Esta noche podremos ver, por Canal 10 y
a las 22 hs., el primer capítulo de "Los tres". Es una producción
nacional, escrita por el dramaturgo Alberto Paredes, y está basada en
una de sus obras, "Tres tristes tangos", que mereciera el Florencio a la
mejor pieza teatral en el año 1963. Los protagonistas principales están
encarnados por los mismos responsables de aquella exitosa puesta en
escena: Roberto Jones como Jorge, bancario y sindicalista que fue
despedido durante la dictadura y sobrevive atendiendo un quiosco;
Alberto Mena en el papel de Martín, abogado con buen estatus; Alberto
Arteaga es Pablo, que se quedó en Play-boy de barrio y no se hace
problemas por nada. La dirección televisiva está a cargo de Roberto Mastra, y maneja las cámaras un equipo del canal a cuyo frente se
encuentra Jorge Rodríguez.
El hecho tiene varios aspectos que llaman la atención. La empresa,
Saeta, se ha interesado hasta tal punto en el proyecto, que no solamente
ha puesto a disposición del mismo su mejor equipo técnico sino que —cosa
insólita en este medio— ha propiciado un trabajo a tiempo completo de
actores, libretista /director desde hace unos tres meses, habiendo ya en
este momento cinco entregas prontas. Por otra parte, los más implicados
han buscado encarar esta actividad de una manera diferente a la usual en
nuestra TV; han formado una productora, Atahualpa, que trata como tal
con el canal y asume los riesgos de la aventura, como suele ocurrir en
tantos otros países. Todo esto nos habla de un intento serio de
profesionalidad, dejando de lado lirismos idealistas de otras propuestas
televisivas uruguayas que por eso mismo resultaron fugaces. Se parte,
entonces, con pie firme, aceptando y asumiendo la regla de juego (el
mercado capitalista que rige sin fisuras en nuestra televisión privada),
como única manera real de hacer posible que llegue al público una
telenovela de raíz nacional.
En la noche del martes tuvimos oportunidad, gracias a la amable
invitación de Canal 10 de asistir a una exhibición para la prensa del
primer capitulo de "Los tres". Y fueron dos los elementos que realmente
nos parecen más destacables en primera evaluación: el muy adecuado
lenguaje "uruguayo", sin retóricas ni falsos populismos, creíble y
ajustado, que es mérito de Paredes, un autor que en su generación sea
tal vez el que maneja las situaciones dramáticas y el diálogo con más
dominio del oficio, y que supo trasponerlo con impecable limpieza al
medio televisivo; la actuación, solucionada con una naturaleza y soltura
frente a la cámara que pocas veces se había conseguido, tal vez por la
propia experiencia de todos en TV. Hay una cuidada marcación en las
escenas, que no las torna rígidas y si las ciñe a un ritmo sostenido,
donde se puede adivinar la mano directriz, lo mismo en el por momentos
refinado moverse de la cámara.
En lo que tiene que ver con los valores conceptuales, en primera
instancia podemos destacar a "Los tres" por el equilibrio que mantiene
entre lo popular, lo ameno, el gancho lícito para seducir al público, y
por otra parte la definición sicológica de los personajes (los valores
de Jorge y sus responsabilidades familiares, la soledad de Martín, y su
mansa adaptación al rol de profesional de prestigio, la displicencia
donjuanesca de Pablo), y la riqueza de contrapunto solidario que se va
insinuando en esa diversidad a partir de una lejana infancia cómplice y
compartida. La estructura funciona bien en este comienzo: el centro de
la acción es el viejo boliche de barrio donde los tres acostumbran a
reunirse, todas las semanas, desde hace años, en algo así como un ritual
de fraternidad masculina que rescata un rasgo sico-sociológico que —con
perdón de las feministas— es una entrañable parte del ser uruguayo en
vías de extinción. De las conversaciones que van teniendo se derivan las
escenas correspondientes a las vidas de cada uno de ellos, desgranadas
de tal manera que surgen de la confidencia intima en torno a la mesa y
de la intensa dialéctica de ese diálogo, volviendo siempre a el.
Recomendamos "Los tres", no por el mero hecho de haber sido hecho acá,
sino por tratarse de un buen ejemplo de cómo lograr programas
televisivos válidos artísticamente y que cuenten una historia que tiene
que ver con nosotros mismos, nuestras virtudes y carencias, miedos y
búsquedas, detrás de la cual planea la inevitable y terrible realidad de
todos los años pasados.
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