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"Don Juan, el zorro" -  Tomo II,  de Francisco Espínola
Crítica literaria de Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 
Tomo II de "Don Juan, el zorro" - Francisco Espínola - Editorial Arca

 

Hace ya unos cuantos meses atrás, tuvimos la oportunidad de comentar la aparición del primer volumen de esta obra. Consideramos entonces —no fuimos los únicos— que este esfuerzo editorial de Arca, el dar a conocer en forma completa esta cumbre en el trabajo literario de Paco Espinóla, se constituiría en uno de los acontecimientos culturales del año sin duda alguna. Ahora, ante la culminación de la empresa, no cabe más que reafirmar lo dicho. Capítulos y fragmentos se dieron a conocer en revistas o ediciones parciales (desde el primer adelanto, en 1947, en el Nº 1 de Escritura, hasta el más reciente que fue debido al Centro Editor de América Latina, en 1968) pero la mayor parte del material permanecía no sólo inédito sino en constante proceso de reescritura. Y le debemos al minucioso y delicado trabajo que hicieron los críticos Arturo Sergio Visca y Wilfredo Penco con los originales que dejó Espínola — en diverso grado de maduración, con distintas versiones de un mismo capítulo— la posibilidad de lectura total de "Don Juan, el zorro".

Más allá de la sostenida expectativa despertada por el libro, largamente anunciado y siempre pospuesto. Al margen de la mitología inevitable que terminó rodeando a este verdadero iceberg de nuestras letras del que sólo asomaban algunas partes, queda su clara condición de producto mayor de un artista. Porque no es el caso que no hubiera en la obra del escritor suficientes ejemplos de su maestría —recordar cuentos de la hechura y hondura de "¡Qué lástima!", "Rancho en la noche" y "Rodríguez"—, sino que a través del acercamiento casi completo (le faltó, naturalmente, ese imponderable toque final de su creador) a su particularísima invención narrativa, realizada a partir de las tradicionales fábulas sobre el zorro, enriquecemos de manera certera nuestra comprensión del universo espinoliano.

Se ha escrito bastante, aunque no lo suficiente, en torno a la publicación del "Don Juan, el zorro". Entre otras cosas se apuntó la aparente paradoja que encierra entre una temática y lenguaje populares (respetando incluso modos y giros de la narración oral) y un trabajo estilístico consciente y minucioso (donde es evidente la preocupación de que todo esté en su lugar con armonía, desde lo nuclear a lo más nimio). Estamos de acuerdo con esto, agregando que es característica que comparte con obras cumbres de la literatura, empezando por "La Odisea" a la que fuera tan afecto Paco Espínola y cuya resonancia subyace en su versión del relato popular. Es, como bien escribió Carlos Maggi, una "obra flagrantemente literaria, luminosamente artificial", queriendo acentuar con estas calificaciones el buscado alejamiento que proponen sus páginas de la vida concreta para sumergirnos de lleno en el artificio, en la necesaria arbitrariedad que conlleva todo arte y que está en su razón de ser. El narrador construye una estructura armónica, que busca llegar a la expresión perfecta de un orbe dramático y consecuentemente de un modo de sentir y pensar; en ese procurar no caer en el fácil realismo, y empecinarse en la fidelidad al trabajo de estilo, está la mayor validez del relato y su profunda verdad. Debajo de la sencillez capilar que encontramos al comenzar la lectura, se adivina la cuidada orfebrería, que por ser auténtica no necesita exhibirse.

La división en dos tomos fue idea del propio Espínola, para que su novela llegara al público como lo hacían antes las narraciones de carácter mayoritario, para agudizar así desde la presentación del libro esa condición de material de lectura dirigida a los más que era una de sus preocupaciones en la escritura del texto. En este segundo volumen continúan las peripecias de Don Juan perseguido por la autoridad, se agudizan hasta la muerte las desventuras de la Mulita, llega a su culminación la villanía del Comisario Tigre. Es interesante —como lo sugiere Visca en el prólogo— el hecho de que al promediar la historia, el zorro deja de ser el prototípico villano pícaro de la fábula tradicional, para adquirir paulatinamente una dimensión distinta, más rica, a través de su liderazgo contra la injusticia y la arbitrariedad (es la prueba de cómo un escritor dotado de talento puede trascender una temática sin violentarla, más bien enriqueciéndola y dándole perfil universal). Se agregan al final dos jugosos comentarios del mismo Paco sobre su Don Juan.

Es interesante que se tenga en claro la fecunda diversidad de lecturas posibles de este libro, relacionadas con los variados y no contradictorios puntos de partida o finalidades buscadas. Podemos quedarnos en su aspecto de relato de las aventuras y desventuras de Don Juan, con todos los elementos de acción, suspenso y drama. También en lo que tiene —que es mucho— de penetración sicológica y lingüística en aspectos esenciales del hombre de nuestro campo, valorizando las situaciones de humor, de ternura, de soledad y sabiduría en que la obra es pródiga. Y la pintura de costumbres y de ambiente, más que nada en los detalles (como la descripción del mobiliario de la comisaría o la del pequeño mundo de la pulpería). Pero buscando napas subterráneas, las raíces no tan evidentes, llegamos a descubrir por debajo del asunto nacional y nuestro, un aliento más genéricamente humano: las viejas pero siempre renovadas preocupaciones del gran arte de cualquier época, el tan arduo y no fácil equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisíaco que no casualmente es ingrediente común de las obras clásicas.

Recomendamos, una vez más, esta fábula criolla que en la pluma de Francisco Espínola es algo más que eso y por encima de todas las cualidades que le podamos encontrar, nos permite un saludable baño en la magia indefinible sólo privativa de las mejores novelas.

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

Crítica aparecida en el semanario La Voz, en la primavera de 1984

 

Texto cedido por el autor en formato papel de diario. Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, el día 15 de marzo de 2013.
 

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