-A quienes debemos mucho los estudiosos de
lo andino, en lo referente al cálculo de los diseños geométricos tanto
de la arquitectura incaica como del arte lítico, es a María Choinder,
una matemática alemana radicada en Perú, sobre todo en lo relacionado
con la cultura de Chavin. María Reitcher es otra alemana que ha legado a
la humanidad todo lo vinculado con los grandes dibujos de la planicie de
Nasca. Igualmente, le debemos mucho al arquitecto Milla Villena, pues
gracias a sus trabajos y descubrimientos sobre el planeamiento geo-urbano
y la medida ritual andina, se pudo encontrar el puente entre la religión
y la ciencia en esas civilizaciones.
Una hipótesis
original
-¿Cuál fue el hallazgo en sí de Milla
Villena?
-Que los antiguos habitantes del altiplano se inspiraron geométricamente
en las medidas de la Cruz del Sur, para sus construcciones y
cosmovisión. Ese fue su planteo, comprobable en forma matemática y
precisa.
-Los estudios de Daniel Ruso, autor también peruano, ¿han tenido algo
que ver con tu perspectiva?
-Sus descubrimientos son válidos, pero lo suyo no tiene ni de lejos la
contundencia de lo planteado por María Choinder y Milla Villena, cuyos
trabajos son de consulta obligada en el Perú en todos los estudios
serios a nivel universitario.
-¿Qué repercusión ha tenido en los países que has visitado tu trabajo
de difusión?
-En los lugares de Argentina que recorrí la repercusión fue grande, lo
mismo que por aquí en estos pocos días desde mi arribo. Hay gran avidez
por los temas vinculados a las raíces indoamericanas.
-¿Qué es la Universidad Mundial de la indianidad?
-Es un organismo que pertenece al Movimiento o Consejo de indios
sudamericanos, que congrega a todos los investigadores y estudiosos de
las culturas nativas. Mediante él podemos sustentamos mejor en el
diálogo, apoyándonos además en elementos de mayor validez científica.
-¿Es fácil acercarse a los resabios que de todo esto queda en la
cultura popular?
-No, de ninguna manera. El principal escollo, aparte del hermetismo
natural de la gente andina, es el lenguaje, el quechua, que si no se
domina a fondo resulta impenetrable.
«Chamanismo»,
Castañeda y paralelismo cultural
-¿Hay alguna relación entre ese
peculiar «chamanismo» del cual ha dejado testimonio Carlos Castañeda en
sus libros, que hoy sigue vigente en ciertas regiones de México, y lo
que has podido recabar en comunidades que conociste mediante tus
«trabajos de campo»?
—Mira, sí. Los «sacerdotes-médicos» nativos de ciertas zonas selváticas
del Perú, deben pasar por disciplinas, conocer las diferentes plantas,
dominar a las fieras, etc, antes de ser aceptados como tales. Uno de los
medios de preparación es precisamente el licor sagrado del «allawasi».
El mismo -al igual que los hongos en las experiencias de Castañeda-
despierta ciertas capacidades ocultas o dormidas.
—La antropología universitaria, la más «oficial» diríamos, ¿cómo se
acerca a este fenómeno de revaloración de lo raigal de las culturas
andinas?
-Lo hace con mucho recelo todavía. En parte por prejuicios raciales,
culturales, religiosos y sociales.
Más allá de esto, en el ánimo popular se va dando una mayor apertura a
tal revaloración, y esto no es raro si tenemos en cuenta la profunda y
universal integración que se ha dado entre los ritos, dioses y
ceremonias andinas y las cristianas. A la mayoría de las grandes fiestas
religiosas que hoy continúan en vigencia en el Perú, se les cambió el
nombre pero subyace aún por detrás de la conmemoración cristiana la
antigua ceremonia ancestral. Por ejemplo: la cruz ya la tenían los
incaicos, y hubo solamente que agregarle un Cristo a esa cruz. La fiesta
de Corpus Cristi coincide con una festividad andina. Y podemos seguir.
Un fecundo
mestizaje
-Hay una diferencia entre esta
simbiosis cultural y el choque frontal de culturas ocurrido en otros
continentes.
-Es claro. Y uno de los secretos está en la prodigiosa coincidencia
entre algunos mitos precolombinos -el barbado señor Wiracocha, que era
blanco, entre los Incas; los hombres blancos que vienen del mar, entre
los mexicanos— lo que facilitó la conquista y luego, por lo ya dicho
antes, la «cultura mestiza». Incluso en lugares como el Uruguay, donde
aparentemente no quedan aborígenes, se conservan costumbre como el mate,
de arraigo popular y de profunda raíz nativa. El mestizaje operó,
entonces, mucho más allá de lo sospechable en una visión superficial.
Beber la infusión de yerba aquí, masticar la coca en el norte, son dos
ejemplos de costumbres vinculadas al ritual «comunitario» de los
antiguos pueblos americanos.
-Tú vienes dando conferencias y seminarios acerca de las culturas
andinas. Has recorrido varios países llevando adelante esa empresa. Pero
además tienes la idea de publicar un libro reuniendo tus
investigaciones.
-Estuve precisamente, en estos meses en la Argentina, elaborando la base
de un libro, el que llevará por título Ciencia-Religión solar de los
Incas. Estas conferencias que doy no son más que una síntesis de ese
trabajo mayor. Toda mi tarea va dirigida, pienso, a concretar una
contribución al «mestizaje cultural». Es algo que todavía no se ha dado
a nivel de toda América, pero que deberá desarrollarse en los próximos
años del continente. Lo mío es nada más que una semilla para tal
proceso.
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