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Viejos rincones casi intemporales |
Si
nos internamos por cualquiera de las calles que mueren en el Parque Rodó.
O mejor todavía: si subimos por esas clásicas escaleras –únicas en
nuestra ciudad, que colaboran a otorgarle al lugar su perfil
inconfundible– seguramente nos va a parecer que los años no han pasado
por allí. Los
atractivos son múltiples; sobre todo para aquellos que aprecian los
valores arquitectónicos y los climas ambientales del pasado. Tomando por
ejemplo Luis Piera hacia arriba, veremos a un lado los jardines de la
parte de atrás del ex- Parque Hotel, y en la otra acera antiguos chalets
de los años veinte con sus umbrosos jardines. Si
subimos luego por la escalinata donde va a morir la calle Blanes –una de
las más majestuosas de la zona, con aire parisién– caminando apenas
una cuadra encontramos la calle Lauro Muller. Doblando por ella hacia la
derecha, a mitad de cuadra vamos a descubrir una enorme casona poblada de
bajorrelieves (cabezas de león con símbolos herméticos, grandes atlas
sosteniendo pretiles, angelotes rampantes, hieráticas cabezas de
Minerva). A diferencia de otras decoraciones de ese tipo que felizmente
siguen a la vista del paseante en tantos lugares del tejido urbano, en el
caso de la Casa Fauno (así se la conoce) su factura es de la mejor
calidad tanto en los materiales como en la excelente precisión en la
forma. Las
calles de la zona son muchas. Cualquiera de ellas resulta disfrutable para
caminar en un fin de semana morosamente. Puede ser Pablo de María, o la
ya nombrada Blanes, o Emilio Frugoni, o transversales como Durazno. Sus plátanos
son ya venerables, y en el verano conforman casi un túnel verde que
alivia el calor por las tardes. En
cualquier momento del año podemos apreciar las fachadas añejas con su
variedad interminable de balcones –de rejas, de mármol, de argamasa–
y las altas celosías de buena madera. Abundan todavía los garages bajo
las ventanas o balconcitos de "falso altillo"; muchos de ellos
fueron construidos bastante después que las propias casas. Esa parte de Montevideo también ha sido cambiada en gran medida por el auge del reciclaje. Al igual que Palermo o la Ciudad Vieja, una nueva generación de arquitectos “intervino” esos caserones con diversa fortuna. En las mejores soluciones se ha respetado la calidad de las fachadas, donde encontramos todavía esas cabecitas de animales fabulosos que desde balcones y pretiles largan agua por sus bocas en los días de lluvia. |
Alejandro Michelena
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