacados luchadores por la liberación, formadora de profesionales prestigiosos que repartieron la cultura recibida por muchos países de América y que sobre todo educó hombres en el sentido más integral del vocablo, está reducida hoy como toda la enseñanza de ser tan solo un local donde se imparte conocimiento. Se somete al joven alas presiones de un gobierno hostil y que exige una enseñanza ajena al proceso nacional, vedándosele toda intervención en los problemas de su patria. Profesores destituidos, estudiantes sancionados, maestros imposibilitados de educar, cátedras, asignaturas dirigidas por la autoridad militar, solo pueden dar en el correr del tiempo una juventud de rodillas, un pueblo manso.
Eso es lo que se quiere y por eso el Ejercito capacitado exclusivamente para defender o destruir, jamás para construir, utilizando los civiles delegados, silencia el Parlamento, la prensa y los partidos políticos no quiere voces opositoras, ni que se divulgue la verdad.
Consiente de su debilidad, confiesa que el conocimiento popular de los hechos reales tales como son y no como lo presenta termina con el régimen y para completar su obra y para completar su obra destructora cierra los sindicatos y la Universidad porque saben que son el fermento natural de toda lucha contra la injusticia, contra la arbitrariedad, contra el crimen, contra la inmoralidad. Pero eso no basta. Ni aún así se doblega a un pueblo que lucha por su independencia.
En la historia de la humanidad la libertad ha sido siempre arrancada al tirano contra su voluntad a pesar de su fuerza, solo los que luchan alcanzan un feliz destino. Para impedir toda resistencia y eliminar toda posibilidad de reacción, la dictadura militar se ha visto obligada a torturar, perseguir, acosar, maltratar a todos aquellos que la enfrentan o los que no son adeptos o a los que simplemente no aceptan su accionar. Aún sin actitud de enfrentamiento, aquel que no comulgue con el régimen sufrirá su represalia. Es así que hoy día la represión ha alcanzado límites que superan toda imaginación.
Los uruguayos torturados supera los 5 mil y por las cárceles y cuarteles militares han desfilado mäs de 40 mil personas. El numero debe relacionarse con el total de habitantes del país y entonces las conclusiones son escalofriantes. Uruguay tiene 2,5 millones de habitantes. Los números que he dado cuenta trasladados a Italia, por ejemplo, daría una población estimada en 50 millones, una cifra de personas detenidas cercanas a las 800 mil y de torturados que superan los 100 mil. No hay en los establecimientos de detención uruguayos más presos políticos que presos por delitos comunes. Pero estas cifras no son estáticas, crecen constantemente y además se persigue a los familiares, a los amigos y a quienes ejercen la defensa, a los abogados se les acosa constantemente, se les maltrata incluso se los ha aprisionado, se les ha obligado a salir del país. Todo esto ha sido posible mediante dos elementos que es necesario juzgar con atención; primero las más cruel de las torturas y segundo una entrega total del ciudadano a la justicia militar, ejercida por oficiales que carecen de independencia, competencia y vocación para poder ejercer tan delicada función. Sin embargo, no obstante esa carencia de libertad, el honor, el buen nombre, la dignidad, los bienes, la vida de la gente están sometidas a jueces militares educados para una actividad totalmente distinta formados en una obediencia completa a la autoridad y a los mandos superiores, cumplidores constantes de las órdenes impartidas que no pueden discutir, ni analizar. La justicia militar uruguaya, seguramente única en América se ha reemplazado a la justicia civil, coloca al ciudadano a un sometimiento total al poder militar. Este detiene, interroga efectúa la instrucción sumarial, acusa, juzga, condena y aún más vigila y controla al prisionero. Como es parte de todo proceso represivo.
Además está decir que los juicios instruidos están plagados de errores, carencias, arbitrariedades, de monstruosidades jurídicas. En última instancia no son más que la comprobación de expresión de una voluntad decidida a castigar y no a impartir justicia.
Pero el capítulo más repulsivo de todo en proceso está constituido por la institucionalización de la tortura. Digamos que abarca todos los aspectos imaginables, tanto físico como espirituales, individuales como colectivos, tanto público como privados y va del plantón hasta la picana eléctrica en un largo rosario de prácticas crueles que detallamos extensamente en el memorando que antes hacía referencia. La tortura comienza siendo para el gobierno del señor Juan Bordaberry, dictador actual y para los militares como un arma de lucha destinada a obtener información. Esto conviene siempre tenerlo presente en el análisis de proceso uruguayo. Maltratando al individuo se logra que no confiese lo propio y lo ajeno, que cuente planes, que revele secretos, que indique a los compañeros de su grupo. Todo el aparato militar esta destinado por consiguiente, a perfeccionar los medios que sometan al hombre a un sometimiento siempre creciente, de tal modo que reducido a la impotencia, quebrado física y espiritualmente, termina por decir lo que no quería decir, aunque como bien sostenía el insigne maestro Carnelutti, siempre estar atento a la probabilidad de que el testigo intimidado, atemorizado, acepte lo que el torturador quiere imponerle, tan solo para evitar que continúe el castigo. Aunque no es el tema, bien vale la digresión. Porque como eficazmente argumentaba el tratadista italiano, el juez no puede saber nunca si lo que dice o admite el detenido es realmente la verdad que se reconoce o la mentira que se consiente. En ambos casos la motivación es única y la misma lo que quiere es terminar con el dolor, la angustia física o espiritual. Verdad o mentira son tan solo un medio para que el castigo finalice. No obstante la tortura no desaparece con la confesión del detenido.. Desechas sus fuerzas, obligado a admitir determinados sucesos, humillado frente a sí mismo por el recuerdo de los acontecimientos por él vividos, la tortura continúa y se repite insistentemente en el tiempo.
La deprimente historia de estos años uruguayos está llena de casos en que se ha torturado con reiteración, cada tanto tiempo, a detenidos que ya habían sido procesados, como una manera de demostrar que la autoridad militar está siempre presente y que la pena no se agotaba ni en la condena ni la prisión. La tortura era más bien una forma de sanción. Son otras las razones que tiene ahora la dictadura para seguir torturando y muy fácil de comprender.
Se tortura como venganza, cada vez que la resistencia realiza un acto contrario al régimen.
Cada vez que hay una expresión de protesta, cada vez que el pueblo se manifiesta contra el régimen públicamente, los detenidos en las cárceles y los cuarteles sufren la tortura exclusivamente como venganza. O se tortura como castigo colectivo al cumplirse fecha de un acto anterior. Cada vez que el Ejercito recuerda lo que fué en el pasado un enfrentamiento o una acción por él condenada, en cuarteles y en prisiones se tortura de la más distintas maneras, como lo probaremos en la jornada del 4 de Abril.
O se tortura con sanción personal por faltas reales o fictas. Esa necesario terminar con la leyenda de los movimientos guerrilleros y entonces se tortura para destruir su alta moral, como también se tortura humillando al adversario únicamente en el patio del cuartel, para levantar la moral de la tropa mercenaria y claudicante. Aparece la tortura para hacer traidores, para atemorizar al resto de los integrantes de un movimiento, para prevenir a la población. Se tortura a uno o a varios para intimidar a todos. Pero sobre todo se hace sentir la impunidad a quien tortura, el Ejercito es el que manda, nadie resiste ni controla su conducta. No hay poder civil que pueda controlarlo, no hay juez de ninguna categoría que pueda de alguna manera vigilarlo. Como prueba de ello tortura por si a cualquiera, cuando se le antoja, no hay más poder que el suyo y frente al detenido que muchas veces sacando fuerzas de flaqueza pregunta a quien esta torturando la razón de esa medida, la respuesta del oficial encargado del castigo es siempre única: por que quiero, porque se me antoja, porque soy la fuerza constituida en el país!!. Es cierto si que hay una patología de la tortura y ésta puede transformarse en una enfermedad, de tal modo que quien la practica el militar en éste caso adquiere el hábito del vicio. Su insatisfacción personal, sus nervios sus crisis su intranquilidad solo se calman con la práctica constante de la tortura. La represión es un medio de proveer de material de laboratorio para sus experiencias personales. Hay toda una literatura que explica cabalmente como en muchos torturadores el placer sádico de castigar a un ser humano, a un semejante, sustituye con creces el ejercicio del acto sexual, si. Pero sería un error imperdonable que nosotros cometeríamos creer que en el Ejercito uruguayo practica la tortura como una desviación moral, aunque la sea y como consecuencia de una enfermedad contraída por la actividad profesional, aunque haya casos de esta naturaleza.
El ejercicio de la tortura es una actividad planificada una conducta conciente originada en los altos mandos, consentida cuando no inspirada por el propio señor Bordaberry. Es parte medular de un plan político de entrega de una nación, siguiendo instrucciones que hoy se puede afirmar provienen del exterior y reconocen un común denominador la pregonada integración latinoamericana económica, política social buscada desde hace décadas por todos los pueblos como una manera de oponerse al gran imperio del norte y la verdad es que, en la integración de sus policías sus ejércitos de la actividad represiva en todos los países donde está la dictadura. En Brasil, en Chile, en Bolivia en las repúblicas bananeras del Caribe, en el Uruguay. Oficiales de distintos ejércitos, pero discípulos todos de los Estados Unidos, ejercitan con probada eficacia el sometimiento del ser humano apelando a los más indignos recursos.
La Comisión del Senado norteamericano que investigó la intromisión de este país en América Latina, la ayuda de la Alianza para el Progreso a las policías y a los Ejércitos del continente, comprobó el respaldo la influencia y las enseñanzas norteamericanas.
El senador demócrata Frank Church así lo comprobó en su intervención en Junio de 1972, y hace muy pocos meses el senador demócrata de Dakota del Sur, Abourezk denunció la ayuda militar norteamericana sosteniendo que las dictaduras latinoamericanas usan nuestros dineros para reprimir y suprimir a sus propios pueblos. La necesidad impostergable de la oligarquía Vernácula dependiente del imperio del norte de reducir toda combatividad de sus pueblos y todo intento de real liberación, ha impuesto la tortura como no se había conocido antes en estos países retrayendo la lucha a siglos y civilizaciones que se creían superadas.
El hombre americano conoce cada día mejor cual es su verdadera idealidad, quiere realmente para su pueblo y su país un destino distinto al actual. Los militares enseñoreados por el poder, recurren a cualquier método para impedir la militancia, la resistencia la voluntad popular de independencia total para tratar de que el hombre latinoamericano no pueda concretar en los hechos la identidad que ha abrazado..
En el espinoso trámite de consolidarse en el gobierno, la tortura es imprescindible, todos los civiles son alcanzados por ellas, cae sobre los políticos incluso partidarios del gobierno y sobre comerciantes, hombres de finanzas, industriales a todos los que supuestamente se cree al frente del país, incursos en faltas o delitos. Un régimen de esta naturaleza ya no podrá desprenderse de la tortura; ella es parte de su esencia, parte de su vigencia. Define al gobierno tanto como cualquier idea o programa.
El régimen uruguayo, para mantenerse en el poder necesita la tortura, elemento destinado a obtener información primero y más tarde como elemento represivo ha devenido en un arma básica sustancial su presencia. Solo así se justifica que se detenga y que se encierre a menores de edad y que se persiga a jóvenes de 15, 16 y 17 años y se les confines lugares de recuperación junto a delincuentes depravados.
El régimen ha desnudado sus intimidades. El pueblo ahora sabe cabalmente, al conocer todo este proceso en su definición le va la vida. La tortura ha dejado de ser un medio convincente, ahora es un respaldo fundamental del sistema. El vive si tortura, porque si deja de torturar el pueblo se alza como que aún torturando al pueblo se levanta igual, pronto para la pelea.
Llegamos a este Tribunal Russell para Acusar a la dictadura uruguaya a los civiles con cargos, en las fuerzas Armadas sin excepción de haber arrasado las instituciones, conculcado las libertades, mancillado la tradición oriental, violado la Constitución las leyes, los acuerdos internacionales. Los acusamos de haber perseguido, acosado, torturado, vejado y asesinado a su pueblo transformando las cárceles en lugares de sufrimientos y escarnio y de haber desatado el terror a todo nivel. Los acusamos de haber tratado por todos los medios de reducir al hombre al hombre común y anónimo al que tan solo vive, así como el que lucha por la liberación nacional a meras cosas, incapaces de sentir y de pensar. Los acusamos de haber querido destruir la nacionalidad y su fibra patriótica y de haber condenado a sus hermanos al sufrimiento y dolor. Aportaremos las pruebas necesarias. No son frases que digamos hoy aquí, a miles de kilómetros de distancia de nuestra tierra.
Durante mucho tiempo, mientras ocupábamos nuestra banca en el senado, denunciamos todos los días estos hechos y obtuvimos nada más que el silencio y mayor represión, hasta que fue finalmente disuelto el Parlamento de la República.
Y lejos de nuestra tierra hemos seguido en la lucha tratando, no solo de ahondar en la conciencia ciudadana de los hombres del mundo, sino de hacer lo que estuviese al alcance de nuestras fuerzas, para destruir la dictadura. En la jornada del 4 de Abril aportaremos la prueba necesaria, los testimonios correspondientes, los documentos que certifiquen nuestros dichos y y los entregaremos a la consideración del
Tribunal para que éste juzgue como nosotros nos hemos expresado y la verdad de nuestras palabras.
Señor Presidente, señores miembros del jurado: nada pedimos materialmente a otros pueblos ni a otros hombres. Nuestro padre Artigas, héroe de nuestra independencia nos enseñó que nada debemos esperar sino de nosotros mismos. En esto estamos. Encarando y resolviendo nuestras dificultades que no ocultamos son bastantes. Pero nuestras, sentimos el deber insoslayable de que todos los seres del mundo conozcan la infamia que asola nuestra patria.
Solo queremos que nuestra verdad se divulgue, en todos los rincones del mundo se sepa la maldad y traición de estos hombres, así también como la sangre, el sacrificio, las viriles lágrimas de quienes han caído o han dado su vida por la causa de la liberación nacional.
Los hechos no suceden en vano, siempre hay una sanción moral, siempre hay un juicio de la historia. A ellos nos remitimos pero no pasivamente, aspiramos a ser nosotros mismos la historia de nuestros años. En este Tribunal Russell representamos a los que no han podido venir porque desaparecieron de la faz de la tierra asesinados por el régimen, a los que no pueden llegar porque han sido mutilados, a los que no se han podido hacerse oír porque sus mentes se han cerrado para siempre victimas de los tormentos padecidos. Nuestra voz es la de todos aquellos que habiendo sufrido no pueden gritar su rebeldía, no pueden proclamar su lucha, pero no solo es una voz de acusación de condena, es también la voz de la esperanza y de fe. De esperanza y de fe en nuestra patria, en nuestro pueblo, en nuestra lucha en el hombre nuevo que está surgiendo para la liberación. Por eso, como el poeta que antes dijera tan cálidamente, repetimos nosotros "honramos a los que se han ido para siempre, cantamos a los que estando en tierra ya están renaciendo con ustedes".
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Zelmar Michelini ante el Tribunal Russell
Roma (Italia), 10 de Marzo de 1974
Editado por el editor de Letras Uruguay
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