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El viejo Molino de Pérez

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 

 

El entorno es particularmente atractivo: un arroyo que serpentea entre árboles típicos del bosque criollo, una barranca con interesante vista hacia el mar, un viejo molino de agua. El lugar es el parque lineal arquitecto Baroffio, y la antigua construcción del Molino de  Pérez, único ejemplo de su tipo que se conserva en Montevideo.

Lo mandó construir Juan María Pérez, patriota y emprendedor hombre de negocios de tiempos de la "patria vieja". Fue en la década de 1840, en tierras que le pertenecían, continuando la tradición de un viejo molino de los Padres Jesuitas que había funcionado desde el siglo anterior en el mismo paraje. En el tiempo en que Pérez instala su molino abundaban en los alrededores de la ciudad los de viento, y éste fue único en sus características. Utilizaba la fuerza motriz del arroyo, que si bien no tenía un caudal intenso era constante y permitía su uso para esos menesteres. El trigo se cultivaba allí cerca, en cuarenta cuadras que Pérez dispuso para ello.

Molino de Pérez

El edificio: una fuerte construcción de piedra y ladrillo, tenía en su planta baja cuarto de molienda, graneros y depósitos, y en la segunda la vivienda. Precisamente, allí se instaló ya viejo y ciego Juan María Pérez en 1845, en plena Guerra Grande, y allí falleció ese mismo año.

El molino siguió cumpliendo su labor específica hasta casi el fin del siglo XIX, cuando la tecnología de los similares a vapor lo iban a tornar obsoleto.

Vale la pena imaginar cómo era ese lugar hasta el 900. Una zona rural con poca comunicación con la cercana capital, que todavía no había iniciado su explosivo crecimiento hacia el Este. Fuera del molino eran pocas las construcciones, y hasta el Camino de la Aldea quedaba bastante lejos.

Rueda del Molino de Pérez

En los primeros años del siglo XX el Molino de Pérez quedó abandonado, en medio de un entorno agreste. Así lo recreó Domingo de Santiago en un aguafuerte en donde aparecen el molino, la cañada, y un paisaje invernal anegado. Poco después fue don Pedro Figari quien tuvo allí por un tiempo su atelier.

Con el tiempo el Molino de Pérez fue restaurado. Incluso se le colocó una rueda similar a la que una vez tuvo, proveniente de un molino equivalente que funcionaba en el Abra de Perdomo, en Maldonado. Y más adelante se revocaron sus paredes, se restauraron los tirantes de madera de los techos y los entrepisos. Su vinculación con el arte plástico continuó: allí funcionó mucho tiempo el Taller Figari, y no hace tanto tuvo allí su sede la asociación de artistas plásticos.

Desde mitad de siglo pasado el entorno del Molino de Pérez se transformó en un parque atractivo, rodeado por las fronteras de dos barrios residenciales: Malvín y Punta Gorda. La barranca, que se impone como paisaje escenográfico para quien llega desde la rambla, tiene en la altura una calle de balastro con algo de provinciano; a su vera construyeron sus casas pintores y escritores. El arroyo sigue corriendo sereno, como desde hace siglos; la sombra de los sauces invita al descanso y la reflexión. Todo el conjunto -molino incluido— establece una alternativa interesante al paseo de rambla y playa, tan habitual y cercano.

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

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