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Revistas literarias:
una estrategia cultural alternativa (1975-1983) |
El
fenómeno que nos interesa destacar es el que propiciaron, a partir de
1975, las revistas literario-culturales. ¿Qué entendemos por tales? Las
que dándole preferencia a lo literario, tanto en materia crítica como en
textos creativos, no desdeñan sin embargo la preocupación por el análisis
de otros ámbitos de la cultura. En ese marco —dejando fuera la típica
publicación de muestreo de sólo poemas y cuentos, usual modo de darse a
conocer de gente nueva— nos centraremos en aquellas que circularon en un
relativo circuito público, lo que no les quitaba su condición de subterráneas
.
En
un medio en que habían desaparecido los canales periodísticos de
comunicación cultural, renace —después de un silencio de casi dos años—
Maldoror. Esta había cumplido
un ciclo de incidencia significativa entre 1967 y 1973, con firmas de
intelectuales de prestigio de por lo menos dos generaciones y el apoyo de
la Alianza Francesa. Había dejado a su paso un recuerdo de rigor y
asumido elitismo. Su retorno implicó, sin perder ese perfil, un cambio
sustancial. Por voluntad de
sus responsables, y por la época
de su resurgimiento, Maldoror
se volcó hacia lo nuevo en lo estético y hacia los “nuevos”
generacionalmente. En aquellos primeros números de la segunda época, de
una frecuencia más o menos semestral, colaboraron poetas, narradores y críticos
de las últimas promociones que allí tuvieron casi la única oportunidad
(en aquel momento) de confrontar sus trabajos con un lector ávido. Es
innegable el nivel de calidad de los materiales que allí fueron
apareciendo; por otra parte, la cualidad inquieta y dinámica de la
revista la transformó en verdadero vaso comunicante de muchas propuestas
que surgían, y en adecuada caja de resonancia de mucho de revulsivo que
llegaba de afuera. Como ejemplos de todo esto, podemos recordar a vuela
pluma: el notable cuento de Héctor Galmés Contrabajo
solo (luego incluido en su libro de relatos); el que fuera el último
ensayo publicado en vida de Carlos Real de Azúa, que hacía referencia al
marco epocal que rodeó al nacimiento y primera infancia del
franco-montevideano Conde de Lautréamont; la muestra de poesía concreta
brasileña preparada por el poeta Eduardo Milán; la jugosa exhumación de
las opiniones de Julio Herrera y Reissig acerca de algunas costumbres
montevideanas, debida a la paciente tarea investigativa del crítico
Wilfredo Penco; la disfrutable crónica de Julio Bayce relacionada con el
salón literario que por los años treinta llevaba adelante María V. de Müller
en su apartamento del Palacio Salvo (que fue adelanto de su libro sobre el
mismo tópico).
Si
Maldoror fue, en ese año 1975, el comienzo de un proyecto firme y
estable, la revista que la acompañó cronológicamente se ubica más bien
en el plano de lo más precario (que era la característica más común en
ese tipo de publicaciones). Nexo
tuvo apenas por dos números, dejando de aparecer debido a clausura y
prohibición del gobierno de facto. Respondía a un grupo juvenil,
y procuraba el rescate
y mantenimiento de la perspectiva crítica ante a los fenómenos
culturales, que el estado de cosas imperante entonces amenazaba con
erradicar. También, destacaba especialmente la tarea de baluartes todavía
en pie que mantenían el mismo enfoque, caso del teatro El Galpón y
Cinemateca Uruguaya. Nexo resultó, en lo inmediato, un fenómeno de ventas hasta en
quioscos, lo que por entonces y en tales productos no era usual. En lo
mediato, significó la posibilidad fogueo para unos cuantos escritores y
algunos futuros críticos.
Al
año siguiente tuvo lugar la puesta en circulación de dos revistas. Sintaxis,
producto de la inquietud de un grupo de profesores, volcada en igual
proporción hacia la ciencia y la filosofía como a las letras. Mantuvo
tres entregas, y se caracterizó por una buscada ubicación erudita.
Interesó, de preferencia, por la seriedad técnica de su costado no
literario. La otra fue Numen, que pese a su nombre aspiraba a llenar un espacio crítico no
complaciente; zozobró, luego de su primer encuentro con el lector,
seguramente por las contradicciones debidas a un origen demasiado juvenil.
De
1977 es Foro Literario. Revista académica, con la salvedad que no aparece
relacionada con ninguna institución, tal vez como signo de cuáles eran
los tiempos que corrían para nuestra enseñanza. Cumplió su cometido
cultural permitiendo la aparición en sus páginas de trabajos no siempre
sintonizados con el ambiente espiritual de “noche y niebla” que
agobiaba al país. Además ofició, bien que parcialmente, de primer
escenario de por lo menos uno o dos nuevos de posterior destaque.
En
las mismas fechas sale a la calle Ficciones.
Receptáculo de trabajos de buen nivel, con nombres que importaban en lo
cultural (en general pertenecientes al amplísimo sector de los mal vistos
desde el poder), preocupada por el latir artístico del momento. Fue sin
embargo más una agrupación de colaboraciones prestigiosas que una
revista en el sentido cabal del término. Carecía de un grupo que la
impulsara, y en consecuencia de los criterios unificadores que sí le
daban ese perfil a las publicaciones que venimos reseñando. Aportó sí,
y mucho, en aquella medianía en la cual circularon sus únicos dos números.
Destabanda,
con un irregularísimo acercamiento —tres números a lo largo de cinco años—
no pudo lograr la incidencia que se proponía. Quedó de todos modos como
un intento revulsivo de toma de conciencia, hasta donde eso era posible,
de aquello que “olía a podrido” en el acontecer literario, con
algunas proyecciones audaces para el momento en lo social. Carente también
de un grupo unificante y de una línea definida, supo sí prestarle atención
al interior. Las nuevas generaciones tuvieron en ella —tanto creadores
como críticos— un soporte que, si bien aleatorio y circunstancial, fue
igualmente bienvenido en medio de aquel páramo cultural. Plebiscito
y despues Y
llegamos al año 1980, que ha sido considerado el comienzo de un tiempo
propicio para el accionar de este tipo de publicaciones. Con el Plebiscito
en ciernes, con el todavía tímido pero efectivo renacimiento de algunas
formas de movilización popular (que iban a ir en aumento en los años
posteriores), con el surgimiento de una prensa opositora luego de muchos años
de monólogo oficial, con el reverdecer en sectores medios y juveniles de
nuestra población del interés por la cultura. Con todos estos factores
conjuntados, no puede resultar extraño que revistas literarias llegaran a
agotar sus entregas, algo que no había sucedido antes ni volvería a
acontecer. La
que abrió el fuego, a fines de 1979 fue Trova,
vocero de algunos estudiantes del IPA. A través de sus apariciones pasó
a ser un vehículo de expresión para los profesores en ciernes, transformándose
en penetrante herramienta a la hora de hurgar en la problemática
literaria. Entre sus aportes más útiles es recordable —en 1981— el
análisis llevado adelante por un equipo de la revista en torno al fenómeno
de la aparición en librerías de varias novelas escritas por autores
uruguayos, luego de años de casi total ausencia en el género. Prometeo,
iniciativa de profesores de Facultad de Humanidades, fue una publicación
académica. Tuvo poca incidencia pública, quizá por su estructura algo
elitista.
La
otra revista de cierta influencia a partir del 80 fue Cuadernos
de Granaldea. Se la puede comparar, en su forma de funcionamiento e
integración, a Nexo y Destabanda
(de las cuales heredó incluso colaboradores). Más hecha a pulmón que
las antes reseñadas, más francotiradora y menos representativa de
sectores de actividad o estudios, concitó a su alrededor a un grupo
heterogéneo de poetas, narradores, ensayistas y críticos,
muchos de los cuales se iban
a destacar notoriamente en los años que siguieron. Procuró equilibrar lo
específico literario y lo cultural genérico, dándole importancia al
canto popular, al teatro, a lo antropológico. Varios de sus números
—aparecieron seis, en el correr de dos años— se llegaron a agotar,
pues se vendían por canales no convencionales como los recitales de música
popular y las actividades colectivas en cooperativas de vivienda.
Más
hacia adelante salió a la calle Uno,
con una sola entrega (que luego se convertirá en cooperativa de ediciones
de poesía). Con puntos de contacto con la anterior, se diferencia al
integrar su equipo casi exclusivamente poetas, y por su clara postura estética
grupal. |
Alejandro
Michelena
Ensayo publicado en la revista Carta Cultural Nº 2 (abril de 1988) . La que aquí se difunde es una versión corregida y mejorada.
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